Una corrida europea
Contra viento y marea, as¨ª se dio la corrida de Valdemorillo, primera del a?o. No por nada, no por dinero, que en la taquilla hab¨ªa telara?as, sino para poner la lidia en el orden europeo, de cara a la extensi¨®n de la fiesta a toda la comunidad, que lo est¨¢n deseando los pa¨ªses miembros. La fiesta de toros es posible en Espa?a, con sol y moscas, pero tambi¨¦n es posible en Islandia, que tiene sol (de medianoche), y moscas (congel¨¢s).
Valdemorillo hizo ayer la demostraci¨®n definitiva de la corrida europea. Nev¨®. El fr¨ªo y la humedad calaban las mantas, los zamarrones, los macferlanes, un ampl¨ªsimo muestrario de gruesas telas que el p¨²blico llev¨® para evitar la pulmon¨ªa. Los tres m¨²sicos de pie atacaban el pasodoble Valencia, y la gente pataleaba el comp¨¢s para desacorchar los pies.
Plaza de Valdemorillo
4 de febrero. Primera de feria.Toros de Los Eulogios, bien presentados. Paco Alcalde, vuelta en los dos. Justo Ben¨ªtez, silencio y palmas. Morenito de Maracay, silencio en los dos.
Brumas del Gran Norte ca¨ªan sobre el coso y por entre su espesura se entreve¨ªan los puyazos que les ca¨ªan a los toros como rayos, administrados all¨¢ en terrenos que llaman de sol y que lo ser¨¢n cuando llegue el solsticio. Es buena f¨®rmula para conjurar los escr¨²pulos de nuestros conciudadanos europeos en las ferias de Luxemburgo, de Bruselas, de Copenhague y otras: picar al toro en la niebla.
Sin niebla, tal como se pica en esta era, no soportan la suerte ni los europeos de aqu¨ª, tan habituados a la dureza de la lidia. Los individuos del castore?o barrenaban ayer sin piedad, surcando lomos bovinos hacia lo profundo de las entra?as. Volv¨ªa el toro de la bruma, tundido a lo largo, y un gigantesco vaho envolv¨ªa sus boquetes palpitantes. El toro triturado ya no era toro, o ya no era el toro bravo que salt¨® retador al fango del redondel. Era un animal vencido, resentido, fementido, a la defensiva, por alto los pitones para que nadie pudiera hollar de nuevo su integridad.
Hubo tres toros que salieron buenos, a pesar de todo. Al primero de ellos le hizo Paco Alcalde una faena torera, bien constru¨ªda, adornada en su punto, con el fundamento de dos series de naturales cargando la suerte, perfectamente ligados al de pecho.
Justo Ben¨ªtez, en el quinto, y Morenito de Maracay, en el sexto, s¨®lo estuvieron decorosos. El desabrido ambiente les disculpa, pues es dif¨ªcil prender llamaradas de arte en la niebla. Frente a los otros toros, los tres espadas bregaron sin perderles la cara fosca, que transmit¨ªa peligro, y varias coladas aviesas se vieron obligados a sortear.
El segundo volte¨® de forma espeluznante al pe¨®n Paco Lucena y le destroz¨® la taleguilla. Ese toro llevaba desollado el morrillo y por las heridas vaciaba sangre a ca?o, pero no resabios, que se le quedaron dentro para vengar la afrenta de una lidia carnicera. El europeo Ben¨ªtez lo pas¨® mal en la brega, pero ahora lo cuenta, y el personal manifestaba su alegr¨ªa pataleando con mayor frenes¨ª el comp¨¢s de los pasodobles que soplaban con denuedo los tres m¨²sicos puestos de pie.
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