El homenaje de la calle
ENRIQUE TIERNO, el mejor alcalde que Madrid haya tenido y recuerde la historia desde el rey Carlos III a nuestros d¨ªas, fue enterrado ayer en el cementerio de la Almudena. Cientos de miles de personas, alineadas, cuando no amontonadas, a lo largo del recorrido funerario, dieron ayer testimonio, en respetuoso silencio y sin el m¨¢s m¨ªnimo desorden, del cari?o y el respeto que les merec¨ªa su memoria. El agradecimiento de los madrile?os por la recuperaci¨®n de su identidad, tras la prolonganda etapa en que la capital de la gloria y rompeolas de todas las Espa?as fue transformada en el s¨ªmbolo de la opresi¨®n pol¨ªtica y del centralismo burocr¨¢tico, ha desempe?ado un significativo papel en esa desbordada manifestaci¨®n de dolor. La propuesta de convertir a Madrid en una ciudad abierta y los apoyos dados a la movida cultural y juvenil han sido s¨®lo una parte de la labor realizada por el Ayuntamiento presidido durante casi siete a?os por Tierno. Los planes de saneamiento de aguas, la recuperaci¨®n del centro urbano, la atenci¨®n prestada a los barrios perif¨¦ricos, la construcci¨®n de parques y auditorios, la defensa del Retiro han hecho m¨¢s habitable ese horrible monstruo de cemento que la especulaci¨®n inmobiliaria de la dictadura leg¨® a las siguientes generaciones. Con Tierno, los madrile?os recuperaron su ciudad, las calles de su ciudad; ayer se echaron a esas mismas calles para rendirle un ¨²ltimo homenaje de agradecimiento.Pero, el pesar por la muerte del alcalde de Madrid no se ha limitado a los vecinos de la capital, sino que se ha extendido a otros territorios espa?oles. Disc¨ªpulos, amigos, colegas universitarios, compa?eros de militancia y adversarios pol¨ªticos han dicho ya todo -o casi todo- de los perfiles intelectuales, morales y pol¨ªticos de un hombre que consagr¨® su vida a la lucha por los ideales de libertad, democracia e igualdad. Tambi¨¦n desde la derecha conservadora, actora, c¨®mplice o encubridora de la persecuci¨®n a la que fue sometido Tierno bajo la dictadura, y que culmin¨® con su expulsi¨®n de por vida de su c¨¢tedra, aplauden ahora la coherencia de su conducta y su talento como intelectual. No obstante, el impresionante espect¨¢culo de las colas formadas ante la Casa de la Villa y la masiva asistencia popular a su entierro necesitan otras claves complementarias de explicaci¨®n.
Muchos madrile?os se lanzaron ayer a la calle animados por el deseo de participar en la vida p¨²blica, un derecho que se sent¨ªa como regateado a las gentes de izquierda, parad¨®jicamente, desde que ganaron las elecciones los socialistas. La oposici¨®n, en cambio, no ha dudado en utilizar leg¨ªtimamente los llamamientos a las manifestaciones p¨²blicas para apoyar sus protestas o sus reivindicaciones, bien fueran las cr¨ªticas a la moderada ley de despenalizaci¨®n parcial del aborto o el respaldo a la financiaci¨®n incondicional con fondos presupuestarios de los colegios religiosos. Se dir¨ªa, sin embargo, que la izquierda en el poder considera que sus bases sociales cumplieron sobradamente sus tareas en las elecciones de octubre de 1982. Hasta las tradicionales concentraciones obreras del Primero de Mayo han sido diluidas o difuminadas durante estos tres ¨²ltimos a?os. Ahora se anuncia que la campa?a sobre el refer¨¦ndum de la OTAN rehuir¨¢ las concentraciones multitudinarias y buscar¨¢ escenarios recoletos. La estrategia de desmovilizaci¨®n social, adoptada por los dirigentes socialistas durante estos tres ¨²ltimos a?os, puede tener causas de distinto origen, desde la prudencia pol¨ªtica o el temor a las tensiones desestabilizadoras hasta la simple comodidad de quienes mandan. Sin embargo, la participaci¨®n de los ciudadanos en la vida p¨²blica, que no se agota con las convocatorias electorales, resulta necesaria para asegurar la firmeza y la autenticidad del sistema democr¨¢tico y constituye un derecho vivamente sentido por los ciudadanos.
Pero es preciso tambi¨¦n preguntarse las razones por las que la figura del alcalde de Madrid ha servido de fulminante para esa explosi¨®n de emoci¨®n popular, cuya sinceridad y hondura pocos hab¨ªan previsto. La respuesta mezquina de algunos medios -entre los que sobresalen vergonzosamente las autoridades acad¨¦micas de la universidad Complutense- no han hecho sino poner de relieve la generosidad del resto de la sociedad espa?ola, sin distinci¨®n de ideolog¨ªas. Cabe apuntar algunas hip¨®tesis para explicar esa reacci¨®n popular, referidas todas ellas a la imagen p¨²blica que el viejo profesor construy¨® y cuid¨® con esmero a lo largo de estos ¨²ltimos a?os. El desempe?o de la alcald¨ªa marc¨® una soluci¨®n de continuidad en la trayectoria pol¨ªtica de Enrique Tierno, pese a los elementos comunes que dan coherencia a su biograf¨ªa. El alcalde de Madrid, siempre presente en cada acontecimiento ciudadano (fuera un siniestro, una inauguraci¨®n, una verbena o un acto cultural), simboliz¨® la antigua sensibilidad de la izquierda -difuminada ahora en las moquetas de los despachos y tras los muros de los edificios oficiales- para conectar con las emociones, las preocupaciones y los sentimientos populares.
Mientras los socialistas instalados en el Gobierno y en las Cortes Generales realizan una pol¨ªtica en gran parte enigm¨¢tica y herm¨¦tica (a la que bautizan, por su cuenta y riesgo, con el sospechoso nombre de pol¨ªtica de Estado), Tierno hac¨ªa declaraciones a quien se las pidiera, no ocultaba nunca sus prop¨®sitos, daba explicaciones sobre sus decisiones m¨¢s impopulares y manten¨ªa a su alrededor una completa libertad para opinar sobre lo divino y lo humano. Los l¨ªmites entre la ¨¦tica, la pol¨ªtica y la est¨¦tica no son f¨¢ciles de trazar cuando se observan los comportamientos de la clase pol¨ªtica. Mientras muchos socialistas en el poder han aceptado, o intensificado, el disfrute de las gratificaciones que concede a sus titulares nuestra tercermundista Administraci¨®n (en forma de privilegios que les permiten obviar los problemas de la vida cotidiana padecidos por sus conciudadanos), Tierno conserv¨® sus viejos h¨¢bitos, no cambi¨® su forma de vida y sigui¨® respirando con normalidad el aire ciudadano.
Es posible que esa emocionada despedida de los madrile?os al viejo profesor contenga un nost¨¢lgico recuerdo de otras ¨¦pocas m¨¢s transparentes y un velado reproche a otros socialistas que tambi¨¦n sal¨ªan antes a la calle, compart¨ªan los problemas de la gente y eran capaces de hablar el mismo lenguaje que sus votantes.
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