Fidelidad a Beethoven
El II Festival de Canarias est¨¢ en marcha y sus primeras manifestaciones, en el teatro P¨¦rez Gald¨®s de Las Palmas y en el Guimer¨¢ de Santa Cruz de Tenerife, se cuentan por ¨¦xitos: los de la Sinf¨®nica de Londres (v¨¦ase EL PA?S de ayer), el violinista Kremer y los directores Herbig y Bragado Darman han sido excepcionales.
Ya en su primer concierto el festival nos ha deparado una versi¨®n de las que se graban en la memoria: la del concierto en re, para viol¨ªn y orquesta, de Beethoven, obra tan frecuentada y que sin embargo el solista sovi¨¦tico Guidon Kremer ha convertido en experiencia in¨¦dita. Parec¨ªa que escuch¨¢bamos el concierto por vez primera pues el violinista, perfectamente seguido por el director y los sinf¨®nicos londinenses, derroch¨® fantas¨ªa, sin por ello traicionar los pentagramas beethovenianos.
No es infidelidad, sino todo lo contrario, hacer tabla rasa de muchos conceptos convencionales que el h¨¢bito ha revestido de respetable tradici¨®n. La misma naturaleza del genio beethoveniano parece invitar a interpretaciones rebeldes, m¨¢s a¨²n si la rebeld¨ªa aumenta la belleza y profundiza en la sustancia musical.
Tensi¨®n
Tras un allegro inicial entendido desde la expresi¨®n como estructura, el larghetto nos descubri¨® la m¨¢s emocionante ultimidad l¨ªrica del int¨¦rprete y de la obra interpretada. Es imposible cantar mejor, mantener con m¨¢s alta imaginaci¨®n la tensi¨®n y, al mismo tiempo, conseguir que esta tensi¨®n aparezca con esp¨ªritu y maneras leves como si se tratase de m¨²sica de c¨¢mara. A partir de esta t¨®nica noble e intimista, Kremer se adentr¨® por la gracia del rond¨®, exactamente acentuado y respirado, a trav¨¦s de una visi¨®n creativa en la que la naturalidad puede llamarse genio.No hablaremos de virtuosismo pues el de Kremer es legendario y restall¨® sobre el auditorio en la culminaci¨®n de las bellas e interesantes cadencias que compusiera Busoni para Joseph Szigeti. La fuerza de convicci¨®n fue tan grande en el solista que los instrumentistas brit¨¢nicos parec¨ªan obedecer a su fascinaci¨®n antes todav¨ªa que al buen orden, equilibrio y claridad impuestos por el maestro Herbig. Virtudes que el director alem¨¢n demostr¨® en la Primera sinfon¨ªa de Brahms, a la que, sin embargo, falt¨® la visita de una gran dama: do?a inspiraci¨®n creadora. Y es ella la que puede convertir al buen ejecutante en verdadero int¨¦rprete capaz.
Bragado es titular de la Filarm¨®nica de Gran Canaria desde hace casi un a?o y disfruta de una estimaci¨®n que nada puede extra?arnos a quienes cre¨ªmos en su talento y en su seriedad. La actuaci¨®n al frente de la Orquesta Sinf¨®nica de Londres ten¨ªa aqu¨ª un cierto car¨¢cter de gran alternativa que no se vio defraudada.
Tras la obertura de los maestros cantores -en la que los excelentes metales de la orquesta desdijeron un tanto su prestigio- el poema Muerte y transfiguraci¨®n y La s¨ªnfon¨ªa Tit¨¢n daban ocasi¨®n de enfrentar el genio de Strauss y el de Mahler, no tan antit¨¦ticos en el fondo como hace presumir la forma.
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