El eslab¨®n perdido
Yerma
De Federico Garc¨ªa Lorca (1934). Int¨¦rpretes: Nuria Espert, Joan Miralles, Rosa Vicente, Juan Sala, Vicky Lagos, Karmele Aramburu, Cristina Higueras, Rosa Vicente, Ana Frau, Teresa Cort¨¦s, Jes¨²s Ruyman, Manuel de Benito, Jorge Moreno, Carlos Cabezas, Carlos Manuel D¨ªaz, F¨¦lix Casales. Escenograf¨ªa: V¨ªctor Garc¨ªa y Fabi¨¢ Puigserver. Direcci¨®n: V¨ªctor Garc¨ªa (1971). Teatro de la Comedia. Madrid. 7 de febrero de 1986. Reposici¨®n.
Entonces hab¨ªa una ansiedad, entonces hab¨ªa expectaci¨®n y br¨ªo, y la Yerma de V¨ªctor Garc¨ªa ten¨ªa un sentido de ruptura, de empuje. En el vest¨ªbulo del teatro de la Comedia cada uno recordaba ahora su visi¨®n de la obra en 1971 y lo que pasaba en torno y lo que se esperaba que pudiera pasar en el futuro. Algunos, ya en este tiempo que entonces era el futuro, dec¨ªan que esta versi¨®n tiene menos fuerza que la de hace 15 a?os. Un espejismo. Son ellos -nosotros- los que tienen -tenemos- menos fuerza, o la apoyamos en otras cosas, o vivimos en un entorno menos tenso, menos esperanzado. Y lo que se esperaba de aquella ruptura de teatro, de aquella sublevaci¨®n que encabezaba Nuria Espert, eran otros caminos, otra valent¨ªa. Yerma se hac¨ªa entonces en contra, este teatro era un arma, y algunos, aquel d¨ªa, esperaban que llegase la polic¨ªa a interrumpir la obra y evacuar la sala, mientras que ahora, con muchas butacas vac¨ªas, se discut¨ªan problemas de est¨¦tica, cuestiones menores. Hay, por ejemplo, quien se queja de que la maquinaria chirr¨ªe o los pasos se escuchen demasiado. Se han instalado en la nader¨ªa.
Evocaci¨®n
La creaci¨®n de V¨ªctor Garc¨ªa conserva toda su belleza; se le a?ade la de la evocaci¨®n. La lona m¨ªtica se levanta como montes o como senos, o como r¨ªo, o como ninguna met¨¢fora de nada, por s¨ª misma, por su propio viento teatral. Los actores se crucifican en ella, o se aprisionan en el enrejado met¨¢lico; rebotan sus pasos como en el colch¨®n de la mujer de los pechos de arena, la mujer hecha obvia, sinti¨¦ndose a s¨ª misma "el ser liminar, innecesario, gratuito", como dijo Umbral con la lucidez que tiene siempre para todo lo que viene de Lorca. La idea de V¨ªctor Garc¨ªa como escen¨®grafo y como director ten¨ªa la fuerza de no despreciar al ser humano o sepultarlo con el artilugio: obra de cuerpos, ah¨ª est¨¢n los cuerpos vivos, m¨®viles, angustiados. Sobre el nuevo suelo que se invent¨® ten¨ªan -tienen- una din¨¢mica sorprendente.
La belleza visual y la belleza del texto. En los momentos en que coinciden el clima teatral es m¨¢ximo. No coinciden siempre y a veces el texto se perjudica: por el jadeo de los actores en el esfuerzo f¨ªsico y la dificultad de estar; a veces, por la forma de decirlo. Sin embargo, Yerma es una cumbre. O¨ªda otra vez ahora, aun reconstruyendo en la imaginaci¨®n o el recuerdo lo que no llega desde el escenario, muestra c¨®mo el paso del tiempo ha sobredorado la espl¨¦ndida palabra.
Hay otro entonces, m¨¢s all¨¢ del de 1971; hay el de 1934, donde hab¨ªa otra ruptura del teatro y de la vida aciaga de tanto tiempo anterior. Se ve aqu¨ª, otra vez, que Lorca no era solamente una espl¨¦ndida belleza de la m¨²sica de la palabra, de la imagen nueva y rara, del arte de horadar en el idioma, sino que era un escritor ¨²til. En este poema dram¨¢tico en torno a la esterilidad, apretado a lo que parece un tema ¨²nico, el de la pareja humana y el hijo, hay toda una utilidad de aportaci¨®n a las nuevas maneras de ver la vida, el hombre y la mujer, el medio espa?ol; una corriente de pensamiento que fue tambi¨¦n una sublevaci¨®n. Otra ansiedad, otra expectativa, otra tensi¨®n, otro empuje, que iba a ser asesinado dos a?os despu¨¦s; como el propio Lorca.
Sublevaci¨®n teatral
A Lorca dedica Nuria esta representaci¨®n en el 502 aniversario de su asesinato. Quiz¨¢ esta buena y noble intenci¨®n disminuya un poco su alcance: el protagonismo de este acontecimiento no es Lorca ni es Yerma, que en 1971 ten¨ªan el valor de sus nombres para unirlos a la sublevaci¨®n teatral. Yerma en s¨ª merece otra representaci¨®n, donde lleguen m¨¢s enteros su palabra y su pensamiento. Ni V¨ªctor Garc¨ªa ni N¨²ria merecen que se les disminuya sacando a Lorca a primer plano; ni Lorca que se le reduzca a pretexto para esa revoluci¨®n est¨¦tica. Aunque N¨²ria tenga brillant¨ªsimos instantes meramente lorquianos, que tambi¨¦n brotan en algunos de sus compa?eros -como Vicky Lagos-, domina el griter¨ªo, la p¨¦rdida de prosodia, y el desmigajamiento, la p¨¦rdida de sentido de lo que se dice.
Este suceso es otra cosa. Tiene un valor de rememoraci¨®n de cuando ¨¦ramos otros y un valor actual a?adido; una fuerza propia, m¨¢s de contexto que de texto. El valor del salto atr¨¢s est¨¢ tambi¨¦n en imos mostrando por d¨®nde pudieron perderse los caminos que se iniciaron. Es un eslab¨®n perdido dos veces, despu¨¦s de 1934 y despu¨¦s de 1971. Y es un gran espect¨¢culo que no cesa.
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