Noble, brillante melodrama
Memorias de ?frica es una pel¨ªcula transparente. Se ve y se oye -y hay que insistir una vez m¨¢s en que se asista a la versi¨®n no doblada, con sonidos y voces intactos- con tanta facilidad que quedan ocultas a la primera mirada algunas de sus complejidades.Se deslizan simult¨¢neamente en Memorias de ?frica varias corrientes, act¨²an al mismo tiempo diversos est¨ªmulos y su entramado se teje con muchos hilos. Cada uno de estos hilos es en s¨ª mismo cine noble, pero el resultado de su conjunci¨®n multiplica esa nobleza.
?Qu¨¦ es Memorias de ?frica? Es, ante todo, una eleg¨ªa: la convocatoria de una mujer enamorada a los fantasmas del mundo y del hombre que ama. Tiene, por ello, algo de poema convencional. Es, en segundo t¨¦rmino, una brillante construcci¨®n, un filme que, sirvi¨¦ndose de magn¨ªficos materiales visuales y sonoros, discurre sobre un tiempo dispuesto con elegancia, seg¨²n las leyes de la armon¨ªa. Tiene tambi¨¦n, por ello, cierta condici¨®n de m¨²sica.
Memorias de ?frica
Director: Sydney Pollack. Gui¨®n: Kurt Luedtke. Basada en el libro Out of Africa y otros escritos de Isak Dinesen y en la biograf¨ªa de la escritora Judith Thurman. Producci¨®n: Sydney Pollack y Mirage Entreprises. Norteamericana, 1986. Int¨¦rpretes: Robert Redford, Meryl Streep, Klaus Maria Brandauer. Cines: Espa?oleto (versi¨®n original), La Vaguada y Palafox.
Memorias de ?frica es, en tercer lugar, un buen ejercicio de creaci¨®n de un espacio de la memoria sentimental. El ?frica evocada por Sydney Pollack a trav¨¦s de la reconstrucci¨®n subjetiva -y de ah¨ª, de esa subjetividad, procede la sinceridad del filme- de una parte de la vida de la escritora danesa Isak Dinesen es, ante todo, un ¨¢mbito del recuerdo y, por tanto, una convincente indagaci¨®n cinematogr¨¢fica en los entresijos de la a?oranza y de la nostalgia. Memorias de ?frica es un melodrama, todo un melodrama, pero en cualquier caso un excelente melodrama.
No hay ninguna intencionalidad documental en el filme, por lo que es trivial echar de menos en ¨¦l, como se ha hecho, falta de enunciados pol¨ªticos e hist¨®ricos. Ciertamente hay algunos, pero s¨®lo indirectos, sin ninguna relevancia y sin otra funci¨®n que la, del soporte del relato de la experiencia ¨ªntima e intimista de una mutaci¨®n personal, la de Isak Dinesen cuando encontr¨® el amor en Denys Finch Hattom, un aventurero solitario y decepcionado por la conversi¨®n sobre el giro de la I Guerra Mundial del primer magma colonial carente de l¨ªmites en un sistema colonialista cerrado sobre sus bestiales fronteras.
El ?frica de los espacios abiertos cantada por Dinesen muri¨® entre 1914 y 1918, y con ella se desvanecieron todos los Finch Hattom que, con su carabina al hombro y su desprecio por lo que quedaba a sus espaldas, la cruzaban de parte a parte. Como los Jeremiah Johnson, tambi¨¦n evocados por Pollack y Redford en otra bella pel¨ªcula; recorr¨ªan de arriba abajo la espina dorsal de la Am¨¦rica de las monta?as Rocosas sin otra ambici¨®n que hacer de su aventura un arte de vivir. Sin parecerse en nada, el melodrama Memorias de ?frica y el western Las aventuras de Jeremiah Johnson son pel¨ªculas que tienen mucho que ver entre s¨ª: proceden de la misma cantera estil¨ªstica que, con una tercera pel¨ªcula, Danzad, danzad malditos, componen lo m¨¢s afinado de un cineasta que acierta tanto m¨¢s cuanto menos se encierra en los estrechos pasillos de la puesta al d¨ªa, de la llamada modernidad, y sale a buscar sus propios espacios abiertos en las ense?anzas del cine de siempre, que sigue siendo el de hoy.
De Robert Redford, Pollack ha sacado mejor partido que ning¨²n otro colega suyo, aun trat¨¢ndose de un actor tan limitado como ¨¦ste. Con Meryl Streep, una actriz con excelente t¨¦cnica, que es una especie de producto de laboratorio de alta precisi¨®n, pero que resulta fr¨ªa y casi siempre poco inspirada, Pollack ha ratificado su maestr¨ªa en el dificil arte del manejo de los actores: ha barrido su t¨¦cnica y ha sacado de la actriz lo que ¨¦sta parec¨ªa no tener, alma. A Karl Maria Brandatier, que es amigo de la sobreactuaci¨®n, Pollack le ha parado los pies en Memorias de ?frica y ha extra¨ªdo de ¨¦l una composici¨®n contenida y casi perfecta.
El ¨²ltimo aspecto notable de esta pel¨ªcula es el -dif¨ªcil de sostener- ritmo cadencioso con que Sydney Pollack mantiene sus dos horas y media de duraci¨®n. Sin golpes de efecto y sin baches calculados para- hacer resaltar en el momento oportuno las escenas de cima -que es lo que suelen hacer los cineastas marrulleros-, su filme discurre sobre grandes vol¨²menes, con gran empaque, pero sin engolamiento, incluso con cierta discreci¨®n, lo que es todo un m¨¦rito si se tiene en cuenta el derroche de medios t¨¦cnicos que hay detr¨¢s de sus deslumbrantes im¨¢genes.
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