El petr¨®leo y nuestra econom¨ªa
LAS DECLARACIONES de altos responsables de la econom¨ªa en el sentido de que el Gobierno no tiene la intenci¨®n de disminuir el precio de la gasolina producir¨¢n, sin duda, una cierta perplejidad entre los ciudadanos. Perplejidad que se ver¨¢ aumentada con el argumento utilizado para cimentar esta intenci¨®n. Seg¨²n la Administraci¨®n, la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo es un fen¨®meno transitorio y, como tal, requiere una fase de prudente espera antes de tomar decisiones.Es posible, por raro que parezca, que los t¨¦cnicos del Gobierno no presten la debida atenci¨®n a lo que est¨¢ sucediendo en los mercados internacionales. La ca¨ªda del precio del petr¨®leo, al menos para este a?o, adem¨¢s de haber sido anunciada desde hace tiempo, es irreversible en el diagn¨®stico de todos los expertos. Si el Gobierno cuenta con especialistas que puedan sostener p¨²blicamente lo contrario, lo mejor ser¨ªa que les dejara expresar libremente una opini¨®n que, al menos, tendr¨ªa el m¨¦rito de la originalidad. En Francia, en B¨¦lgica y en Italia acaba de bajar de nuevo la gasolina; en Italia es la cuarta vez en este a?o, y pronto se abaratar¨¢ tambi¨¦n otra vez en la Rep¨²blica Federal de Alemania.
Mientras tanto, unos simples n¨²meros pueden ayudar a centrar el problema. Cada d¨®lar de reducci¨®n en el precio de? barril de petr¨®leo representa, aproximadamente, unos 250 millones de d¨®lares (37.500 millones de pesetas) de ahorro en la factura energ¨¦tica de Espa?a. Como la reducci¨®n ha sido hasta ahora de seis d¨®lares por barril (de 26 a 20 d¨®lares), el ahorro alcanza la nada desde?able cifra de 1.500 millones de d¨®lares, equivalentes a casi un punto del producto interior bruto (PIB). Como, por a?adidura, el precio del barril de petr¨®leo en los mercados de futuros se sit¨²a ya en menos de 15 d¨®lares para el mes de marzo, es previsible pensar en un ahorro adicional de al menos otros 1.000 millones de d¨®lares. Cantidad que vendr¨ªa a sumarse a un excedente en cuenta corriente estimado para 1986, antes de la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, en no menos de 3.000 millones de d¨®lares. En s¨ªntesis: el excedente de la balanza por cuenta corriente podr¨ªa alcanzar en 1986 una cifra comprendida entre los 5.000 millones y los 6.000 millones de d¨®lares, lo que supone algo m¨¢s de un 2,5% del PIB.
Parece evidente que, ante un excedente de esta magnitud, la opini¨®n p¨²blica no acertar¨¢ a comprender las razones por las cuales un pa¨ªs como Espa?a se transforma en uno de los principales exportadores de ahorro, sacrificando as¨ª una excelente oportunidad de acelerar su crecimiento. El principal argumento que podr¨ªa aducirse es el de la necesidad de continuar el saneamiento de la econom¨ªa y la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. Pero este argumento, con ser importante, no debe serlo tanto como para neutralizar los otros efectos beneficiosos que la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo pueden ofrecer a la econom¨ªa espa?ola. El margen de actuaci¨®n que esta reducci¨®n proporciona a los responsables de la misma puede y debe ser utilizado, al menos en parte, para estimular la actividad econ¨®mica. En cuanto a la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, deber¨ªa abordarse antes por la v¨ªa, pol¨ªticamente m¨¢s dif¨ªcil, de reducir el gasto que por la de aumentar los ingresos.
En cualquier caso, los responsables actuales deber¨ªan reflexionar sobre lo ocurrido en la primera crisis del petr¨®leo, en 1973-1974. Entonces se crey¨® que la crisis ser¨ªa corta, que el aumento del precio era transitorio y que hab¨ªa que puentear la crisis, actuar como si no existiera. Ahora, con argumentos parecidos, parece que nos aprestamos a puentear la recuperaci¨®n, sin motivo aparente.
La reducci¨®n de los precios del petr¨®leo proporciona a la econom¨ªa espa?ola un importante margen de maniobra. Es cierto que la transformaci¨®n en puestos de trabajo de este margen no es una tarea sencilla, pero no es menos cierto que el objetivo del empleo debiera ser el punto central del debate sobre la utilizaci¨®n del excedente. De no hacer nada, de dejar las cosas como est¨¢n, los beneficios de la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo ir¨¢n a parar ¨ªntegramente a las arcas del Estado, con escasa repercusi¨®n sobre la econom¨ªa, al menos a corto plazo. Se trata de una opci¨®n abierta, pero no es la ¨²nica ni la m¨¢s deseable. La torpeza de las viejas naciones europeas ha sido caer en un malthusianismo que reduce indebidamente el horizonte de las posibles opciones futuras. Tal vez, por tanto, haya llegado la hora de dar pruebas de imaginaci¨®n y de utilizar adecuadamente el potencial que la evoluci¨®n del mercado del petr¨®leo ha puesto en nuestras manos, en vez de esperar a que el tiempo y la rutina acaben por enterrar estas ventajas.
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