El sonido del silencio
Ingmar Bergman realiz¨®, en 1963, El silencio, con Ingrid Thulin y Gunnel Lindblom, dos actrices habituales en su filmograf¨ªa, de protagonistas. La pel¨ªcula fue duramente contestada, provoc¨® cortocircuitos en varias censuras -no en la nuestra, que tuvo muy claro desde el principio que aquello no entraba, y de hecho no entr¨® hasta 1975, cuando ya hab¨ªamos consumido la mayor¨ªa de gritos y susurros del cineasta sueco- y levant¨® pol¨¦micas.La verdad es que fue una obra muy propia de los a?os sesenta; la incomunicaci¨®n humana, el silencio de Dios y el planteamiento psicologista de los temas se llevaban mucho aquella temporada. Aunque hay que reconocer que si bien la moda impon¨ªa un gusto por lo herm¨¦tico, Bergman no era hombre que se apuntara al carro de las modas. Su coincidencia con ellas fue pura casualidad: 10 a?os llevaba el realizador haciendo de Bergman y a¨²n le quedaban otros 20 hasta nuestros d¨ªas para seguir practicando la coherencia. ?l no ha cambiado; su p¨²blico, s¨ª.
El silencio se emite hoy, a las 22
10 horas, por TVE-2.
El silencio, hoy, con la perspectiva del tiempo y el tiempo de la perspectiva, sigue siendo un filme ¨²til, extraordinariamente ¨²til. Sus angustias, los entramados de esa acongojante historia entre dos hermanas (la una, racional; intuitiva la otra), siguen conserv¨¢ndose tan frescas -y tan duras- como en su momento.
Entre otras razones, porque Bergman nos relat¨® un problema intemporal -a pesar de observarse, como en toda obra inteligente, una sociedad muy concreta de fondo-, como intemporal es la duda kierkergaardiana que fluy¨® constantemente en su obra, especialmente en esta trilog¨ªa (falsa) que El silencio cierra y Como en un espejo y Los comulgantes completan. Una intemporalidad y una universalidad que nos afectan a todos y que ejemplifica ese idioma extra?o, inintel¨ªgible, que o¨ªmos pronunciar en el mundo exterior de las hermanas, que puede ser un resumen de todos los idiomas o, acaso, de la vacuidad del verbo, del ser humano pensante y parlante.
Porque, en ¨²ltima instancia, lo que priva en la pel¨ªcula, como ya su mismo t¨ªtulo nos advierte, es el silencio. El silencio y lo que ello conlleva: la soledad, la incapacidad de comunicaci¨®n, la desesperanza. No puede, por mucha metarisica que su discurso encierre, sustraerse nadie a ese torrente de verdades y obsesiones humanas que El silencio transmite con toda intensidad.
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