Falseamiento y regeneraci¨®n de las ideolog¨ªas
En la situaci¨®n de incertidumbre que experimenta la sociedad democr¨¢tica espa?ola sobre el futuro influye la actual ceremonia de la confusi¨®n en el campo de las ideolog¨ªas. Esto no ocurre en las llamadas democracias populares, donde el marxismo-leninismo, pese a las contradicciones que se le imputan, sigue siendo la filosof¨ªa del Estado y de las masas a quienes se dirige la acci¨®n de proselitismo. Tampoco sucede en una gran parte del Tercer Mundo, inmersa en la lucha por la supervivencia f¨ªsica.El desconcierto ideol¨®gico puede desaparecer en un futuro no lejano. El porqu¨¦ y para qu¨¦ de las innovaciones tecnol¨®gicas y econ¨®micas reclaman en todos los pa¨ªses del Norte industrializado una respuesta pol¨ªtica, y ¨¦sta debe obedecer a sistemas ideol¨®gicos bien deslindados, con los principios que han de regular las relaciones entre los individuos y el Estado, las normas de convivencia social, los derechos y libertades en la nueva sociedad y el equilibrio entre el servicio y el beneficio en la econom¨ªa. El progreso material sin ideolog¨ªa pol¨ªtica que lo oriente es un avance a ciegas.
En Espa?a proliferan y medran los expertos manipuladores de la pol¨ªtica, que se mueven seg¨²n sopla el viento del oportunismo. El pensamiento doctrinario, las tesis sociopol¨ªticas esenciales, la configuraci¨®n de metas a medio y largo plazo carecen de importancia para ellos. Numerosos dirigentes dan la impresi¨®n de que s¨®lo les interesa la conservaci¨®n del poder adquirido o el desplazamiento de quienes lo ocupan. Esos profesionales de la pol¨ªtica practican de hecho el rechazo de las ideolog¨ªas, limit¨¢ndose a fabricar programas, que se apoyan en encuestas previas de la opini¨®n p¨²blica, gracias a las cuales creen saber lo que resulta m¨¢s rentable en las elecciones.
Con ese juego se han cambiado las se?as de identidad de los partidos, que con frecuencia se atribuyen lo que no les corresponde en materia ideol¨®gica. Este falseamiento impune ha sido factible por la incultura pol¨ªtica que hab¨ªa propiciado el franquismo, y los n¨²cleos que se han resistido a abandonar las banderas de anta?o -las alas radicales o las corrientes de opini¨®n- han sido echados a un lado, como elementos contestatarios molestos. As¨ª hemos visto renuncias ideol¨®gicas que hubieran provocado esc¨¢ndalo en otras circunstancias.
El arrinconamiento de Marx por el PSOE ha sido similar al de Lenin por el PCE de Carrillo; por su parte, la ef¨ªmera UCD fue un amasijo indescifrable de liberalismo, democracia cristiana y socialdemocracia. Paralelamente, el liberalismo era asumido por todos los partidos como si fuera un mero estilo elegante, no una ideolog¨ªa coherente. Los tecn¨®cratas de los a?os sesenta hab¨ªan sido los primeros en hablar de talante liberal y, en el presente, l¨ªderes de diversas procedencias aceptan expl¨ªcitamente los principios liberales, present¨¢ndolos como patrimonio cultural de nuestra civilizaci¨®n. De esa forma, el liberalismo ha sido transformado en una actitud general frente a la vida. ?nicamente se le concede un cierto protagonismo concreto como presunto soporte de la teor¨ªa econ¨®mica del neocapitalismo. Pero lo que fue el motor de las revoluciones liberales -los derechos y libertades de los individuos, la divisi¨®n y control de los poderes, la oposici¨®n al Estado Leviat¨¢n- ha quedado difuminado por los medios de comunicacion que otros poseen.
No es extra?o que los partidos liberales europeos, sin recursos adecuados, se hayan debido contentar con el modesto papel de bisagras entre las grandes organizaciones. Sin embargo, a punto ya de terminar su larga traves¨ªa por el desierto, el liberalismo empieza a ser una fuerza pol¨ªtica
cada vez m¨¢s prometedora. De ah¨ª que el imperativo principal de los liberales espa?oles sea superar las pugnas internas que entorpecen un alineamiento eficaz.
Los comunistas espa?oles entraron en una dif¨ªcil etapa tras el arrinconamiento de Lenin. Por el contrario, ha sido fruct¨ªfera la operaci¨®n de eliminaci¨®n de Marx en el socialismo espa?ol, al lograr con ello la conquista del poder. Apart¨¢ndose del obrerismo, del rupturismo, de la socializaci¨®n y del neutralismo, en pocos a?os ha surgido un partido nuevo, interclasista, comprometido con la OTAN y promotor de una econom¨ªa de mercado, con m¨¢s o menos matices. Cabe suponer una oculta rebeli¨®n de las conciencias de sus l¨ªderes, cuya nostalgia del socialismo aut¨¦ntico podr¨ªa deducirse de ciertas medidas de diferente signo. No obstante, lo que se ha impuesto es el oportunismo, la medici¨®n fr¨ªa de los poderes f¨¢cticos en el mundo occidental y la convicci¨®n de que los pueblos europeos no est¨¢n a favor de los enfoques socialistas del pasado.
El socialismo ha adoptado una cobertura moderna asumiendo lo que hoy se denomina socialdemocracia en Alemania Occidental, Suecia y Espa?a; tras el reciente congreso de Toulouse, dominado por Fabius y Rocard, es previsible que el PSF haga lo mismo. Ahora bien, ?en qu¨¦ consiste esa socialdemocracia que constituye la etiqueta actual de los socialistas? Nadie sabr¨ªa contestar con precisi¨®n. No ha aparecido todav¨ªa el te¨®rico socialdem¨®crata merecedor de ser colocado entre los grandes fundadores de ideolog¨ªas. Un liberal me comentaba burlonamente que la socialdemocracia espa?ola es una mixtura de sabor desagradable y de contenido misterioso, un brebaje m¨¢gico preparado por los alquimistas de la pol¨ªtica para conseguir poder a pu?ados.
Estas palabras son ir¨®nicas y desmesuradas. Con rigor, cabe afirmar que la socialdemocracia es un h¨ªbrido extra?o de ideas liberales y socialistas; siendo, asimismo, una desviaci¨®n t¨¢ctica para ganar elecciones, puede ser, por su ambig¨¹edad y estrategia, el c¨¢ncer del socialismo. Las pol¨ªticas socialdem¨®cratas se caracterizan por su inagotable flexibilidad y capacidad de absorci¨®n, su rapidez de reflejos, su virulencia en la cr¨ªtica del adversario y su falta de autocr¨ªtica, su despreocupaci¨®n te¨®rica y su sentido de la oportunidad.
En s¨ªntesis, la socialdemocracia no es una ideolog¨ªa, sino un m¨¦todo de ocupaci¨®n del poder.
Al profundizar en el proceso hist¨®rico que ha producido el comunismo no leninista y el socialismo no marxista, vemos una circunstancia que no ha sido a¨²n suficientemente valorada. Me refiero al hecho de que otras formaciones pol¨ªticas ideol¨®gicas est¨¢n trabajando para adaptarse a la revoluci¨®n econ¨®mica, cultural y tecnol¨®gica de los ¨²ltimos a?os, aun cuando sean precisamente el PSOE y sus hom¨®logos quienes hablen m¨¢s de modernizaci¨®n, siendo los m¨¢s estancados. Hemos entrado en una fase hist¨®rica que requiere la b¨²squeda de formulaciones ajustadas a las realidades econ¨®micas, tecnol¨®gicas y sociales de nuestro tiempo.
En esta direcci¨®n, el socialismo no puede presentar un nivel de progreso ni de imaginaci¨®n, comparable al que consiguen pa¨ªses que no gobiernan los partidos socialdem¨®cratas (Estados Unidos, Jap¨®n, Reino Unido, Alemania Occidental, B¨¦lgica, Holanda) en lo que concierne a realizaciones. En dinamismo ideol¨®gico, el balance que exhibe es m¨¢s pobre todav¨ªa.
En Espa?a, espec¨ªficamente, est¨¢ anquilosado el impulso ideol¨®gico que ten¨ªa el socialismo al comienzo de la transici¨®n.
Si persiste el marasmo ideol¨®gico que sufre el PSOE podr¨ªa caer pronto en una decadencia imparable, despu¨¦s de haber explotado los triunfos que ha cosechado con el invento de la socialdemocracia. Los reveses socialistas en las ¨²ltimas elecciones de Alemania Occidental, Noruega y B¨¦lgica, sin contar las predicciones sobre las elecciones francesas, son advertencias serias. No convendr¨ªa al PSOE seguir indiferente ante el problema de su innegable crisis ideol¨®gica, centr¨¢ndose en el tema obsesivo de volver a ser mayor¨ªa absoluta en las pr¨®ximas elecciones generales.
Ning¨²n partido serio, con ambici¨®n hist¨®rica, puede eludir la exigencia de una imagen ideol¨®gica clara. De otro modo, ser¨ªa una simple organizaci¨®n tecnocr¨¢tica y una maquinaria para la consecuci¨®n de poder. Pero los tecn¨®cratas no despiertan entusiasmo, no sirven nunca para dar metas y esperanzas. Y el poder por el poder es corrupci¨®n.
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