El catecismo
?Es posible, hoy, un catecismo de la Iglesia cat¨®lica id¨¦ntico para todo el mundo? El s¨ªnodo se clausur¨® con esta perspectiva, y el cardenal Oddi ha declarado que la parte dogm¨¢tica del catecismo ya est¨¢ preparada, y en el mes de enero se habr¨¢ preparado tambi¨¦n la parte relativa a la moral.El catecismo se presentar¨¢ seg¨²n la estructura tradicional de preguntas y respuestas: estructura que por s¨ª sola sugiere que cada interrogante tiene su soluci¨®n. La fe, lejos de abrir el camino hacia el misterio infinito, se convierte en un potente reflector a cuya potente luz el universo se convierte en el lugar de la claridad. La mente humana y el mundo se convierten, en la perspectiva de la Iglesia, en un colosal juego de engaste en el que cada parte maciza corresponde a un hueco. y cada hueco a una parte maciza. ?Ojala fuese verdad, cardenal Oddi, que la Iglesia pudiese ofrecer a un mundo sediento de significado, porque vive cada d¨ªa una realidad carente de sentido, una combinaci¨®n de luces y sombras tal, por la cual cada oscuridad fuese capaz de poner de relieve una claridad!
Pero la congregaci¨®n del clero no posee tal riqueza en sus manos.
El engaste del cardenal Oddi est¨¢ falseado. Las preguntas no son verdaderas preguntas, sino que se han construido ¨²nicamente en funci¨®n de las respuestas. Puesto que la respuesta ya se conoce, la pregunta se construye sobre su modelo.
La primera pregunta del catecismo tradicional dice: ?Qui¨¦n es Dios? Lo que es ya una pregunta reticente, porque oculta una respuesta no formulada, es decir, si Dios existe. En la Summa, santo Tom¨¢s comienza m¨¢s justamente con una pregunta m¨¢s radical y por tanto m¨¢s aut¨¦ntica: precisamente, si Dios existe.
Pero la pregunta que hoy ser¨ªa una verdadera pregunta no es ni siquiera la que podr¨ªa hacerse sobre la existencia de Dios. La verdadera pregunta ser¨ªa m¨¢s bien ?qu¨¦ sentido puede tener Dios respecto de la experiencia que el hombre tiene de s¨ª y del mundo?
Una vez derribado el dominio de una f¨ªsica mecanicista, la idea de una racionalidad difusa en el mundo (y quiz¨¢ concentrada tambi¨¦n en s¨ª misma) deja de ser absurda para el hombre de lo posmoderno. Lo que en cambio s¨ª es un interrogante para el hombre de hoy es la carencia de sentido de su propia existencia: ?para.qu¨¦ sirve la vida? ?Para la propia vida? ?De qu¨¦ sirve haber adquirido en el campo cultural, social, Pol¨ªtico un sentido tan neto de la libertad y de la personalidad si al final resulta in¨²til ante una realidad, y en el seno de esta realidad regida por una ca¨®tica imprevisibilidad en la que la libertad no tiene sentido?
Sobre este punto puede surgir una pregunta sobre Dios: ?Dios se halla del lado de las cosas del mundo, es decir, de la necesidad experimentada por el hombre como potencia del azar y del caos, o bien del lado de la libertad que no encuentra realidad m¨¢s all¨¢ de su deseo de s¨ª?
?stos no son interrogantes nuevos. La primera gran teolog¨ªa cristiana construida como sistema de pensamiento fue el gnosticismo antiguo, que determin¨® de hecho el propio l¨¦xico de la ortodoxia de la Iglesia que lo combat¨ªa. La teolog¨ªa como sistema racional naci¨® como pensamiento her¨¦tico, porque se planteaba preguntas demasiado radicales. Su m¨¢s decidido adversario, san Ireneo de Ly¨®n, fue el inventor del supremo argumento dogm¨¢tico: la autoridad de la Iglesia como respuesta preventiva a preguntas que deb¨ªan ser censuradas. A ¨¦ste debemos, y no es casualidad, el primer testimonio patr¨ªstico decisivo respecto de alguna forma de primado de la Iglesia romana como centro de la Iglesia universal ?Resucita hoy, en la oposici¨®n entre el catecismo del cardenal Odd? y las preguntas impertinentes de los te¨®logos que se hacen eco de las aut¨¦nticas exigencias de nuestro tiempo, la vieja oposici¨®n entre el gnosticismo y la Iglesia universal del siglo II? Parece que s¨ª, porque, a fin de cuentas, el problema de los gn¨®sticos, y el de los te¨®logos contempor¨¢neos parece el mismo: es decir, ?c¨®mo conciliar el significado de Dios con la carencia de sentido del mundo? Los gn¨®sticos comprendieron que la respuesta a la dualidad de las experiencias tra¨ªa consigo la introducci¨®n de una cierta dualidad en Dios; de ah¨ª que hiciesen una distinci¨®n entre el Padre, que vive en la luz, del creador, el demiurgo del mundo material. Nadie aceptar¨ªa hoy su idea de que la materia como tal es el mal. Pero el monote¨ªsmo r¨ªgido del Dios creador e impasible no implicado en la creaci¨®n (que tal fue la resjuesta ortodoxa al gnosticismo) no parece hoy mucho m¨¢s sostenible.
As¨ª, pues, los te¨®logos han tratado de leer el rostro de Dios en la experiencia del hombre y de leer su omnipotencia creadora como algo solidario con el esfuerzo que el hombre realiza para dar un significado a un mundo sin sentido. Han tratado de superar as¨ª la idea de un Dios inmutable e impasible, incapaz de devenir y sufrir. Pero el Dios que deviene no puede habitar todav¨ªa un catecismo, por la sencilla raz¨®n, adem¨¢s, de que todav¨ªa no ha habitado una teolog¨ªa. Pese a su buena voluntad, la teolog¨ªa de la liberaci¨®n no ha alcanzado todav¨ªa el nivel de radicalidad alcanzado, por los interrogantes posmodernos sobre Dios.
La vieja Europa es, en este momento, la patria del renacimiento de los catecismos. ?Qui¨¦n pod¨ªa pensar que la Iglesia alemana iba a ser en el s¨ªnodo la Iglesia m¨¢s conservadora? El lugar hist¨®rico de las nuevas preguntas teol¨®gicas es, sin embargo, muy difuso. Y quiz¨¢ se deba a la universalidad misma del problema por lo que la tendencia a exorcizarlo surge del coraz¨®n mismo de la Iglesia universal. Y el catecismo no es m¨¢s que la lista de la preguntas que nadie plantea y de las respuestas que nadie espera. El camino de la Iglesia es m¨¢s largo que el atajo que propone la demasiado r¨¢pida buena voluntad del cardenal Oddi.
es te¨®logo y miembro del Grupo Socialista del Parlamento Europeo.
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