El fin de una ilusi¨®n
LA SUSPENSI?N de la construcci¨®n del ferrocarril metropolitano de Sevilla, decisi¨®n anunciada por el alcalde dela ciudad, pone fin a un largo per¨ªodo de incertidumbres e indefiniciones. Los organismos responsables del proyecto -el Ministerio de Transportes, el Ayuntamientode Sevilla y, desde que se le transfirieron las competencias, la Junta de Andaluc¨ªa- ven¨ªan dejando traslucir desde hace tiempo serias dudas sobre el supuesto de que el metro fuera el sistema de transporte m¨¢s id¨®neo y m¨¢s rentable para una ciudad con menos de 700.000 habitantes y con complejos problemas urban¨ªsticos. Por fin, la primera autoridad municipal se ha atrevido a asumir el riesgo de explicar a los sevillanos que el ilusorio sue?o de tener un metro quedar¨¢ enterrado en t¨²neles y estaciones a medio construir.El proyecto del metro de Sevilla -concebido e impulsado por los dirigentes de la ¨²ltima etapa franquista- fue vendido a la poblaci¨®n, en plena euforia del desarrollismo, con la ayuda de estad¨ªsticas dudosas y de estudios sobre el crecimiento de la poblaci¨®n dignos de toda sospecha. El promotor del metropolitano de Sevilla, un ingeniero del Servicio Municipal de Transportes que ocupar¨ªa m¨¢s tarde el cargo de director general de Transportes Terrestres, present¨® en junio de 1969 un anteproyecto seg¨²n cuyas estimaciones la ciudad contar¨ªa en 1975 con una poblaci¨®n de 900.000 habitantes. Aunque el c¨¢lculo de la poblaci¨®n para 1985 qued¨® reducido a 750.000 personas a ra¨ªz del censo de 1970, el estudio del plan de la red, realizado en 1972 por las empresas Eyser e Intecsa, sigui¨® hablando de un mill¨®n de sevillanos para el a?o 2000.
El presupuesto inicial de la obra se fij¨® al principio en 18.000 millones, que se habr¨ªan convertido, seg¨²n el alcalde Manuel del Valle, en 45.000 millones de pesetas de 1986. Hasta la fecha se hab¨ªan gastado 4.600 millones en la construcci¨®n de 3,6 de los 27 kil¨®metros previstos, de seis estaciones y de tres pozos de acceso a las obras. Por lo dem¨¢s, las excavaciones del metro encontraron en su realizaci¨®n serios contratiempos: el subsuelo de la ciudad, formado por los blandos aluviones del Guadalquivir, oblig¨® a llevar parte de la red hasta los 40 metros de profundidad, lo que hubiese implicado, seg¨²n algunos t¨¦cnicos, que un importante n¨²mero de viajeros potenciales desistiese de usar este medio de transporte. Las obras provocaron no pocas alarmas, tanto en el estrecho casco hist¨®rico sevillano (la sede de una compa?¨ªa de seguros qued¨® resquebrajada) como en otras zonas de la ciudad, donde se produjeron los hundimientos de la calle de Eduardo Dato, de la estaci¨®n de ferrocarril de San Bernardo y de la casa Guardiola; sin contar con las molestias que hubieron de sufrir los vecinos mientras calles enteras permanec¨ªan indefinidamente ocupadas por las obras.
La discusi¨®n entre los t¨¦cnicos y los pol¨ªticos acerca de la conveniencia del proyecto no ha concluido. Parece dif¨ªcilmente rebatible que se trataba de una obra de costes desproporcionados y de dudosa rentabilidad social y econ¨®mica. Sin embargo, el abandono del proyecto, que s¨®lo ser¨¢ definitivo cuando otras autoridades ratifiquen el anuncio del alcalde, significar¨¢ una nueva frustraci¨®n para la capital andaluza, como en su d¨ªa lo fue el canal Sevilla-Bonanza, que se propon¨ªa facilitar el acceso a la ciudad de buques de gran tonelaje y del que no se llegaron a construirse m¨¢s que un par de kil¨®metros. No es una f¨®rmula ret¨®rica afirmar que el desgobierno municipal del pasado ha legado a las actuales generaciones una ciudad cargada de problemas, envejecida y desilusionada. La Administraci¨®n socialista, convencida de la imposibilidad de asumir la carga econ¨®mica de un proyecto costoso y nada rentable, ha tenido al menos la valent¨ªa de adoptar una decisi¨®n impopular. Pero esa honrada actitud, aunque elogiable en s¨ª misma, no es suficiente. El Ayuntamiento de Sevilla no s¨®lo tendr¨¢ que explicar los pormenores de la triste historia del fracasado metro, incluido el eventual papel que el tr¨¢fico de influencias y los intereses especulativos pudieron desempe?ar en la fabricaci¨®n de esa ilusi¨®n, sino que tendr¨¢ tambi¨¦n que demostrar su capacidad para desarrollar otros importantes proyectos -como la Exposici¨®n Universal de 1992- con criterios m¨¢s racionales y sobre bases materiales m¨¢s s¨®lidas.
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