Enrique Tierno, el 'b¨²ho rojo' que lleg¨® a regidor para hacer de la ciudad un pueblo grande
JAVIER VALENZUELA, Vest¨ªa un terno gris perla, los espesos cristales de las gafas le daban aire de sabio despistado, y agitaba la mano derecha con tono de padre prefecto. Era un pol¨ªtico en activo que hab¨ªa llegado en coche oficial y con guardaespaldas, un moralista calvo que hablaba de tolerancia y paciencia y recomendaba leer, sobre todo leer. O sea, aquel se?or reun¨ªa todos los requisitos para ser abucheado por las decenas de lobos solitarios que bronceaban sus tatuajes en el patio de la tercera galer¨ªa de Carabanchel. Y, sin embargo, cuando termin¨® de hablar, la reuni¨®n de presuntos atracadores, violadores y homicidas que aguantaban un calor africano entre las cuatro tapias de cemento rompi¨® a aplaudir como si les hubiera hablado Espartaco para prometerles la libertad.
Eso pas¨¦ en junio de 1985, y el Enrique Tierno que se dirig¨ªa a los reclusos de la tercera de Carabanchel ya era un hombre tocado por una enfermedad implacable. Pero no se notaba. Era como aquel d¨ªa de la primavera de 1983 en que habl¨® a cientos de vecinos de Vallecas congregados en un cine de la barriada. Tierno hac¨ªa campa?a para conseguir su reelecci¨®n como alcalde de Madrid, pero su discurso no tuvo ninguna referencia a alumbrado, tasas y otras preocupaciones materiales de la vecindad.
No. Tierno, al que sus colaboradores llamaban entonces ET, como el entra?able extraterrestre de la pel¨ªcula de Spielberg, habl¨® a los vallecanos de ¨¦tica y est¨¦tica en un lenguaje de c¨¢tedra. Fue una lecci¨®n magistral, el p¨²blico entendi¨® de la misa la mitad, pero agradecieron que se les tratara como adultos cultos con una ovaci¨®n.
Madrid y la localidad soriana de Valdeavellano de Tera se disputan el honor de haber sido las cunas de ese ins¨®lito pol¨ªtico que se gan¨® el cari?o de los rockeros el d¨ªa en que llam¨® John Lennox al difunto miembro de los Beatles. El cari?o fue locura cuando, a la vuelta de un viaje a Londres, se lament¨® de que le hubieran tenido todo el tiempo en museos. Habr¨ªa preferido alg¨²n concierto de rock. Hasta hab¨ªa previsto un tocado especial para la ocasi¨®n: un casco de bombero.
Madrile?o por derecho
El nacimiento en Madrid, el 8 de febrero de 1918, fue accidental. Su familia era, en efecto, de Valdeavellano, y fue all¨ª donde el que luego ser¨ªa catedr¨¢tico y alcalde pas¨® su infancia. En una ocasi¨®n, Tierno declar¨® que el lenguaje de sus bandos, "el sabor r¨²stico del idioma", era el de los campesinos sorianos.
La condici¨®n de madrile?o se la gan¨® Tierno con el tiempo y con creces. En 1934 comenz¨® sus estudios de Derecho en la universidad de Madrid, donde sus compa?eros de derechas le llamaban el b¨²ho rojo por sus ideas, sus gruesas lentes y su encorvado andar. Ya era agn¨®stico y de izquierdas. Dos a?os despu¨¦s, las facultades madrile?as fueron escenario de luchas terribles, en las que Tierno particip¨® en el bando republicano. Eso le cost¨® la primera represalia. Terminada la guerra civil, iba ¨¦l por una calle madrile?a, un sargento provisional le pidi¨® la documentaci¨®n, ense?¨® la ¨²nica que ten¨ªa, la cartilla militar republicana, y acab¨® entre alambradas.
Tras las vacaciones en un campo de concentraci¨®n, Enrique Tierno reanud¨® sus estudios de leyes, que concluy¨® en 1942. Dos a?os despu¨¦s se convirti¨® en licenciado en Filosof¨ªa y Letras; y al siguiente, en doctor en Derecho, con una tesis sobre la influencia de T¨¢cito en el Siglo de Oro espa?ol.
En 1948, Enrique Tierno se present¨® a oposiciones a catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico. El gallego Manuel Fraga consigui¨® la primera plaza; y el hijo de sorianos, la segunda. Ejerci¨® en la universidad de Murcia durante cinco a?os, y desde all¨ª fue trasladado a la de Salamanca. Sus clases salmantinas eran tan concurridas que las empezaba con un: "Queridos alumnos, queridos instrusos...". Comenz¨® entonces su actividad de opositor al r¨¦gimen franquista, y el bolet¨ªn de su c¨¢tedra se convirti¨® en ¨®rgano de expresi¨®n de profesores y estudiantes dem¨®cratas.
Cuando alcanz¨® la c¨¢tedra, vest¨ªa ya en invierno y verano con chaleco y chaqueta cruzada de colores oscuros y reloj de bolsillo con esclavina de plata. Hab¨ªa descubierto que era at¨¦rmico. Le gustaba andar, y se aburr¨ªa conduciendo. En su vida s¨®lo tuvo un coche, un dos caballos que revendi¨® pronto.
Pero el ya c¨¢tedro no ten¨ªa pelos en la lengua, y en una conferencia de 1954, la inaugural del curso del Instituto de Estudios Pol¨ªticos, dependiente del Movimiento, dio a conocer sus ideas marxistas. Lo pag¨® tres a?os despu¨¦s, encarcelado en Carabanchel por promover una asociaci¨®n europe¨ªsta.
Detenciones y multas llovieron en adelante sobre el profesor, que encam¨® mejor que nadie la oposici¨®n intelectual al r¨¦gimen. Incluso ya muerto el dictador, en mayo de 1976, Enrique Tierno fue interrogado por un juez del Tribunal de Orden P¨²blico en la cl¨ªnica donde convalec¨ªa de una operaci¨®n de desprendimiento de retina. El franquismo, seg¨²n el Tierno moralista, fue "una forma pol¨ªtica definida sobre todo por la corrupci¨®n".
Pero el hito decisivo en la biograf¨ªa universitaria de Enrique Tierno fue la expulsi¨®n, por orden gubernativa y "de por vida", de la c¨¢tedra de Salamanca, en marzo de 1965. Junto a los tambi¨¦n catedr¨¢ticos Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren y Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, que sufrieron su misma suerte, hab¨ªa manifestado su solidaridad con las protestas estudiantiles.
No volvi¨® a pisar un aula hasta el 10 de febrero de 1976, ni m¨¢s ni menos que la magna de la facultad de Filosofia de la Complutense. Cuando entr¨® el catedr¨¢tico represaliado 11 a?os antes, las 3.000 personas que abarrotaban el local guardaron un silencio tanto m¨¢s estremecedor por la ovaci¨®n que le sigui¨® y que se transform¨® en un clamor de "Amnist¨ªa, amnist¨ªa". En contra de lo que cre¨ªan los represores franquistas, pocas cosas son "de por vida".
Durante su apartamiento forzoso de la ense?anza, Tierno dio clases particulares en Madrid, residi¨® durante largos per¨ªodos en universidades de Estados Unidos, ejerci¨® como abogado defensor de presos pol¨ªticos y, sobre todo, comenz¨® a congregar a socialistas que discrepaban de la l¨ªnea del viejo PSOE, capitaneado entonces desde Toulouse por Rodolfo Llopis.
En 1967, Tierno fund¨® en la clandestinidad el Partido Socialista del Interior, que en 1974 cambi¨® su nombre por el de Partido Socialista Popular (PSP). En aquellas tiempos, tan cercanos y tan lejanos a la vez, Tierno era ya el viejo profesor. No fumaba, beb¨ªa s¨®lo una copita de an¨ªs de cuando en cuando y hab¨ªa encabezado un librote titulado Acotaciones a la historia de la cultura occidental en la edad moderna con una cita de Guillermo Brown, el pecoso bebedor de agua de regaliz y jefe de los Proscritos de las novelas de Richmal Crompton.
Una vez integrado en el PSOE, sus diferencias con Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra -secretario y vicesecretario generales- han sido un secreto a voces, pero los dirigentes socialistas nunca han osado meter en cintura a este personaje, cuyo tir¨®n popular en Madrid era muy superior al de las siglas PSOE. Y ello, pese a que hasta el ¨²ltimo momento afirm¨® sin recato que hay que salir de la OTAN "por patriotismo" y pese a que siempre fuera partidario de gobernar en el Ayuntamiento de Madrid con la colaboraci¨®n de los comunistas.
El momento culminante de la carrera pol¨ªtica de Enrique Tierno, el hito que le permiti¨® desarrollar con entera libertad su car¨¢cter, serio y flem¨¢tico por fuera, terriblemente zumb¨®n por dentro, fue su elecci¨®n como alcalde de Madrid en abril de 1979.
Casado con Encarnaci¨®n P¨¦rez Rela?o -do?a Encarnita para los pr¨®ximos al viejo profesor- y padre de dos hijos, uno de los cuales muri¨® en el decenio de los sesenta, Tierno ha vivido durante los ¨²ltimos a?os en la calle de Ferraz, junto al paseo de Rosales y el parque del Oeste.
Una ciudad para veranear
El Madrid con el que Tierno so?¨® durante sus casi siete a?os de alcalde era una ciudad abierta y tolerante, con patos en el Manzanares, simones en el parque del Retiro, fiestas, muchas fiestas populares, plazas dise?adas por artistas superrealistas y bibliotecas en todos los barrios. Una ciudad sin el "estorbo" del scalextric de Atocha, sin la presencia cercana de la base de Torrej¨®n de Ardoz, y donde se pudiera veranear.
?l mismo lo hac¨ªa, con sus desayunos en el caf¨¦ Comercial, sus ratitos de lectura de novela negra en un Ayuntamiento casi vac¨ªo, sus cenas en el restaurante Los Porches, sus siestas y un ratito de verbena nocturna en el barrio de Lavapi¨¦s.
Tierno lleg¨® siempre a los incendios y otras cat¨¢strofes urbanas al mismo tiempo que los bomberos. Lo ten¨ªa dicho a la Polic¨ªa Municipal: "Cuando pase algo grave, ustedes me llaman, me sacan de la cama si es menester". El Madrid de Tierno era una ciudad en la que no ten¨ªan cabida visitantes que, como Ronald Reagan, la desairaban al no acudir al Ayuntamiento. Un espacio plural en el que se hac¨ªan fiestas africanas para elegir misses negras, a las que el viejo profesor sacaba a bailar con desparpajo y preguntaba, como un mozuelo: "Se?orita, ?usted estudia o trabaja?". Su Madrid era un patio de vecindad, cuyos habitantes inundaron de flores la cl¨ªnica Ruber cuando, en febrero de 1985, fue ingresado all¨ª, ya con el mal que le llev¨® a la tumba. Un pueblo grande, habitado por gentes que, seg¨²n dijo ¨¦l una vez a una periodista, tal vez sin cre¨¦rselo, le recordar¨ªan diciendo: "?Tierno?. ?S¨ª, aquel pesado!".
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