La memoria hist¨®rica
Cuando cay¨® el r¨¦gimen de Franco, yo pensaba, o, mejor dicho, yo esperaba que el largo per¨ªodo (40 a?os) de desinformaci¨®n hist¨®rica, en Espa?a mismo, acerca de la Espa?a de este siglo, hubiera terminado. Cuando le¨ªa en EL PA?S hace pocos d¨ªas los art¨ªculos elogiosos sobre la vida y las obras de Antonio Tovar, yo me daba cuenta tristemente de lo dificil que es borrar ciertas ideas largamente diseminadas, por muy falsas que sean. Estoy seguro de que no era la intenci¨®n de su estimado diario el despistar a sus lectores, pero lo que fue publicado en EL PA?S sobre la vida de Antonio Tovar, bien que fuera una parte de la verdad, no era toda la verdad.En realidad, Antonio Tovar, durante unos a?os de su vida (a?os importantes), fue un gran admirador de Hitler y Mussolini (durante los a?os ¨¢e la victoria), un predicador de antisemitismo, un voluntario para la ciudadan¨ªa en la Europa de Hitler. Y no se puede decir que ¨¦l cambi¨® de opini¨®n, sino que los vientos de la historia cambiaron de direcci¨®n, y Tovar cambi¨®, llevado por estos vientos. Tovar dej¨® de militar como fascista-nazi-falangista cuando percibi¨® que la victoria esperada y anhelada de Adolfo Hitler era imposible y para siempre.
Fue inteligente de parte de Tovar el haber reconocido su error antes que muchos otros, pero la elecci¨®n que hizo Tovar en 1936 -ya era de edad madura- escogiendo el fascismo contra el antifascismo fue un jeto que no le confiri¨® ning¨²n honor. Por eso, sin duda, sus amigos, en el momento de su muerte, han preferido callarse sobre estos a?os de su vida.
Hay indicios de que los espa?oles se han contagiado profundamente de la enfermedad francesa, la m¨¦moire courte, que es una memoria no solamente corta sino muy selectiva. He le¨ªdo en alguna parte que el Ayuntamiento de Madrid ha bautizado una calle o una plaza con el nombre de Dionisio Ridruejo, quien recorri¨® un itinerario intelectual parecido al de Tovar. Habr¨¢, sin duda, una calle con el nombre de Tovar, o un monumento (M¨¢ximo ya lo ha erigido en EL PA?S). Desde la muerte de Franco, y aun durante el Gobierno socialista, est¨¢ muy de moda dar honores a falangistas arrepentidos.
En 1989 tendr¨¢ lugar el centenario del doctor Juan Negr¨ªn. Para ¨¦l, en la Espa?a democr¨¢tica, no hay ni calle ni monumento ni nada. ?l no escribi¨® sonetos a la gloria de Hitler, Mussolini o Franco; ¨¦l no profes¨® ninguna admiraci¨®n al duce, el f¨¹hrer o el caudillo. Era un hombre honrado que luch¨® contra el fascismo, que cump!i¨® con su deber para con su pa¨ªs y a quien ¨¦ste le ha otorgado el olvido total. Quiz¨¢ sea ¨¦ste el precio que hay que pagar para la reconciliaci¨®n nacional, pero esta reconciliaci¨®n, al precio de negar la verdad hist¨®rica, se compra demasiado caro. Un pa¨ªs que no se atreve a mirar cara a cara a su propia historia se condena a la mediocridad hist¨®rica-
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