Reflexiones tras una dimisi¨®n
JORDI GOULA
La dimisi¨®n de un director de caja de ahorros no es algo habitual. Que esta dimisi¨®n est¨¦ relacionada, seg¨²n la Prensa, por la presi¨®n ejercida por los empleados ante un eventualmente insatisfactorio aumento salarial resulta, cuando menos, ins¨®lito. M¨¢xime si tenemos en cuenta que estos empleados representan una ¨¦lite, en cuanto a su nivel medio retributivo, y que el propio Banco de Espa?a hab¨ªa aconsejado seguir una pol¨ªtica de austeridad, hecho en el que, por otro lado, insiste al tratar con las entidades de ahorro en general. Es l¨®gico pensar, pues, que el impositor se plantee una serie de interrogantes sobre un sector en el que, por encima de todo, sigue ondeando la bandera de la seguridad, y en el que sus principales adalides publicitarios son los propios empleados y, por supuesto, la Obra Ben¨¦fica Social. El impositor, en definitiva, puede preguntarse d¨®nde radica el poder decisorio en unas entidades que, en puridad, no son propiedad de nadie, y, sobre todo, cu¨¢les son los colectivos m¨¢s beneficiados en unas instituciones que comenzaron siendo ben¨¦ficas y siguen sin tener el lucro como fin ¨²ltimo de su actuaci¨®n.La primera cuesti¨®n ha preocupado siempre a los medios gubernamentales. Tan cierto como que nunca se ha dado con una soluci¨®n satisfactoria. La situaci¨®n actual es aleccionadora. Tenemos una ley de Cajas promovida por el Gobierno central impugnada desde la Generalitat de Catalu?a (donde reside el 2251. de los recursos de las cajas), y otra ley, alternativa a esta ¨²ltima, impugnada por Madrid. La diferencia principal entre ambas estriba en el peso que deben de tener las corporaciones p¨²blicas dentro de los ¨®rganos rectores de estas entidades. Las acusaciones mutuas de intento de politizaci¨®n o de continuismo conservador, no hacen sino reflejar la dificultad de encontrar una salida eficaz.
Por lo que respecta a la segunda cuesti¨®n, la respuesta quiz¨¢s es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil, ya que los tres colectivos a los que en principio debe afectar la actividad de las cajas positivamente, siendo distintos, pueden estar interrelacionados en algunos aspectos: usuarios de la Obra Ben¨¦fica Social (OBS), impositores y empleados.
Una parcela en regresi¨®n
Analizando la evoluci¨®n de los fondos destinados a la OBS en los ¨²ltimos a?os, puede llegarse a la conclusi¨®n de que se trata de una parcela en regresi¨®n, motivada tanto por los cambios generales acaecidos en el pa¨ªs como por la filosof¨ªa que el Banco de Espa?a intenta trasladar a las entidades, fundamentada en la necesidad primordial de capitalizaci¨®n y en la competitividad dentro del sistema. As¨ª, mientras en 1981 las cajas destinaban conjuntamente el 35% de sus excedentes a la OBS, en 1984 la participaci¨®n se reduce al 24%, mientras que la parte dedicada a acumulaci¨®n de reservas pasa del 53% al 62% en el per¨ªodo.
Los impositores, por su parte, han gozado durante muchos a?os -sobre todo mientras la competencia no hab¨ªa entrado en el campo de la econom¨ªa dom¨¦stica- de una serie de ventajas importantes en el campo del cr¨¦dito, fundamentalmente el destinado a la vivienda. Es obvio que resulta complejo cuantificar hasta qu¨¦ punto y en qu¨¦ medida este colectivo se ve m¨¢s beneficiado que el resto. En cualquier caso, parece que por esta v¨ªa -positiva- no quedan excesivas dudas. Donde s¨ª pueden aparecer es en el aspecto remunerativo del ahorro, sobre todo el peque?o. Dejando aparte el encarecimiento medio del pasivo en los ¨²ltimos tiempos como consecuencia de una pol¨ªtica comercial de captaci¨®n m¨¢s agresiva, y de la aparici¨®n de nuevos instrumentos de colocaci¨®n, lo cierto es que en octubre de 1985 todav¨ªa hab¨ªa m¨¢s de tres billones de pesetas en libretas de ahorro, es decir, un 4 17. del total de los dep¨®sitos, a un tipo de inter¨¦s del 3,75%. En este apartado no parece que el impositor, fundamentalmente peque?o, pueda sentirse excesivamente satisfecho en cuanto a la remuneraci¨®n percibida a trav¨¦s de sus ahorros.
El tercer colectivo aludido, el de los empleados, es el menor en n¨²mero, situ¨¢ndose en 64.000 en 1984. Vaya por delante que la utilizaci¨®n de cifras medias puede desvirtuar las conclusiones, pues, al igual que operativamente empiezan a existir diferencias importantes entre las cajas, tambi¨¦n existen en cuanto a pol¨ªtica retributiva del trabajo. As¨ª, por ejemplo, el coste por empleado medio de las tres grandes cajas catalanas se situaba en 1984 un 30% por encima del promedio de cajas nacionales. En cualquier caso, para valorar el grado de satisfacci¨®n relativa de este colectivo es preciso ponerlo en relaci¨®n con una serie de puntos de referencia. En el caso de la caja que es motivo de estas l¨ªneas, al igual que sucede con las otras dos grandes de Catalu?a, el nivel de coste por empleado se situaba en 1984 un 50% por encima del promedio de los siete grandes bancos. Esta important¨ªsima diferencia obvia cualquier comentario adicional.
Aunque la comparaci¨®n entre el coste del personal y la dedicaci¨®n de fondos a la OBS no puede establecerse linealmente, ya que el primero depende de unos factores muy concretos y el segundo es residual, en funci¨®n de los excedentes obtenidos y del nivel de capitalizaci¨®n de la entidad puede utilizarse por lo menos como indicador de tendencia, en cuanto a un colectivo que va a m¨¢s y otro que va a menos. En 1981, por cada peseta que se destinaba a OBS, 6,50 serv¨ªan para remunerar al personal; en 1984, esta relaci¨®n era ya de 1 a 8,25. Estas cifras se refieren al conjunto de las cajas, lo que implica que pueden existir sustanciales diferencias entre entidades.
A la vista de todo ello, el impositor probablemente puede seguir sin entender hechos como los relatados al principio, y que quiz¨¢ se conocen excesivamente simplificados a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Pero es indudable que tienen un trasfondo preocupante para todos aquellos que siguen otorgando un futuro importante a estas instituciones y entre los que se encuentra en lugar destacado la autoridad monetaria. Y preocupan tambi¨¦n, como es l¨®gico, a todos aquellos que tienen conciencia del contexto de austeridad en que se viene desenvolviendo el mundo laboral.
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