Nocturno
Lo encontr¨® en una esquina plantado en la noche de la ciudad, vestido con bata de sat¨¦n y la raja a lo largo del muslo dejaba ver las medias rojas hasta el liguero. Tambi¨¦n sus altos zapatos de charol brillaban junto a la boca de la alcantarilla. Llevaba una violeta en la sien bajo un casquete de terciopelo adornado con un fleco de tul y sus senos de parafina palpitaban en las tinieblas. Esto sucedi¨® en un barrio maldito de Madrid donde crecen flores nocturnas y los hombres modernos se abren paso de madrugada aplastando jeringuillas con las botas en el asfalto entre buscadores de oro apoyados en las paredes del callej¨®n por una ruta de sucios bares con cortinillas en los reservados que huelen a esperma podrido. Por este puerto franco iba un tipo solitario en busca del propio deseo.Agitando el bolso como un lazo de vaquero, aquel nardo plantado en la esquina llam¨® su atenci¨®n, y entonces ¨¦l se acerc¨® de forma discreta. Se detuvo ante su mira da ambigua y sin mediar palabra el tipo, con cierta dulzura, llev¨® al hada hacia la oscuridad de un portal. Lentamente le fue despojando las sedas, le arranc¨® las alas de mariposa, le baj¨® todas las cremalleras de plata, liber¨® el sost¨¦n de las falsas colinas y el travestido que se hab¨ªa abandonado a aquel an¨®nimo aventurero dibuj¨® con la sonrisa un carnoso coraz¨®n en los labios. S¨®lo se o¨ªa alg¨²n breve jadeo mientras aquel tallo abierto se estaba quedando sin hojas sobre un mont¨®n de en cajes en el suelo. De pronto la carne totalmente desnuda se convirti¨® en un vidrio rosado, el cuerpo de este ser contratado en la acera por 2.000 pesetas se transform¨® en un espejo y en su interior el tipo solitario descubri¨® la propia imagen reflejada con la memoria anfibia de la adolescencia abrazada a un amigo. En ese instante tuvo a¨²n el valor de pre guntarle qui¨¦n era. Y aunque no hubo respuesta, ambos lo sab¨ªan. Aquel mariquita que en la noche de la ciudad vend¨ªa en una esqui na amores fugaces a cambio de unas monedas era un antiguo compa?ero del colegio. Lo estruj¨® contra el pecho y su cristal salt¨® en mil pedazos.
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