40 / Paris
Naturalmente, aunque yo llegu¨¦ a Par¨ªs hacia finales de los 60, por primera vez, lo que encontr¨¦ fue el Par¨ªs de Baudelaire y los Goncourt. En las ciudades, como en las mujeres, cada uno encuentra lo que busca. El hotel Mont/Thabor, s¨ª, result¨® un hotel lleno de mejicanos y espa?oles, adonde uno pod¨ªa sentirse, casi, como en una pensi¨®n de Arg¨¹elles, de las que yo hab¨ªa frecuentado tanto. Este hotel est¨¢ cerca de la plaza de la Vendome, cerrada, recoleta y como de Alejandro Dumas, con el monolito a Napole¨®n, miniado y muy bello y alto. Por las ma?anas, al salir del hotel, yo me paraba ante aquel monolito y Napole¨®n me hablaba con "las voces del silencio", como la Esfinge, no haga usted caso de mis bi¨®grafos, joven espa?ol, unos me presentan como un hombre sublime, como el rayo de la guerra y el sacerdote consagrador de la Revoluci¨®n, otros me presentan como un gordo sanguinario y cornudo, pero en mi autopsia se vio que, para lo malas que ten¨ªa yo todas las v¨ªsceras, hab¨ªa disfrutado de una salud excelente (1), todo lo m¨¢s un poco de acidez de est¨®mago, me la curaba con bombones de an¨ªs, pero yo creo que me pon¨ªan peor, total, una cosa de v¨ªas biliares, bueno, pues ni unos ni otros tienen raz¨®n, que el bi¨®grafo no es m¨¢s que un novelista frustrado y excesivo que abusa de un personaje real y generalmente muerto, yo no era el rayo de la guerra, ganaba las batallas por casualidad, de algunas victorias me enteraba cuando cre¨ªa que hab¨ªan sido derrotas, en cuanto a la Revoluci¨®n, bueno, la Revoluci¨®n, siempre, al enunciar sus tres postulados, se me olvidaba alguno, Igualdad, Fraternidad y ?qu¨¦ m¨¢s?, la Revoluci¨®n la utilic¨¦ como bandera, m¨¢s que otra cosa, lo que s¨ª ten¨ªa muy claro era la idea de una Europa unida, el Sistema Continental, pero siempre que esa Europa fuese de mi dominio (2), claro, para eso cre¨¦, incluso, una dinast¨ªa de Napoleones y napoleoncitas, que eran unos corsos impresentables que se com¨ªan la langosta con los dedos, cuando los llevaba a Palacio, y se repart¨ªan Europa como un helado de varios gustos, en cuanto al otro mito, el mito contrario, el de que yo era un gordo sanguinario y cornudo, la verdad es que yo estaba cada vez m¨¢s gordo y m¨¢s calvo, no se puede estar en todo, joven, no se puede ser al mismo tiempo Napole¨®n y Lord Brummel, hay que elegir, Josefina una puta, pero una puta put¨ªsima, como mi hermana Paulina, como mis otras mujeres y como todas las hermanas, no creo que haya ninguna necesidad de enamorarse de una mujer para acostarse con ella, d¨¦se usted cuenta, joven, que la mujer s¨®lo puede enga?ar al enamorado, al que no est¨¢ enamorado no le enga?a ni con mil, aunque al tiempo se acueste con ¨¦l todos los d¨ªas, a m¨ª me dec¨ªan que no era bueno en la cama, ?usted es bueno en la cama, joven?, claro, los tiempos han cambiado, ahora se sabe m¨¢s de eso, ustedes los j¨®venes saben c¨®mo tratar a una mujer, nosotros es que no sab¨ªamos nada, y menos los militares, bueno, los militares nunca hemos sabido, y menos yo, a¨²n, que he quedado como la encarnaci¨®n moderna de lo militar, adem¨¢s, cuando hay una batalla que ganar, un pa¨ªs que conquistar, no tiene uno tiempo que dedicar a las mujeres, o se tiene el tiempo o se tiene el espacio, yo quer¨ªa el espacio, todo el espacio para m¨ª, ahora Prusia, luego Rusia, he sido un glot¨®n, mis hijos jugaban con el mapa de Europa como todos los ni?os juegan con los mapas, s¨®lo que el m¨ªo estaba manejando unos territorios que eran suyos de verdad, los ingleses por un lado y los rusos por otro, pero, por favor, no me hable de ese topicazo del General Invierno, luego a Hitler le ha pasado lo mismo.Yo me sentaba al pie del monolito, como un clochard, con las piernas cruzadas a lo moro, mientras Par¨ªs segu¨ªa girando en torno a m¨ª, bajo "las maravillosas nubes", y o¨ªa la voz del Emperador:
-Santa Elena, una mierda, una verdadera mierda. No s¨¦ para qu¨¦ co?os han levantado este monolito. Los franceses no me quieren y Giscard es una loca. Espero que llegue alg¨²n socialista, tipo Mitterrand, que gobierne a mi estilo. Pero Mitterrand no llegar¨¢ jam¨¢s al Poder, se lo digo yo, joven, que tengo experiencia. De Gaulle ha sido un Napole¨®n inverso, el hombre que, en lugar de ensanchar Francia, la ha recortado. Y sin embargo lo encuentran napole¨®nico. Raymond Aron es un mediocre con ficheros. Malraux es un falso aventurero. En lugar de ellos, yo tuve a Goethe y Stendhal, y no les hice ni caso. Los escritores lastran mucho al pol¨ªtico, y no digamos al guerrero. Los escritores est¨¢n llenos de ideas, y eso no puede ser bueno para el cerebro. Es como cuando la sangre est¨¢ llena de az¨²car. Mi autopsia, ya le digo: nada de que yo tuviera los genitales infantiles, ah¨ª pudieron verlo, pero nunca fui bueno en la cama, repito, me lo han dicho todas las mujeres, me han llamado Napi y Bony. El diminutivo, en la mujer, no es ternura, sino desprecio.
Cuando la voz del Emperador dejaba de sonar, yo me desentumec¨ªa y me iba andando al Museo de Artes Decorativas, llegando a la plaza de la Concordia, a mano izquierda, que siempre hab¨ªa exposiciones surrealistas, porque el surrealismo, que era la Revoluci¨®n, se ha quedado en decorativismo (como el cubismo, por otra parte). All¨ª hab¨ªa hermosos cuadros, las mujeres/p¨¢jaro de Max Ernst, los desnudos ferroviarios de Delvaux, el Vidrio verde de Duchamp, que hay que mirar un agujerito de puerta y se ve una joven desnuda, con las piernas abiertas y una luz el¨¦ctrica en la mano, sobre un paisaje diurno y deslumbrante. En fin, todo eso.
En una silla Luis XV estaba sentado Salvador Dal¨ª, presidiendo la exposici¨®n, y naturalmente le hice una entrevista:
-Es usted la prolongaci¨®n caricaturesca de un dandy.
-Quiz¨¢.
-?Y qu¨¦ m¨¢s es usted?
-Soy el enamorado de mi hermana, Ana Mar¨ªa (3), a la que pint¨¦ mucho cuando no ten¨ªa otra modelo, soy el amante frustrado de Lorca, porque me dol¨ªa y porque yo no soy homosexual, soy la reencarnaci¨®n de mi hermano muerto, que tambi¨¦n se llamaba Salvador, soy el enemigo de mi padre, porque fue notario en Figueras, siempre hay que ser el enemigo mortal de un notario de Figueras y de cualquier notario, Neruda habla de "asustar a un notario con un lirio", jam¨¢s han visto un lirio los notarios, soy tres veces h¨¦roe, porque he vencido a mi padre, porque he vencido al siglo y la tercera no me acuerdo por qu¨¦ (como Napole¨®n, no se acordaba del tercer enunciado de la Revoluci¨®n), soy el primero que ha observado la estructura poli¨¦drica de los ojos de las moscas, soy el biografiado por Ram¨®n G¨®mez de la Serna, que muri¨® dejando incompleto su libro sobre m¨ª (quiz¨¢ el ¨²nico escritor que pod¨ªa comprenderme), soy el que tiene un smoking blanco hecho con vasos de leche fresca, soy Salvador Dal¨ª, ?quiere usted que me desnude?
Desde entonces amo a Dal¨ª. A Baudelaire no le encontraba por ninguna parte, para mi desesperaci¨®n, hasta que comprend¨ª que Baudelaire era Par¨ªs y Par¨ªs era Baudelaire. A Baudelaire lo llevo tan dentro -su alejandrino- que no lo veo fuera. Pero en las pensiones de argelinos, de las que me sacaba Feliciano Fidalgo, sin enchufe para afeitarse, yo encontraba a Louchette, la jud¨ªa sifil¨ªtica, calva y estilizada de Baudelaire.
Mi traductora al franc¨¦s me albergaba en su casa, en visitas sucesivas. La directora literaria de Hachette, una fea bell¨ªsima de la que enamor¨¦, me daba ideas para nuevos libros. Yo compraba EL PA?S en un drugstore de Opera, donde tambi¨¦n com¨ªa, y las voces de Napole¨®n, Dal¨ª, Baudelaire, ven¨ªan siempre conmigo. El alejandrino de Ch. B. importado al castellano por Rub¨¦n, es la medida natural del franc¨¦s, como el endecas¨ªlabo es la del italiano y el octos¨ªlabo romanceado la del castellano. Neruda, y no s¨®lo Rub¨¦n, est¨¢ lleno de alejandrinos baudelerianos. Uno considera que un siglo XX sensatamente computado comienza en Baudelaire y termina en Sartre. Todo lo anterior y posterior es cursiler¨ªa y barbarie.
1. Realmente, lo que se encontr¨® en la autopsia de Napole¨®n fue un h¨ªgado destrozado, cirr¨®tico.
2. Pese a su caudillismo, Napole¨®n es el primer germen de una Europa unida, lo que hoy se insin¨²a en el Mercado Com¨²n.
3. No se sabe si Dal¨ª pinta tanto a Ana Mar¨ªa, en la juventud, porque hay realmente una "etapa Ana Mar¨ªa" en su obra, equivalente a un incesto potencial, sublimado como arte, o porque no ten¨ªa otro modelo femenino a mano.
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