Colmenar
Entre Proust y Ruskin anunciaron la muerte de las catedrales. Lo que se muere ahora es el g¨®tico franc¨¦s, de cinco siglos, en la torre de Colmenar Viejo, Madrid, y en toda la iglesia, atacada del mal de la piedra, que es como el catarro de la arqueolog¨ªa. Como Espa?a es as¨ª de inesperada, como Madrid es tan inc¨®gnito en su provincia, resulta que Colmenar Viejo tiene una torre que es un primor del g¨®tico franc¨¦s. Todo el pueblo, ahora, se levanta en armas de paz, y en m¨²sicas, para conservar y reforzar su iglesia, metiendo en el secarral el mar de los conciertos sacros y metiendo en el hilo musical del tiempo, que no existe, el rock y el pop de los conjunteros locales. Mientras las viejas catedrales mueren en pie, por toda Europa, como aves de piedra o castillos de Dios, nadie acierta a levantar una catedral nueva (v¨¦ase el rollo Madrid /Almudena). Pero, con ¨¦l renacimiento de la privacidad y el localismo, las nuevas mocedades, que huyen de la Historia presente, quieren salvar el gale¨®n municipal varado en su incursi¨®n desde la Francia. Mi generaci¨®n escapaba del pueblo, caminos de Europa, y ¨¦stos de ahora se reafirman en lo m¨¢s nativo, que es otra manera de ser uno mismo. Todo el a?o se lo van a dedicar los colmenare?os al templo de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n, como proa g¨®tica y zozobrante de la identidad de un pueblo, en este hervor/fervor de las identidades.El movimiento es m¨¢s c¨ªvico que religioso, claro. Cuando se pierden las fes, nos queda el g¨®tico. La torre lleva cinco siglos navegando el cielo entero de Madrid /provincia. La torre es monumento a su propia duraci¨®n (como Ortega dir¨ªa que El Escorial es monumento a su propio esfuerzo), piedra te¨®rica de un g¨®tico madrile?o /afrancesado. Piedra, en todo caso, con fiebre de criatura. ?Maqueta nacional de un g¨®tico espa?ol? Lejos del nacionalismo volitivo, todo es nacionalidad ped¨¢nea para los nov¨ªsimos espa?oles. Torre de Colmenar, de g¨®tico y cig¨¹e?a, de temblor medieval. Bastilla que ha tomado el pueblo/pueblo.
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