Seguridad y disuasi¨®n en la ¨¦poca nuclear
GIANLUCA DEVOTO?Cu¨¢l ser¨¢ el panorama estrat¨¦gico en los pr¨®ximos, a?os? ?Qu¨¦ problemas, posibilidades y opciones tiene ante s¨ª la izquierda europea? Para un an¨¢lisis realista y eficaz de las pol¨ªticas de desarme hay que partir de un examen cuidadoso de las doctrinas relacionadas con la disuasi¨®n at¨®mica. Caracter¨ªsticas que hacen incompatibles tales doctrinas con el bloqueo de la espiral del rearme y la hip¨®tesis de guerras nucleares controladas. ?Cu¨¢l es el papel de la percepci¨®n rec¨ªprocaen las relaciones entre EE UU y la URSS? ?Por qu¨¦ todo intento de ambas superpotencias de adquirir alg¨²n tipo de superioridad se ha revelado ilusorio? ?Qu¨¦ es y c¨®modeber¨ªa funcionar la "disuasi¨®n de repulsa"? ?De qu¨¦ manera se pueden reducir las armas nucleares a un papel marginal? ?stas son las preguntas que intenta responder el autor, el italiano Gianluca Devoto, especialista en temas d¨¦ seguridad y control de armamentos del Centro Studi di Politica Internazionale.
La aversi¨®n hacia las ar¨ªn as nucleares, y en general hacia todas las armas de destrucci¨®n masiva, tiene ra¨ªces profundas. El objetivo, aunque sea a largo plazo, de abolir todas las armas nucleares es irrenunciable para quien desee un nuevo y m¨¢s justo sistema internacional que no se base en el miedo rec¨ªproco.Pero es muy diricil imaginar -si no es en un futuro que sin duda no est¨¢ pr¨®ximo, en condiciones pol¨ªticas completamente nuevas- una situaci¨®n en la que, de manera realista, las potencias nucleares renuncien a todas sus armas at¨®micas. Es suficiente que recordemos que, por desgracia, tales armas fueron inventadas y cualquiera (o casi) puede construirlas o reconstruirlas; si ¨¦stas un d¨ªa quedasen destruidas en su totalidad, el mundo podr¨ªa ser chantajeado por el primer Estado que hubiese construido alguna a escondidas. Aunque se trata de una hip¨®tesis poco plausible, en un futuro pr¨®ximo no ser¨¢n precisamente Estados Unidos y la URSS los que la hagan potencialmente practicable. Sin duda, las razonelpor las que actualmente es totalmente improba,ble un desarme nuclear completo son muy diferentes, pero ser¨ªan precisamente los mecanismos de desconfianza, como el citado antes, los obst¨¢culos de m¨¢s dificil superaci¨®n al t¨¦rmino de un proceso, aun favorable, de reducci¨®n del armamento.
En los pr¨®ximos a?os, la alternativa no va a ser entre disuasi¨®n nuclear y su superaci¨®n (que es una manera m¨¢s vaga de propugnar la abolici¨®n de las armas at¨®micas), sino que ser¨¢ entre diferentes concepciones,sobre el uso y sobre la funci¨®n de tales armas. Dada esta sittiaci¨®n, ser¨ªa absurdo que la izquierda, al desinteresarse por toda postura que no sea de rechazo total, renunciase de hecho a hacer pol¨ªtica sobre los problemas nucleares.
Es importante razonar sobre cu¨¢l va a ser el probable panorama estrat¨¦gico de los pr¨®ximos a?os, en los que la URSS y EE UU continuar¨¢n teniendo armamento nuclear y (muy probablemente, pese a eventuales acuerdos) continuar¨¢n perfeccion¨¢ndolas y poniendo al d¨ªa sus estrategias respectivas. Simplificando, podemos decir que los arsenales nucleares seguir¨¢n consider¨¢ndose como disuasorios o como instrumentos de supremac¨ªa y de presi¨®n pol¨ªtico-militar, o como armas realmente utilizables (warfighting). Digamos ya que a causa de los progresos tecnol¨®gicos hay una tendencia objetiva a trasladar el acento sobre funciones de este ¨²ltimo tipo: en efecto, est¨¢n disponibles armas cada vez1 m¨¢s precisas, m¨¢s peque?as y m¨¢s flexibles. Esto hace que la oposici¨®n sea m¨¢s dificil, pero no imposible.
Es bastante natural que acaben coagul¨¢ndose consensos sobre una postura totalmente contraria a estas ideas, en realidad demenciales, de guerras nucleares controladas m¨¢s o menos limitadas"funcional y geogr¨¢ficamente, y m¨¢s o menos dilatadas en el tiempo. En efecto, hip¨®tesis de este tipo son no s¨®lo repugnantes, sino tambi¨¦n intr¨ªnsecamente d¨¦biles, pese a las nuevas tecnolog¨ªas y toda esa ingeniosidad difundida por algunos estudiosos, atra¨ªdos por el "pensar lo impensable" y por las sugestiones del poder. Su debilidad deriva, sobre todo, de dos causas: 1. la fragilidad estructural de los sistemas de mando y control, que podr¨ªan ser destruidos por 50-100 cabezas at¨®micas del adversario. 2. La probable incapacidad, por parte de los m¨¢ximos dirigentes estadounidenses y sovi¨¦ticos, de llegar a un acuerdo para bloquear una guerra nuclear que ya haya comenzado por debajo de la rec¨ªproca destrucci¨®n generalizada.
Igualmente inaceptable, aunque quiz¨¢ menos peligrosa, es toda concepci¨®n que vea en las armas nucleares un ¨²til instrumento de presi¨®n pol¨ªtica. Tambi¨¦n en este caso debemos hablar, adem¨¢s de inaceptabilidad, de vacuidad b¨¢sica. La posesi¨®n de armas nucleares -que, en general, son instrumentos demasiado potentes como para ser utilizados de manera cre¨ªble, au en el campo pol¨ªtico- no parece haber desempe?ado hasta ahora un papel importante en determinar soluciones favorables a quien fuese, desde ese punto devista, el m¨¢s poderoso: es suficiente pensar en la crisis petrolera de 1973-1974.
Debemos observar, con todo, que precisamente la debilidad b¨¢sica de estas dos. ¨²ltimas concepciones del papel del arma nuclear estimula de manera continua y sostenida la carrera de armamentos nucleares. En efecto, las doctrinas de este tipo est¨¢n constantemente hambrientas de credibilidad, y s¨®lo con medios cada vez m¨¢s modernos y sofisticados se puede., en parte, satisfacer tal requisito.
Tambi¨¦n por esta importante raz¨®n es necesario que la izquierda se oponga sin dudarlo a toda visi¨®n operativa de la ft¨ªnci¨®n de las armas nucleares. Pero esta es una elecci¨®n bastante f¨¢cil, mientras que hay cuestiones m¨¢s sutiles. Los l¨ªmites entre las tres posibles funciones citadas de la#s armas nucleares no son netos, y los p¨²sinos que propugnan la concepci¨®n de las armas nucleares como efectivamente utilizables sostienen, en general, que ¨¦stas sirven sobre todo para reforzar la disuasi¨®n.REPRESALIA MASIVALlegados aqu¨ª, debemos examinar el concepto de disuasi¨®n en sus diferentes ramificaciones. El concepto de disuasi¨®n nuclear es confuso debido a numerosos equ¨ªvocos de diferente tipo, que debemos tratar de aclarar. El primer equ¨ªvoco es de tipo funcional, en el sentido de que pueden exigirse funciones m¨¢s o menos amplias a ladisuasi¨®n nuclear.
En primer lugar, la disuasi¨®n puede entenderse como la capacidad, por parte del pa¨ªs dotado de armas nucleares de impedir acontecimientos no deseados (incluidos, los b¨¦licos) en el resto del mundo. Desde este punto de vista, la disuasi¨®n nuclear no ha funcionado nunca, por lo que se sabe: seg¨²n la vieja definici¨®n china, las armas at¨®micas son como un "tigre de papel", y su inutilidad b¨¢sica ha sido experimentada por Estados Unidos ya desde la guerra de Corea, que estall¨® -adem¨¢s en una ¨¦poca en que exist¨ªa un monopolio estrat¨¦gico estadounidense. En todo caso, una capacidad de disuasi¨®ni segura de este tipo presupondr¨ªa, al mismo tiempo, la existencia de una cre¨ªble crueldad hitleriana y un tipo de dominio mundial (y nuclear) aplastante, pero totalmente inimaginable ya. De hecho, ning¨²n pa¨ªs se hace ilusiones sobre sus posibilidades de poder tender hacia ese objetivo.
Una segunda funci¨®n es la de la llamada "disuasi¨®n extensa". Se trata, en t¨¦rminosmenos especializados, de la garant¨ªa nuclear que una de las superpotencias ofrece a sus aliados para impedir eventuales ataques militares por parte del otro bloque. En Occidente, el debate sobre lo apropiado de la estrategia de la OTAN gir¨® siempre alrededor de este tema: dada por sentada -es probable que err¨®neamenteuna notable inferioridad de las fuerzas convencionales de la OTAN respecto del Pacto de Varsovia, la seguridad de los pa¨ªses de Europa Occidental deber¨ªa quedar garantizada as¨ª por una potencial intervenci¨®n nuclear de Estados Unidos.
En los a?os cincuenta estaba en auge la estrategia de la "represalia masiva", que preve¨ªa un inmediato contraataque nuclear de Estados Unidos contra territorio sovi¨¦tico, -como reacci¨®n contra toda acci¨®n militar agresiva sovi¨¦tica en Europa. Esta doctrina era posible dada la superioridad nuclear b¨¢sica de Estados Unidos que, con sus bombarderos, ten¨ªan capacidad para alcanzar y atacar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mientras que no era verdad (o era muy dudoso) lo contrario. A comienzos de los a?os sesenta, cuando tambi¨¦n Estados Unidos se hizo vulnerabe ante los misiles bal¨ªsticos sovi¨¦ticos, perdi¨® cr¨¦dito con rapidez la idea, demasiado simple, de represalia nuclear global incluso en caso de ataque convencional. Y se lanz¨® fatigosamente la nueva estrategia de la "respuesta flexible" (adoptada en 1967), que presum¨ªa, en cambio, en caso de agresi¨®n con armas convencionales, la posibilidad de actuar una "escalada" nuclear limitada, es decir, de utilizar los primeros armas nucleares t¨¢cticas. Tambi¨¦n en este caso la credibilidad de la nueva doctrina se basaba en cierta superioridad de Estads Unidos en el ¨¢mbito de tales armas. Pero en los a?os setenta tambi¨¦n esta ilusi¨®n se desvaneci¨®, y la estrategia de la "respuesta flexible" acabar¨¢ entrando en crisis.
Parece l¨ªcito afirmar, pues, que toda pretensi¨®n de funcionamiento seguro y satisfactorio de la disuasi¨®n "extensa" se basa sobre cierto margen de superioridad nuclear, al menos en armas nucleares t¨¢cticas. Sin este margen la disuasi¨®n "extensa" puede tener un valor residual, en el sentido de que la mera existencia de armas nucleares por parte de ambos bloques hace que cualquier ataque convencional sea mucho m¨¢s arriesgado.
La tercera funci¨®n atribuida a la disuasi¨®n es la de ofrecer una completa garant¨ªa de que el adversario no va a desencadenar un ataque nuclear., Para esto, deber¨ªa ser suficiente tener simplemente capacidad de dar el "segundo golpe", o bien tener garantizada la capacidad para dar una respuesta nuclear devastadora, que convierta el "primer golpe" del otro en algo completamente insensato. Una potencialidad para el "segundo golpe" deriva, para Estados Unidos y la URSS, de la invulnerabilidad de conjunto de que gozan los numerosos submarinos dotados de misiles estrat¨¦gicos. Desde este punto de vista, la disuasi¨®n nuclear "finita" -como se llama para diferenciarla de la "extensa"- funciona, y es muy s¨®lida.
En los ¨²ltimos a?os tambi¨¦n la disuasi¨®n "finita" ha sido puesta en entredicho, dando cr¨¦dito a complicadas hip¨®tesis sobre intercambios nucleares en los que el atacante obtendr¨ªa ventajas sustanciales. Entre otras cosas, toda la "filosof¨ªa" de la defensa estrat¨¦gica se basa en conjeturas de este tipo. Esto introduce otros argumentos: los de las concepciones de la disuasi¨®n y de los juicios de conformidad entre instrumentos b¨¦licos y estrategias.
AMENAZAS CRE?LES
Como ha quedado claro en los ¨²ltimos tiempos, las mismas concepciones de la disuasi¨®n nuclear var¨ªan sobre un espectro m¨¢s bien amplio. Esquematizando podemos reducirlas a dos: "disuasi¨®n punitiva" (deterrence by punishment) y "disuasi¨®n de repulsa" (deterrence by denial).
La disuasi¨®n punitiva es la m¨¢s conocida en Occidente, y pone su acento en la amenaza de chantaje nuclear como respuesta a ataques enemigos bien definidos. En el caso de la disuasi¨®n finita se trata, como se dijo antes, de ser capaz de reaccionar por medio de un contraataque nuclear a un primer ataque at¨®mico del otro. El MAD (Mutual Assured Destruction, destrucc¨ª¨®n rec¨ªproca garantizada) de Robert S. MeNamara, que tuvo el m¨¦rito de subrayar por primera vez la simetr¨ªa nuclear entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se hac¨ªa eco pre4pisamente de esta situaci¨®n de disuasi¨®nfinita rec¨ªproca. Esta concepci¨®n ha tenido siempre encarnizados opositores, que la consideran a un tiempo b¨¢rbara e insuficiente: b¨¢rbara, porque la represalia afectar¨ªa, sobre todo, a la poblaci¨®n civil; insuficiente, porque est¨¢ demasiado ligada a la'racionalidad del enemigo y a un ¨²nico tipo de respuesta anormal, que quiz¨¢ no es del todo cre¨ªble, y que podr¨ªa ser puesta a prueba.
La disuasi¨®n de repulsa se basa, en cambio, en arrebatar al adversario toda esperanza de poder vencer o al menos de poder obtener ventajas de una guerra nuclear. En cierto modo, esta disuasi¨®n es m¨¢s sofisticada intelectualmente, porque prev¨¦ situaciones que est¨¢n m¨¢s de acuerdo con la visi¨®n cl¨¢sica de conducci¨®n de la guerra, seg¨²n varias hip¨®tesis para las que debemos estar preparados. Por lo que respecta al armamento que la hace posible, la disuasi¨®n de repulsa tiende a acercarse, hasta confundirse con ellas, a las estrategias warfighting, que presuponen conflictos at¨®micos en los que se combate realmente; en efecto, para que pueda resultar plenamente cre¨ªble y eficaz (y es esto precisamen¨ªe lo que sus propugnadores exigen), es necesario que el pa¨ªs que la adopta tenga la capacidad suficiente para combatir y noperder los distintos tipos imaginables de conflicto nuclear. La diferencia reside en las intenciones: pues ¨¦sta es, pese a todo, una estrategia para evitar la guerra, y las dem¨¢s, en cambio, deber¨ªan mantener abierta tambi¨¦n la opci¨®n de dar comienzo a una guerra nuclear.
Actualmente en Estados Unidos la doctrina. es la llamada countervailing strategy, t¨ªpica estrategia disuasoria de repulsa, adoptada en los ¨²ltimos tiempos en la Administraci¨®n Carter. En palabras de Harold Brown, entonces secretario de Defensa, lo que se intentaba era "dejar claro a la URSS que ning¨²n tipo de agresi¨®n que conlleve el uso de armas at¨®micas de cu¨¢lquier forma y en cualquier momento podr conducirla a alguna forma de victoria". De hecho, en el campo operativo, se daba cada vez mayor importancia y relieve a la capacidad de contrafuerzas para destruir el n¨²cleo de las fuerzas estrat¨¦gicas sovi¨¦ti-
cas (misiles, centros de mando y control. _..). Con la llegada al poder de Reagan y de Weinberger al Departamento de Defensa, la countervailing strategy ha tenido interpretaciones mucho m¨¢s exigentes, sobre todo en lo referente a la capacidad de combatir guerras nucleares dilatadas en el, tiempo (hasta seis meses); sin dejar el orden de ideas de la repulsa, ha vuelto a salir a la supeficie rotundamente el objetivo de la defensa estrat¨¦gica, que hab¨ªa sido descartado por Estados Unidos hace 15 a?os. Por otro lado, la Uni¨®n Sovi¨¦tica (y la misma China) tiene concepciones estrat¨¦gicas sensiblemente diferentes de las occidentales, que pueden incluirse en la categor¨ªa de la -disuasi¨®n de repulsa. Para la URSS pueden sugerirse' varias razones para explicarla, como la b¨²squeda casi obsesiva de amplios m¨¢rgenes de seguridad militar para impedir cualquier acontecimiento negativo tras las tr¨¢gicas experiencias del pasado, o como el principio ideol¨®gico de que el Estado l¨ªder del mundo socialista ha de sobrevivir a toda costa y no puede depender de una incierta razonabilidad de los pa¨ªses capitalistas. El pensamiento estrat¨¦gico sovi¨¦tico se basa en la idea de que para disponer de una eficaz disuasi¨®n no se puede contar solamente con la amenaza de represalia sino que se debe tener la capacidad de combatir una guerra (que ser¨ªa total y no s¨®lo nuclear limitada: esta es una diferencia importante respecto de las hip¨®tesis m¨¢s refinadas, pero tambi¨¦n m¨¢s demenciales, de los halcones estadounidenses), y en este panorama toda forma de defensa estrat¨¦gica puede resultar ¨²til. No debemos olvidar, al respecto, que la URSS ha tratado de organizar siempre, aunque sin gran convicci¨®n y prioridad, diversos programas tanto de defensa civil como de defensa activa antimisiles (estos ¨²ltimos fueron limitados dr¨¢sticamente por el tratado ABM de 1972). Tambi¨¦n la URSS, con su peculiar doctrina estrat¨¦gica de repulsa, que por otro lado no est¨¢ muy clara, y con sus masivos programas nucleares que son su consecuencia, suscita, como Estados Unidos, las sospechas del enemigo.LA MEJOR GARANT?AOtro importante punto que hay que subrayar es el de la gran diversidad de opiniones sobre las condiciones que satisfacen algunos conceptos abstractos, como seguridad, disuasi¨®n en sentido amplio y disuasi¨®n nuclear. Son conceptos cuya caracter¨ªstica com¨²n es carecer de un l¨ªmite superior: podemos imaginamos siempre, para cada caso, que queremos o podemos alcanzar un super¨¢vit que permita mejorar ulteriormente la posici¨®n del pa¨ªs propio en el campo internacional.
Pero ?cu¨¢ndo deber¨ªamos detenernos? ?Cu¨¢ndo se poseen las suficientes armas como para satisfacer las exigencias de disuasi¨®n nuclear y, de manera m¨¢s general, de seguridad? S¨®lo podremos saberlo gracias al sentido com¨²n o, mejor a¨²n, gracias ¨²nicamente a una razonada decisi¨®n pol¨ªtica. En teor¨ªa, deber¨ªamos detenemos cuando las desventajas, en la pol¨ªtica internacional (por ejemplo, las tensiones o los procesos de rearme que derivan de ellas), superan las ventajas de car¨¢cter militar, que son unilaterales y a corto plazo.
Esta ¨²ltima observaci¨®n evoca otra: la seguridad y, por tanto, tambi¨¦n la disuasi¨®n nuclear de cada uno de los actores del escenario internacional no es independiente de la de los dem¨¢s. M¨¢s all¨¢ de cierto l¨ªmite, la b¨²squeda de una mayor seguridad por parte de un pa¨ªs s¨¦ convierte, en la percepci¨®n de los dem¨¢s un juego de suma cero desarrollado en detrimento de la propia seguridad.
En el campo nuclear, cada intento de una de las dos superpotencias para hacerse con alg¨²n tipo de superioridad ha resultado ilusorio y peligroso. Ilusorio, porque se trata en todos los casos de ventajas marginales y de breve duraci¨®n; peligroso, por el conjunto de efectos negativos en las relaciones entre EE UU y URSS. El examen de las distintas acepciones, concepciones y percepciones de la disuasi¨®n muestra. c¨®mo s¨®lo una vuelta a un tipo de disuasi¨®n m¨ªnima -es decir, finita, punitiva y razonable- puede no implicar, o no hacer temer, formas inaceptables de superioridad y, por tanto, puede no alimentar la espiral del rearme.
El concepto de disuasi¨®n punitiva no es, sin duda, especialmente atractivo, y evoca oscuros episodios b¨¢rbaros. Con todo, no hay que olvidar que el verdadero objetivo de una pol¨ªtica de seguridad ha de ser el de reducir al m¨ªnimo los peligros de guerra y, en particular, de guerra nuclear. Lo que es esencialmente un problema pol¨ªtico, pero tambi¨¦n un problema t¨¦cnico. No hay duda de que los peligros de guerra nuclear ser¨¢n menores si el papel de las armas at¨®micas queda reducido al de disuasor extremo contra un ataque estrat¨¦gico enemigo. Esto es verdad no s¨®lo porque las nuevas armas propugnadas por las nuevas estrategias sean objetivamente desestabilizantes, sino porque los exasperados procesos de rearme que derivan de ello son, a su vez, fuente de peligro y envenenan todo el Clima de la pol¨ªtica internacional.
Podemos preguntarnos si la adopci¨®n de doctrinas estrat¨¦gicas de disuasi¨®n m¨ªnima por parte de Estados Unidos y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica es o no un objetivo realista. Y es l¨ªcito que dudemos; antes bien, a corto-medio plazo -podemos estar seguros de que no va a ser as¨ª, -sobre todo si tenemos en cuenta la tendencia tecnol¨®gica hacia armas cada vez m¨¢s sofisticadas. .Pero no explorar a fondo y no luchar por esta posibilidad representar¨ªa una rendici¨®n ante las graves tendencias actuales, que poseen en s¨ª realmente un componente de paranoia. Dada la enorme capacidad de destrucci¨®n incluso de un peque?o n¨²mero de armas at¨®micas, ?qu¨¦, significa ser capaz de hacer frente a todo tipo de conflicto nuclear? Nada, aparte de la capacidad de reacci¨®n, que ya existe y que es superabundante. La ¨²nica posibilidad de victoria nuclear se basa en la no respuesta del agredido, el cual sufrir¨ªa un primer golpe contra sus propias instalaciones estrat¨¦gicas sin reaccionar, por temor a ser destruido definitivamente en un segundo tiempo. Pero ?puede pensarse que el agresor act¨²e irreflexivamente, estimando que el enemigo no va a reaccionar9 Cualquier persona normal contestar¨ªa no.
Si bien en la actualidad los escenarios de este tipo ocupan las reflexiones de numerosos planificadores de la defensa, no hay por qu¨¦ dar por sentado que estemos ante una l¨ªnea de tendencia irreversible, debido tambi¨¦n a la enormidad de los costes de los futuros sistemas de armamento. En efecto, con una oportuna dosis de voluntad pol¨ªtica, de revisi¨®n de las estrategias sobre la base de consideraciones de coste/ eficacia/peligro, de acuerdos de control cualitativo y cuantitativo de armamentos y de medidas de confianza rec¨ªproca, es posible imaginar que se puedan reconducir las armas nucleares a un papel marginal, mucho menos peligroso.Se est¨¢ delineando en la izquierda europea una nueva concepci¨®n y visi¨®n de la seguridad. Los conceptos fundamentales son dos: 1. La seguridad deber¨ªa basarse menos en factores militares que en relaciones positivas de interdependencia y cooperaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica; todo esto debe verse como un proceso en el que el peso de los factores. militares tiene tendencia a disminuir. 2. Tambi¨¦n por lo que respecta a la esfera militar habr¨¢ que en contra preferiblemente la seguridad junto con el potencial adversario, tendr¨¢ que ser contratada y compartida en la medida de lo posible, pero no deberemos tratar de alcanzarla obteniendo ventajas unilaterales en detrimento de los dem¨¢s; por el contrario, es posible, mediante acuerdos oportunos, aumentar la seguridad de ambos.
En el proceso de la deseada disminuci¨®n del peso de los factores militares, no podemos dejar de destacar la idea del equilibrio de fuerzas, considerado como condici¨®n t¨¦cnica para que en un determinado contexto pol¨ªtico reduzca al m¨ªnimo las posibilidades de conflicto, precisamente a causa de la incertidumbre sobre su resultado. Sin embargo, no debemos convertir en fetiche el concepto de equilibrio militar, en el que entran en juego demasiados elementos dif¨ªciles de calcular. El punto m¨¢s importante que debemos comprender es que basta que se d¨¦ un equilibrio esencial, es decir, que no se d¨¦ un desequilibrio global suficientemente neto que pueda favorecer tentaciones agresivas por parte del m¨¢s fuerte. Si excluimos esta ¨²ltima hip¨®tesis, cualquier otra situaci¨®n de fuerzas contrapuestas debe considerarse equilibrada. Este tipo de equilibrio esencial no es delicado, y puede subsistir aunque se den desequilibrios sectoriales acentuados. Esto es especialmente cierto en el campo nuclear, en el que la idea de equilibrio -y se trata de un equilibrio estructural, no num¨¦rico- coincide m¨¢s netamente a¨²n con la disuasi¨®n rec¨ªproca. De esta definici¨®n razonable del equilibrio militar, y de la renuncia a obtener m¨¢rgenes de superioridad o de super¨¢vit de seguridad unilateral injustificada, derivan consecuentemente algunos objetivos a medio plazo, relacionados con la seguridad europea y mundial, objetivos que se est¨¢n abriendo camino entre las izquierdas: la disuasi¨®n m¨ªnima a nivel estrat¨¦gico, la renuncia gradual a la disuasi¨®n nuclear extensa y la consiguiente reducci¨®n del papel de las armas nucleares t¨¢cticas en Europa, la creaci¨®n de zonas desnuclearizadas, la mayor importancia atribuida a los equilibrios convencionales que, sin embargo, ser¨ªa preferible reforzar mediante acuerdos, la progresiva caracterizaci¨®n de los armamentos de los dispositivos de las organizaciones militares y de las estrategias en sentido defensivolno amenazador, la estrecha conexi¨®n entre programas militares, control del armamento y medidas de confianza rec¨ªproca.
QU? PUEDE HACER EUROPA Los pr¨®ximos 10 a?os van a ser probablemente decisivos en el ¨¢mbito estrat¨¦gico-militar. Si la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) de Reagan despegase definitivamente -y lo sabremos en los primeros a?os noventa-, los efectos ser¨ªan sin duda desastrosos: a. Importante aumento de las tensiones, de inestabilidad estra t¨¦gica y del peligro objetivo de guerra. b. Una nueva y desenfrenada fase de rear me nuclear, con una carrera entre ofensa y defensa que alimentar¨ªa ulteriormente la competici¨®n entre Estados Unidos y la URSS. c. Abandono del Tratado ABM. d. Probable colapso de todas las negocia ciones sobre control de armamento. En cambio, si la SDI fracasase, las perspectivas ser¨ªan mucho mejores. En la situaci¨®n actual, y pese a los clamores de la propaganda, es esta ¨²ltima la hip¨®tesis m¨¢s probable. Podemos imaginar, por ejemplo, que el programa de Reagan se desmorone a fines de 1989, cuando haya llegado a su fin una primera fase de investigaci¨®n y desarrollo, cuyo costo previsto es de 26.000 millones de d¨®lares; ello podr¨ªa depender de un cambio de pol¨ªtica, o de resultados demasiado exiguos en t¨¦rminos de costo/eficacia, o bien de posibles acuerdos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Es dif¨ªcil decir qu¨¦ influencia puede tener Europa en esta futura y crucial decisi¨®n estadounidense. Una izquierda europea que supiese proponer un plan de seguridad y defensa coherente, cre¨ªble e innovador podr¨ªa dar una contribuci¨®n importante a la deseable y posible derrota de los prop¨²gnadores de las tesis conservadoras en la Alianza Atl¨¢ntica.
Los ataques indiferenciados contra la disuasi¨®n nuclear, justificados por la consideraci¨®n obvia de que la verdadera seguridad es otra cosa, pueden tener consecuencias negativas, al ofrecer argumentos a los ultras, que intentan aprovechar la preocupaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Los halcones estadounidenses, con el fin de sostener sus exigencias de rearme, utilizan alternativamente dos argumentos contra dictorios: en ciertos casos dicen que las nuevas armas deber¨ªan servir para supe rar la disuasi¨®n; en otros afirman que son necesarias para reforzarla. Es lo que ha sucedido tambi¨¦n con la guerra de las galaxias: Reagan ha declarado solemnemente que la SDI aspira a hacer impotentes y obsoletas a las armas nucleares; Brzezinski y Kampelman insisten, por el contrario, en lo que la defensa estrat¨¦gica puede apor tar para revigorizar la eficacia disuasoria de tales armas. Sea como sea, uno de los argumentos fuertes en favor del rearme nuclear ha sido siempre el de la falacia (artificiosamente exagerada) de la disuasi¨®n. Hasta ahora las tesis como ¨¦sta, cuando han acabado prevaleciendo, han desem bocado de manera natural no en una disminuci¨®n, sino en el desarrollo, cuantitativo y cualitativo, de las armas nucleares.
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