Tierno Galv¨¢n y las utop¨ªas
Entre los a?os cincuenta y los sesenta, cuando Enrique Tierno Galv¨¢n era muy poco conocido, un grupo de j¨®venes que ahora empezamos a rebasar los 50 a?os de edad decidimos recorrer el rumbo hacia el futuro teniendo al viejo profesor como inspirador te¨®rico e ideol¨®gico, a la par que coordinador de nuestro movimiento.En la Espa?a de aquellos a?os, pol¨ªticamente todav¨ªa cerrada, aunque culturalmente emergente a trav¨¦s de algunas personalidades y n¨²cleos minoritarios al margen y en contra de la dictadura, Tierno Galv¨¢n constituy¨® uno de los ¨¢mbitos intelectuales m¨¢s abiertos y cr¨ªticos. A trav¨¦s de ¨¦l pod¨ªan asimilarse algunos aspectos principales de las corrientes de pensamiento europeo -positivismo, marxismo, etc¨¦tera- que a¨²n estaban prohibidas u obstaculizadas por el equipo franquista, por una parte, y que, por otra, se difund¨ªan con talantes dogm¨¢ticos desde otros grupos. En el c¨ªrculo de amigos y disc¨ªpulos de Tierno nunca nadie levant¨® ninguna consideraci¨®n dogm¨¢tica, y ¨¦ste fue otro de sus grandes atractivos para los j¨®venes que rechaz¨¢bamos -como principal motivaci¨®n de aquel presente y primordial objetivo para el futuro- todo tipo de sistema dictatorial.
A mi juicio, el grupo de Tierno cre¨® una eutop¨ªa, es decir: un buen lugar, una eutop¨ªa din¨¢mica, cuyos miembros nos esforzamos, cada cual a su modo, en hacer avanzar Espa?a hacia otras eutop¨ªas. Aunque al parecer ninguno de nosotros hab¨ªa sido militante ¨¢crata (salvo don Enrique), todos nos inclin¨¢bamos por comportamientos esencialmente libertarios. Ra¨²l Morodo, que siempre fue el principal colaborador de Tierno y, como el viejo Profesor le defini¨®, el "joven motor" del grupo, es quien m¨¢s ha expuesto esta condici¨®n libertar¨ªa, intelectualmente asumida, de los tiernistas.
Junto a las probables influencias proudhonianas y balcuninistas -al menos adquiridas a trav¨¦s de voraces lecturas-, en nosotros seguramente reviv¨ªa, a la vez, lo esencial de las corrientes liberales crecientes a lo largo de todo el siglo XIX y hasta la II Rep¨²blica. En el grupo de Tierno -que adquiri¨® m¨¢s consistencia como partido cuando, en 1968, fundamos el Partido Socialista del Interior (PSI)- circulaban libremente personas diferentes: unas que m¨¢s bien propend¨ªan, desde la izquierda, hacia posiciones centristas; otras que llegaban a sostener las actitudes m¨¢s radicales de la izquierda. Pero en todos prevalec¨ªa pr¨¢cticamente un esp¨ªritu de tolerancia respecto a las opiniones del otro, de los dem¨¢s.
En el PSI se viv¨ªa una cordialidad espont¨¢nea, expl¨ªcita o impl¨ªcitamente convencidos de que los caminos para llegar al futuro son diversos y de que cada uno de ellos puede ser tan aut¨¦ntico y eficiente como los de los otros. Tierno era as¨ª: firme en sus convicciones y a la vez dialogante con las de los dem¨¢s, lo que explica la proliferaci¨®n de sus amigos en todas las tendencias pol¨ªticas. Para los j¨®venes de principios de los a?os sesenta, Tierno fue una especie de ideal del yo, un ejemplo humano a imitar en cuanto se refer¨ªa al rigor cultural y a la flexibilidad en el trato con los otros.
Personalmente, quiz¨¢ soy uno de los m¨¢ximos testigos de esas cualidades tolerantes de Tierno y de los tiemistas, porque, pese a que (sobre todo como consecuencia de mi instalaci¨®n en el exilio parisiense) pas¨¦ a ser militante de otro partido, jam¨¢s se rompi¨® -ni siquiera se enfri¨®- mi amistad con Tierno y con sus colaboradores. Yo no les segu¨ª cuando recrearon el PSI en el Partido Socialista Popular (PSP) ni cuando disolvieron este partido para integrarse en el PSOE, pero siempre fueron -Tierno- y siguen, siendo -Morodo, El¨ªas D¨ªaz, etc¨¦tera- algunos de mis mejores amigos. Lo digo en honor de su talante vital, tan necesario en esta Espa?a, en la que las intolerancias han provocado tantas destrucciones.
Cuando hoy observamos la crisis generalizada de los partidos pol¨ªticos (entre otras causas, porque son m¨¢quinas electorales impelidas demasiado jer¨¢rquicamente y con la frialdad comercial de los especialistas de mercadotecnia), creo que uno de los modos para tratar de superar la decadencia de las organizaciones partidarias (de las que muchos nos hemos alejado) es relanzar ese esp¨ªritu dial¨¦ctico y liberador que era consustancial a las pr¨¢cticas militantes de los tiernistas, para quienes adem¨¢s era muy secundario ocupar un puesto dirigente o no, o, dicho con otras palabras: lo principal era participar en actividades constructivas de planes democr¨¢ticos y progresistas, y se pospon¨ªa a un segundo o tercer plano -en algunos de nosotros era completamente inexistente- la voluntad de hacer carrera como profesional de la pol¨ªtica. Desde estas posiciones te¨®rico-concretas, aqu¨ª muy sintetizadas, creo que todav¨ªa hay mucho que hacer para elaborar otras eutop¨ªas y avanzar con ellas. Porque la democracia espa?ola todav¨ªa est¨¢ a medio construir y porque lo construido est¨¢ en buena parte inundado por las rutinas y las modorras regresivas, sorprendentemente burocr¨¢ticas y autoritarias, o sea: no-democr¨¢ticas.
Don Enrique fue -es- muy querido porque, aun siendo persona rigurosa y con autoridad (natural), el viejo profesor respiraba e inspiraba libertad y liberaci¨®n. Para nosotros fue un gran privilegio compartir con ¨¦l durante muchos a?os problemas, afanes y eutop¨ªas.
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