Votar s¨ª
Resulta evidente que el debate sobre la Alianza Atl¨¢ntica no es un debate f¨¢cil. Es evidente asimismo que para el Gobierno se trata de un tema extraordinariamente arduo y que en el refer¨¦ndum corre riesgos muy serios. Habr¨¢ que aceptar que el Gobierno ha tenido que creer muy profundamente que la propuesta que formula es la mejor posible para una pol¨ªtica de paz y de seguridad, y que esta propuesta s¨®lo era viable si se respalda por un refer¨¦ndum, para aceptar a cambio correr unos riesgos tan considerables.Un debate sobre la Alianza. Atl¨¢ntica es dif¨ªcil porque abre las puertas de un armario lleno de fantasmas ideol¨®gicos, fantasmas en los que el propio partido socialista ha cre¨ªdo. Tambi¨¦n porque excita partidismos que, m¨¢s que atender a los intereses nacionales, buscan sacar rentabilidad electoral aun a costa de defender posiciones opuestas a lo que se piensa que es bueno para los espa?oles (el caso de quienes acuerdan la abstenci¨®n activa) o de evadir la responsabilidad, exigible a toda organizaci¨®n pol¨ªtica y a todo dirigente, de definir con claridad la posici¨®n propia, aunque ello implique costes (el caso de quienes acuerdan la libertad de voto).
Esos fantasmas son, sin duda, herencia del aislamiento, de la vida en soledad, como sujetos pasivos de un mundo en cuyas decisiones no particip¨¢bamos, por mucho que en ocasiones fueran decisiones que afectaban profundamente a Espa?a. Nuestra ¨²nica vinculaci¨®n con la defensa occidental ha sido a trav¨¦s del acuerdo con Estados Unidos a partir de 1953, vinculaci¨®n aceptada por todos los partidos, la izquierda incluida, hasta 1982.
La izquierda europea
Estos fantasmas nos han alejado de la realidad: la izquierda europea no cuestiona la OTAN, incluyendo a los partidos comunistas de Francia, Portugal o Italia, nuestros pa¨ªses vecinos. Ser de izquierdas y estar en contra de los bloques defensivos no tiene que ver, en el mundo de la realidad, con salirse o no de la Alianza: no desaparecen los bloques cerrando los ojos, ni practicando la pol¨ªtica del avestruz, ni intentando parar el mundo para apearse. El partido socialista se opuso, como es sabi do, a la entrada de Espa?a en la OTAN, decidida por el Congreso de los Diputados con los votos del PNV, de Converg¨¦ncia i Uni¨®, de UCD y de AP. El PSOE crey¨® siempre, y cree ahora, que aquella entrada a toda prisa, cu¨¢ndo UCD ten¨ªa perdidas las elecciones, se hac¨ªa a cambio de nada. Esa cr¨ªti ca la formul¨® tambi¨¦n el PNV, y era compartida por numerosos y cu¨¢lificados analistas extranjeros de la pol¨ªtica espa?ola, nada sos pechosos de hostilidad hacia la Alianza Atl¨¢ntica. Exist¨ªan otras prioridades en pol¨ªtica exterior, como la permanentemente frustra da entrada de Espa?a en la Comu nidad Europea. ?Qu¨¦ raz¨®n exist¨ªa para compartir con Europa los problemas de la seguridad si no compart¨ªamos a la vez los beneficios econ¨®micos, culturales y sociales? Y a la vez, se generaba un riesgo de desestabilizar el equilibrio europeo. En las elecciones generales de octubre de 1982, el PSOE prometi¨® congelar las negociaciones para la integraci¨®n en la organizaci¨®n militar, como efectivamente. se hizo, y someter la cuesti¨®n de la Alianza a un refer¨¦ndum. El refer¨¦ndum hab¨ªa que convocarlo aunque conllevara riesgos. No se puede jugar con el pueblo, no se puede aceptar una escisi¨®n total entre, de un lado, la ¨¦tica y la sociedad civil; de otro lado, la pol¨ªtica. Desde el momento en que la propuesta significaba una variaci¨®n respecto del pasado y que no era popular, el Gobierno ten¨ªa una dificil papeleta. Pero su obligaci¨®n es proponer aquello que estime que es lo mejor, no lo que piense que es m¨¢s popular.
?En qu¨¦ han cambiado las cosas desde 1981? En que ahora estamos dentro de la Comunidad Europea. Europa es el marco del futuro de Espa?a, la base donde debemos cimentar nuestras posiciones pol¨ªticas. Una comunidad en la que merece la pena estar, cuyo futuro merece l¨¢ pena compartir, cuya seguridad merece,la pena asumir tambi¨¦n. Esta comunidad ha decidido hace pocos meses, en la reuni¨®n de Luxemburgo, reforzar su cooperaci¨®n pol¨ªtica y coordinar su pol¨ªtica de seguridad. Una pol¨ªtica de seguridad que asume la Alianza Atl¨¢ntica como el elemento de defensa fundamental y que pretende a la vez reforzar lo que se ha llamado, con expresi¨®n de Kennedy, el "pilar europeo" de la Alianza. Todas las fuerzas pol¨ªticas con representaci¨®n parlamentaria en Europa, sean de izquierda o de derecha, participan de esta consideraci¨®n. A t¨ªtulo de ejemplo,el Partido Comunista Italiano defiende la Alianza como imprescindible para la seguridad europea (e incluso para que sea posible una pol¨ªtica de izquierdas en Italia) y a la vez desea una paridad europea en la Alianza.
El abandono de Espa?a, que resultar¨ªa si la mayor¨ªa del pueblo espa?ol votara no a la propuesta del Gobierno, volver¨ªa a colocarnos en la situaci¨®n anterior a 1981: en el acuerdo bilateral con los Estados Unidos. Con la diferencia de que somos por fin miembros de la Comunidad Europea. Los problemas de la seguridad no los discutir¨ªamos con los pa¨ªses europeos, sino con los Estados Unidos. Nuestro interlocutor ser¨ªan los Estados Unidos, no la Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia o Italia. M¨¢s all¨¢ de esta incongruencia, no cabe duda de que la situaci¨®n de Espa?a ser¨ªa de mayor subordinaci¨®n, a la vez que tambi¨¦n es claro que los esfuerzos para promover una pol¨ªtica de distensi¨®n y di¨¢logo se pueden desarrollar con Francia y la Rep¨²blica Federal de Alemania, por ejemplo, mejor que con Estados Unidos.
Ahora no se trata de decidir si se entra o no se entra en la Alianza Atl¨¢ntica. Se trata de decidir si se sale, optando por el acuerdo con Estados Unidos, o si se permanece en las condiciones que propone el Gobierno. El bastante claro para todos que no es lo mismo no casarse que divorciarse: lo segundo suele producir m¨¢s traumas y conlleva problemas serios. Es tambi¨¦n evidente que puede valer m¨¢s un divorcio que un matrimonio desgarrado, pero no es ¨¦ste el caso. Porque, desde luego, queremos estar unidos a Europa: elegir el divorcio, salirse de la Alianza, ?es m¨¢s beneficioso para nuestra relaci¨®n con Europa? ?Es, en definitiva, mejor votar no que votar s¨ª a la propuesta del Gobierno?
Reivindicaci¨®n pacifista
Permanecer en la Alianza sin integrarse en el mando militar, con una reducci¨®n de la presencia militar norteamericana en Espa?a y sin que existan armas nucleares en nuestro territorio representa una posici¨®n excepcionalmente buena para Espa?a. Miquel Roca ha reconocido que "¨¦sta es la mayor reivindicaci¨®n de los movimientos pacifistas de Europa". ?Es tal vez una posici¨®n imposible de conseguir? Ni Dinamarca, ni Noruega, ni Luxembuego aceptan armas nucleares, y ¨¦sa es la posici¨®n que defiende el Partido Laborista brit¨¢nico; varios pa¨ªses contribuyen a la defensa coordinada de Europa a trav¨¦s de la defensa de. su propio territorio. Es decir: cada pa¨ªs participa en la Alianza en funci¨®n de sus prioridades.
Por otra parte, ¨¦sta es la posici¨®n que Espa?a ha mantenido durante los cuatro ¨²ltimos a?os. ?A lo largo de estos a?os se ha visto m¨¢s subordinada la pol¨ªtica exterior espa?ola, aun sin formar todav¨ªa parte del bloque europeo? ?La dimensi¨®n de la pol¨ªtica exterior espa?ola es ahora m¨¢s limitada que antes de 1982? ?Han peligrado nuestras relaciones con los pa¨ªses del Este? ?Nos hemos visto acaso obligados a apoyar a un pa¨ªs de la Alianza en el conflicto de las Malvinas? ?Han aumentado desproporcionadamente los gastos de defensa? En este ¨²ltimo punto, los datos son reveladores: los gastosdel Ministerio de Defensa han aumentado de 1982 a 1986 en un 54%, mientras que los gastos en educaci¨®n se han incrementado en un 80%. En todos los casos, la respuesta a estas preguntas es negativa, y cualquier consideraci¨®n objetiva de lo que han sido estos ¨²ltimos a?os conduce a la conclusi¨®n de que no se ha perdido ni un ¨¢pice de soberan¨ªa, ni un ¨¢pice de autonom¨ªa en pol¨ªtica exterior.
Ha ocurrido lo contrario, que nuestra posici¨®n ha mejorado dentro de la Comunidad Europea. Europa es cada vez m¨¢s capaz de separarse y de oponerse a pol¨ªticas concretas de Estados Unidos que no correspondan a sus intereses. Su coherencia y su peso constituyen le mejor garant¨ªa para -la paz y la distensi¨®n. ?Qu¨¦ otra opci¨®n puede defenderse como v¨¢lida para la realidad espa?ola? S¨®lo caben dos: ?acaso el acuerdo con Estados Unidos es hoy d¨ªa mejor? ?Es de verdad posible un neutralismo que ser¨ªa incompatible con la Comunidad Europea, que s¨ª que multiplicar¨ªa los gastos m_flitares para evitar una situaci¨®n de total indefensi¨®n, que alterar¨ªa todo el equilibrio europeo actual, una opci¨®n que, por lo dem¨¢s, ha sido rechazada por todos los grupos con representaci¨®n' parlamentaria?
Si tan razonable parece la opci¨®n del Gobierno y la pr¨¢ctica totalidad del Congreso de los Diputados apoya permanecer en la Alianza, ?por qu¨¦ convocar un refer¨¦ndum? ?Se trata acaso de una raz¨®n electoralista, como se ha llegado a decir? El Gobierno, mes tras mes, en todas las encuestas, ha dispuesto de un amplio respaldo popular, y pod¨ªa afrontar las pr¨®ximas elecciones con tranquilidad. ?Qu¨¦ votos pretender¨ªa atraer en la supuesta maniobraelectoralista de convocar un refer¨¦ndum plagado de riesgos? ?Por qu¨¦ sobre la Alianza, el punto donde el Gobierno defiende una posici¨®n menos popular? Se han dado otras razones m¨¢s convincentes. Escamotear el refer¨¦ndum hubiera significado un desprecio total por el pueblo espa?ol, que exige un referendum, previsto por la Constituci¨®ne como medio de consulta popular para cuestiones de este calibre. Si se permaneciera en la Alianza sin efectuar esta, consulta se abrir¨ªa una profunda brecha entre los ciudadanos y las instituciones democr¨¢ticas. Evitar esa brecha deber¨ªa ser responsabilidad de .todos los partidos.
El refer¨¦ndum.es dificil para el Gobierno, sin duda. Est¨¢ lleno de riesgos: por los fantasmas-que suscita, por los a?os de aislamiento, por los oscuros mitos y las irreales connotaciones simb¨®licas, por la necesidad de adaptar la posici¨®n del PSOE en 1981 al nuevo y tambi¨¦n mejor contexto de 1986. Pero por muchas encuestas en contra que tuviera, era responsabilidad del Gobierno convocar el refer¨¦ndum sobre una propuesta cargada de razones. La reacci¨®n, por parte de la oposici¨®n de uno u otro signo, no ha sido examinar esas razones ni recordar el sustancial acuerdo expresado en el Congreso el pasado 27 de diciembre, sino ir a por el Gobierno, aunque de perderse el refer¨¦ndum perdamos todos. Aceptando en su pr¨¢ctica totalidad la propuesta del Gobierno, levantan todas las tempestades para que la propuesta naufrague. No existe, en toda la d¨¦cada de vida pol¨ªtica democr¨¢tica, un precedente igual de oportunismo y de irresponsabilidad respecto de los intereses generales. Si la mayor¨ªa del pueblo espa?ol decidiera votar no expresando su deseo de que Espaf¨ªa rompa con la Alianza, el Gobierno no podr¨ªa mantener a Espa?a en ella.
Las consecuencias
Adolfo Su¨¢rez declaraba el pasado 5 de febrero que "la salida puede provocar traumas de consecuencias imprevisibles ( ... ) Supongo que el Gobierno tendr¨¢ estudiadas todas las hip¨®tesis peligrosas". Sin ning¨²n dramatismo, es evidente que.el refer¨¦ndum tendr¨¢ repercusiones importantes, internas y externas. Dec¨ªa Ortega que la inteligencia pol¨ªtica consiste en prever las consecuencias de las decisiones y "las consecuencias de las consecuencias". Esa inteligencia la ha demostrado el pueblo espa?ol. Es cierto que votar no puede tener efectos dif¨ªcilmente previsibles-, pero esto tambi¨¦n debe tenerse en cuenta. Los ciudadanos m¨¢s all¨¢ de los errores y equivocaciones de los dirigentes pol¨ªticos, han mostrado una extraordinaria madurez y responsabilidad en estos 10 a?os de democracia. Cada uno de ellos vivir¨¢ el refer¨¦ndum del pr¨®ximo d¨ªa 12 de marzo como si por un momento recayera sobre ¨¦l una decisi¨®n que afecta a todos y muy profundamente. Al fin y al cabo, ¨¦sta. es la expresi¨®n m¨¢xima de la soberan¨ªa democr¨¢tica, a la que nadie debiera sustraerse. Una soberan¨ªa que presupone la responsabilidad de optar en un tema de esta envergadura por la alternativa m¨¢s prudente y m¨¢s sensata, sabiendo lo que est¨¢ en juego.
El compromiso con la paz no es compatible con manique¨ªsmos ni se presta a simplificaciones. Exige una comprensi¨®n realista de la situaci¨®n y de las posibilidades de Espa?a; requiere el reforzamiento de nuestra democracia, no la aventura y la incertidumbre; demanda de todos, y de la izquierda en particular, un constante y riguroso esfuerzo con el resto de la Europa democr¨¢tica para evitar desequilibrios peligrosos y promover el di¨¢logo y la distensi¨®n.
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