Un domingo de fiesta democr¨¢tica
R. V., ENVIADO ESPECIAL, El domingo 23 de febrero de 1986 figurar¨¢ en la historia de la democracia filipina con el aire festivo del d¨ªa en que se reflej¨® sin reservas el descontento de los ciudadanos por el fraude cometido 15 d¨ªas antes en la elecci¨®n presidencial. A ese sentimiento popular se hab¨ªan sumado ya el ministro de Defensa, Juan Ponce Enrile, y el general Fidel Ramos, que en la tarde del s¨¢bado 22 se sublevaron y convocaron a la Prensa para decir "basta" al presidente Ferdinand Marcos.
La jornada dominguera galvaniz¨® a docenas de miles de filipinos que se encaminaron espont¨¢neamente hacia las instalaciones militares de Camp Crame y Aguinaldo, en se?al de solidaridad con los dos cita dos altos cargos del Gobierno Marcos all¨ª acuartelados, que apostaban por el cambio a los colores amarillos de la l¨ªder de la oposici¨®n, Cory Aquino.Fue tambi¨¦n en la tarde del do mingo cuando Marcos envi¨® sus primeros marines y 10 carros blindados contra Camp Crame, reducto en el que se concentraron todas las fuerzas sublevadas, despu¨¦s de que Juan Ponce Enrile y sus huestes abandonaran, por la ma?ana, la sede del Ministerio de Defensa. Pero los marinos y las tanquetas leales al presidente chocaron contra una barrera humana organiza da, que form¨® barricadas con la ayuda de autobuses, entre rezos de rosarios al amparo de im¨¢genes de la Virgen. As¨ª trataban de con tener el cortejo militar, lo que se consigui¨® en un primer momento. Hacia las nueve de la noche, los manifestantes pudieron festejar con c¨¢nticos la retirada de las tropas de Marcos.
La jornada de fiesta fue, por esto, decisiva, pues en ella se demostr¨® que, si Marcos quer¨ªa acabar con los amotinados, deb¨ªa hacerlo al precio de muchas v¨ªctimas civiles, incluidos ni?os y mujeres, que s¨®lo interpon¨ªan su fe frente a la fuerza del ej¨¦rcito.
Pero la tensi¨®n volvi¨® a subir en la madrugada del lunes 24, cuando unos 80 camiones con soldados y varios carros blindados con fuer zas de Marcos iniciaron lo que se presentaba como el asalto final a Camp Crame. Minutos despu¨¦s de las cinco de la madrugada de ayer (diez de la noche del domingo, hora peninsular espa?ola), unos 200 polic¨ªas antidisturbios intentaban abrir paso a las tropas, y trataban de dispersar con granadas de gases lacrim¨®genos a la muchedumbre que permanec¨ªa en la calle. Hubo algunos heridos.
En la primera l¨ªnea de los manifestantes abundaban los sacerdotes, monjas y seminaristas.
Un grupo de j¨®venes logr¨® encaramarse a uno de los los tanques de Marcos, cuando ¨¦stos se encontraban a un kil¨®metro de Camp Cramer.
Hacia las seis de la madrugada, comenzaron las deserciones de soldados que se pasaban al campo de los rebeldes.
El momento crucial lleg¨® hacia las 6.30 horas, cuando seis helic¨®pteros de combate, bajo el mando del coronel de las Fuerzas A¨¦reas Antonio Sotelo, aterriz¨® en Camp Cramer para unirse al sublevado general Ramos, jefe en funciones del Alto Estado Mayor.
Fueron los mismos helic¨®pteros que horas despu¨¦s disparaban dos cohetes contra el palacio de Malaca?ang, residencia del presidente filipino. Desde esa misma sede, Marcos compareci¨® hacia las 9.20 horas de la ma?ana en la televisi¨®n oficial, y caus¨® verdadera sensaci¨®n. Para entonces, todo el mundo especulaba con la posibilidad de que hubiera abandonado el pa¨ªs. Marcos decret¨® el estado de emergencia y dijo que tratar¨ªa a Ramos y a Ponce Enrile "como rebeldes".La firmeza de su tono qued¨® entrecortada por la irrupci¨®n del depuesto y posteriormente rehabilitado general Fabi¨¢n Ver, amigo personal y hombre de confianza del presidente, quien, en un momento de la retransmisi¨®n, arrebat¨® el micr¨®fono a Marcos para gritar ante las c¨¢maras: "Le advert¨ª, le hab¨ªa advertido ayer que deb¨ªa movilizar los helic¨®pteros contra la gente".
Pero la aparici¨®n presidencial fue sobre todo interrumpida por la acci¨®n de un contigente de militares sublevados que siti¨® la sede del canal 4 de la televisi¨®n oficial, y consigui¨® ocuparla antes de que Marcos (que se hablaba desde su palacio) hubiera lanzado su ¨²ltima palabra al aire. La televisi¨®n oficial comenz¨® a emitir entonces escenas in¨¦ditas de lo que la oposici¨®n filipina hac¨ªa en la calle.
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