Una desestabilizaci¨®n anunciada
Las dos grandes corrientes de fondo que pugnaron en las postrimer¨ªas del franquismo por marcar el rumbo de lo que luego se llam¨® la transici¨®n estaban formadas por los partidarios de la ruptura democr¨¢tica y los partidarios de la reforma pactada. Esa pugna se resolvi¨® m¨¢s tarde en favor de estos ¨²ltimos.Uno de los aspectos que marc¨® esa doble opci¨®n era la cuesti¨®n comunista. Hay abundantes datos sobre la intervenci¨®n que tanto EE UU como la socialdemocracia europea, en conexi¨®n con los poderes, de hecho, existentes en nuestro pa¨ªs, desarrollaron para potenciar a las fuerzas que tendr¨ªan que servir de referencia pol¨ªtica y sindical en la izquierda espa?ola, frente a las que se tem¨ªa que por su prestigio en la lucha por la democracia y en la defensa de los intereses de los trabajadores durante la dictadura podr¨ªan capitalizar pol¨ªtica, org¨¢nica y electoralmente ese prestigio; es decir, frente al PCE y CC OO.
El triunfo de la reforma pactada qued¨® gr¨¢ficamente expresado el 28 de octubre de 1982. Aquellas elecciones transformaban de forma radical el mapa pol¨ªtico anterior, perfilando el modelo que para Espa?a hab¨ªan querido esos poderes externos e internos, esto es, el bipartidismo.
Un modelo que asegurara el alineamiento con el bloque militar y econ¨®mico que lidera EE UU y garantizara la intangibilidad del sistema capitalista, comprometi¨¦ndose para ello, tanto el PSOE como Coalici¨®n Popular, a que los instrumentos de poder real no fueran erosionados en absoluto. La no democratizaci¨®n del aparato de Estado -que en estos d¨ªas ha vuelto a estar sobre el tapete con la ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado-, el tratamiento dado a la crisis econ¨®mica o las actitudes respecto de la OTAN no son m¨¢s que grandes ejemplos de lo que decimos.
Para perfeccionar y estabilizar este modelo se necesitan al menos dos grandes ajustes. Uno, en el terreno social, consiguiendo reducir a CC OO a la m¨ªnima expresi¨®n y convirtiendo paralelamente a UGT en un sindicato bien dotado de servicios, inequ¨ªvocamente situado en pr¨¢cticas sindicales de gesti¨®n, que institucionalice el pacto social como marco de las relaciones laborales y asegure la paz social para el mejor funcionamiento del sistema capitalista. Otro, en el terreno pol¨ªtico, para corregir la descompensaci¨®n que representa la diferencia de esca?os en el Parlamento entre el PSOE y Coalici¨®n Popular. Pero si el ajuste pol¨ªtico puede esperar al menos hasta 1990, el ajuste social no admite espera.
La desestabilizaci¨®n de CC OO es una necesidad de primer orden para esas fuerzas, que se plantean acometerla resueltamente, pues de no conseguirlo corren el serio riesgo no s¨®lo de que el edificio que han ido levantando se resquebraje, sino que el ejemplo de CC OO aliente en UGT las actitudes contestatarias, fortaleci¨¦ndose tambi¨¦n posiciones de izquierda real en el propio PSOE que den al traste con la misi¨®n que hoy cumple y simboliza Felipe Gonz¨¢lez.
La desestabilizaci¨®n de CC OO es algo m¨¢s que la desestabilizaci¨®n de una organizaci¨®n en la que los comunistas tenemos notable influencia. El objetivo de fondo es desestabilizar el sindicalismo de clase, anticapitalista. Incluye, por tanto, a los sectores que en UGT, con sus l¨®gicos matices y hasta contradicciones, conservan posiciones de clase.
Anticipo mi opini¨®n de que ninguna organizaci¨®n se desestabiliza seriamente por la sola intervenci¨®n de fuerzas externas a ella. La experiencia del PCE es aleccionadora. Como la de UCD. Hay siempre una interacci¨®n -no quiero hablar de complicidad- en la que la presi¨®n externa introduce replanteamientos internos en lo ideol¨®gico, lo pol¨ªtico y lo org¨¢nico, en las estrategias y las t¨¢cticas. Dicho de otra manera, las presiones externas calan en el interior de las organizaciones hasta conseguir que en ellas se alcen voces y grupos dispuestos incluso a poner en cuesti¨®n la propia identidad de esas organizaciones. En sustancia, puede decirse que ante esas presiones se abre una brecha entre quienes se inclinan a acomodarse como se pueda a un medio hostil y entre quienes reaccionan enfrent¨¢ndose a ese medio hostil.
La influencia de los errores aut¨®nomos en la desestabilizaci¨®n de una organizaci¨®n hay que relativizarla mucho en el caso a que estamos refiri¨¦ndonos, pues se puede escribir un libro sobre los dislates del PSOE en la transici¨®n, tanto pol¨ªticos como org¨¢nicos, y ah¨ª est¨¢ gobernando.
La hostilidad del Gobierno del PSOE hacia CC OO fue patente desde el primer momento. No obstante, los gestos y medidas contra el sindicato fueron los t¨ªpicos de la t¨¢ctica del palo y la zanahoria, pensando que una buena administraci¨®n de esa t¨¢ctica favoreciera, o bien la ruptura, o bien la ugetizaci¨®n de CC OO, lo que a largo plazo las har¨ªa innecesarias. Pese a que en el oto?o de 1983 las conversaciones con los ministerios de Industria, Econom¨ªa y Trabajo -en las que el Gobierno y los sindicatos abordaron las cuestiones de la reconversi¨®n, el plan trienal y la modificaci¨®n del Estatuto de los Trabajadores para facilitar la contrataci¨®n eventual- dejaron patente que s¨®lo UGT apoyar¨ªa la pol¨ªtica gubernamental, se esper¨® el desenlace del III Congreso de CC OO (junio de 1984) para ver si las corrientes moderadas ganaban terreno en el sindicato.
Un error de lectura pol¨ªtica de ese tercer congreso hizo creer que, efectivamente, esas corrientes se impon¨ªan. Inmediatamente el Gobierno convoc¨® a sindicatos y patronal para la negociaci¨®n del Acuerdo Econ¨®mico y Social (AES). Y se encontr¨® con que el rechazo de este acuerdo, con matices m¨¢s o menos acusados, era abrumadoramente mayoritario en CC OO.
Comienzan las hostilidades
A partir del rechazo del AES se desencadenaron abiertamente las hostilidades. Desde cortar toda v¨ªa de di¨¢logo entre Gobierno y CC OO, pasando por el progresivo vaciamiento de las competencias de los diversos institutos en que participa CC OO, siguiendo con los vetos en las mesas de la reconversi¨®n, continuando con la vergonzosa discriminaci¨®n que supone abordar la reforma de la Seguridad Social y otras cuestiones que afectan a la totalidad de los trabajadores sin o¨ªr nuestra voz directamente y acabando con la escandalosa pr¨¢ctica de que un Gobierno para toda la naci¨®n considere que su ¨²nico interlocutor debe ser UGT, los intentos de marginaci¨®n y descr¨¦dito no han cesado.Pero todo eso y mucho m¨¢s no ha debilitado a CC OO. Porque m¨¢s all¨¢ de los prop¨®sitos contra un sindicato est¨¢ la realidad de una pol¨ªtica concreta que lesiona gravemente a los trabajadores. La huelga general del 20 de junio pasado ha sido la mejor lecci¨®n recibida por este Gobierno en sus intenciones desestabilizadoras de CC OO. Y por si fuera poco, se ha encontrado con que su AES iba a la deriva y que su sindicato le sacaba las u?as en la reforma de la Seguridad Social.
Se ha hablado poco del significado de la reconciliaci¨®n CEOE-Gobierno, con escenas de sof¨¢ entre Cuevas y Felipe Gonz¨¢lez, ¨¦mulas de las que casi al mismo tiempo hab¨ªan tenido como protagonistas a Felipe Gonz¨¢lez y Fraga.
En apariencia, se desprende que esta nueva situaci¨®n pretende salvar una concertaci¨®n social que, tal como la concibe el Gobierno y la patronal, no puede producir m¨¢s que pactos sociales a la baja. Pero no hace falta ser muy perspicaz para deducir que tanto a la CEOE como al Gobierno les preocupa, por diversos motivos, que CC OO mantenga su prestigio y su fuerza movilizadora.
Impl¨ªcita y hasta expl¨ªcitamente, esta reconciliaci¨®n con la patronal tiene mucho que ver con el prop¨®sito de actuar sobre CC OO para disminuir su influencia. Tambi¨¦n tiene mucho que ver con el inicio de una nueva fase en el ajuste duro que en materia econ¨®mica y social se vislumbra al menos hasta 1990, con el reforzamiento del sindicalismo de gesti¨®n y, en suma, con una actuaci¨®n mancomunada para intentar satisfacer de una vez el deseo de desmantelar el sindicalismo de clase.
Para esta operaci¨®n, adem¨¢s de lo antes dicho sobre la actitud discr¨ªminatoria del Gobierno respecto de CC OO, hay muchos m¨¢s datos.
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