El chico de la moto cogi¨® la pistola
Mickey Rourke, el ya legendario chico de la moto de La ley de la calle de Francis Coppola, una de las obras m¨¢s complejas y hermosas del cine de las ¨²ltimas d¨¦cadas, dej¨® atr¨¢s su apacible, infinitamente triste sonrisa de estar de vuelta de un camino circular, se pas¨® sin avisar al bando de los polic¨ªas y la emprendi¨® a tiros con los hampones chinos de Manhattan Sur, en Nueva York.Hay que acostumbrar la mirada, cuando se ve a Rourke en su personaje de Stanley White de Manhattan Sur, para creer que es el mismo rostro que hace unos a?os interpret¨® a su ant¨ªpoda. Pero una vez acostumbrados al nuevo hombre, lo creemos. Es el rasgo del actor innato que Rourke lleva dentro. La misma mirada, los mismos gestos, para opciones interpretativas opuestas.
Manhattan Sur
Director: Michael Cimino. Gui¨®n: Stone y Cimino, seg¨²n la novela de R. Daley. M¨²sica: D. Mansfield. Norteamericana, 1985. Int¨¦rpretes: Mickey Rourke, John Lone, Ariane. Cines Vaguada, Narv¨¢ez, Rialto y Roxy.
Manhattan Sur es obra de Michael Cimino, cineasta contradictorio y radical, que se desenvuelve mal en las componendas. En este filme, no obstante, cae en algunas. Su carrera peligraba tras el fracaso comercial de La puerta del cielo y en Manhattan Sur busc¨® l¨ªneas de menor resistencia. Por ejemplo, el final feliz que se saca de la manga, que es un puro disparate tras de los pesimistas vaivenes del filme. Y las opciones falsarias de adecentamiento del polic¨ªa, concentradas en su banal idilio -destinado a mostrar que no es racista cuando evidentemente lo es y mucho con la periodista china, que es lo peor de la pel¨ªcula.
Pero, genio y figura, a Cimino se le escapa, como a los malos habladores los tacos, su condici¨®n de mal oportunista y se compromete a fondo en las zonas del filme que le interesan: las de violencia desatada, que en Manhattan Sur adquieren proporciones de aut¨¦ntico estr¨¦pito, con una realizaci¨®n de tremenda dinamicidad y una recreaci¨®n de ambientes y tipos que despierta los mejores recuerdos de las tradiciones del cine negro cl¨¢sico.
Secuencias de epil¨¦ptica, infernal violencia -se visualizan en Manhattan Sur alrededor de 25 asesinatos de ferocidad extrema- como las del taller de soja, la de la guarida de los asesinos a sueldo, la carnicer¨ªa del restaurante o la muerte de la mujer de Rourke, solo pueden salir del pulso de un cineasta superdotado, capaz de hacer moverse a su c¨¢mara -con agilidad y precisi¨®n de un pez en los laberintos de un bosque de coral- entre aut¨¦nticos hormigueros humanos, sobre los que la mirada de Cimino se mueve con la facilidad de uno de esos escolares juegos de plano-contraplano sobre dos o tres personajes con que los cineastas sin oficio se las arreglan para salir del paso dando al espectador gato por liebre.
Queda expresada con lo dicho la irregularidad del filme, que lleva dentro escenas negr¨ªsimas de la mejor calidad en mezcla confusa con escenas de repliegue ante la desmedida y extraordinariamente bien resuelta dureza de aquellas. Filme terrible, tumultuoso, contradictorio.
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