La baja del petr¨®leo
El descenso impresionante de los precios del crudo petrol¨ªfero es no s¨®lo un episodio dram¨¢tico de la escena mundial, sino tambi¨¦n un acontecimiento de relevante dimensi¨®n para la pol¨ªtica econ¨®mica del Occidente desarrollado.No puede olvidarse, aunque algunos parecen tener inter¨¦s en ello, que 1973 fue la fecha fat¨ªdica en que se inici¨® Ia crisis de la econom¨ªa mundial. Al revuelo de una de las guerras entre Israel y sus vecinos isl¨¢micos, se decidi¨® el alza espectacular de los crudos de Oriente Pr¨®ximo. Fue el pistoletazo de salida de una carrera espectacular hacia arriba, de los precios de los crudos representativos que partiendo de tres d¨®lares alcanzaron en un par de a?os la cifra de 35 d¨®lares por barril, es decir, multiplicando por 10 veces ¨¦l costo del oro negro para los usuarios.
A la Europa consumidora le sorprendi¨® aquella tremenda convulsi¨®n, desprevenida. Para mayor desgracia, los suministros mayoritarios de la balanza energ¨¦tica europea ven¨ªan, en gran parte, de los pa¨ªses que hab¨ªan iniciado -y organizado- la escalada. Las econom¨ªas comunitarias se sintieron cogidas en la trampa y, resistieron el terremoto
petrol¨ªfero a base de superar las dificultades con sacrificios. Los pa¨ªses m¨¢s ricos quedaron gravemente endeudados. Las naciones m¨¢s pobres, no productoras de petr¨®leo, descendieron a niveles de miseria espectaculares. La Comunidad Econ¨®mica Europea sinti¨® como ning¨²n otro grupo la sacudida. Europa no es autosuficiente en crudos, como es bien sabido, y la situaci¨®n fue tan comprometida que hubo algunos malos ejemplos de insolidaridad frente a la necesaria y urgente cooperaci¨®n.
Han pasado 12 a?os desde aquel aldabonazo, semejante en magnitud a la crisis del 29, que se inici¨® en la Bolsa de Nueva York. Tambi¨¦n ahora hubo quiebras en cadena, cifras gigantescas de paro, desorden monetario, inflaci¨®n alt¨ªsima y tensiones sociales considerables. Sin embargo, el sistema de econom¨ªa abierta de mercado logr¨® encajar el duro golpe, estableciendo mecanismos correctores, entre ellos, la diversificaci¨®n de origen de los suministros, el ahorro energ¨¦tico, la puesta en marcha de las fuentes alternativas de energ¨ªa y la actualizaci¨®n de nuevos yacimientos. Esa pol¨ªtica ha dado a la larga sus frutos. La posici¨®n intratable de los vendedores, que no admit¨ªa apenas flexibilidad en el di¨¢logo, empez¨® a deteriorarse visiblemente hasta convertirse en un coro desafinado que revela sus profundos desacuerdos internos. Sobra en estos momentos en el mercado el crudo petrol¨ªfero. No hay demandas firmes. Nadie quiere hacer reservas. Los precios artificiales han tenido que bajar. Y lo hacen como subieron, es decir, en tromba, hasta caer por debajo de los 12 d¨®lares. Y opinan algunos petr¨®logos que puede descender hasta ocho d¨®lares antes de estabilizarse. Contemplar ese proceso es algo pasmoso porque confirma a posteriori la esquizofr¨¦nica e injustificada codicia que empuj¨® la repentina subida de 1973.
Pero no es cosa de analizar, aqu¨ª y ahora, ese aspecto de lo que se ha llamado "el gran expolio del Occidente", y que nos trajo el paro masivo y la crisis. Sino de subrayar la serie de consecuencias -buenas y malas- que esta baja puede ahora traer consigo para el futuro econ¨®mico. En nuestra balanza comercial la baja del precio de los crudos representa una cifra de varios miles de millones de d¨®lares de ahorro por cuenta corriente al a?o. Es decir, bastantes cientos de miles de millones de pesetas. Un guarismo que por su magnitud puede empujar el crecimiento hasta un 3,4% y a fines de un a?o a un 4%. Esas cifras significan un despegue definitivo del sistema hacia una evoluci¨®n positiva del conjunto de la econom¨ªa. El Gobierno anuncia una serie de medidas empezando por la rebaja de los precios de los productos comerciales derivados del petr¨®leo. Al mismo tiempo, una gran masa de dinero procedente de los millones de usuarios de autom¨®viles y veh¨ªculos de toda clase quedar¨¢ disponible para las otras demandas del consumo, para el ahorro y para la inversi¨®n individuales.
En otras palabras, la baja fulminante de los precios del crudo est¨¢ creando una situaci¨®n econ¨®mica tan diferente que sus efectos se notar¨¢n de forma inmediata. La Espa?a econ¨®mica se encuentra con un factor imponderable que se ha presentado de golpe, y que ha sido llamado con justeza el contra-shock del petr¨®leo. Es una noticia tan favorable como inesperada en el hasta ahora sombr¨ªo cuadro de nuestra estancada macroeconom¨ªa.
No se ocultan a nadie los riesgos y los aspectos negativos que este deshielo de los precios del crudo lleva consigo. Pa¨ªses productores con econom¨ªas d¨¦biles y endeudadas pueden llegar al l¨ªmite de la bancarrota total. El fantasma de la inflaci¨®n amenazar¨¢ de nuevo en t¨¦rminos alarmantes. Naciones productoras de primeras materias se ver¨¢n en graves dificultades para seguir comprando los productos al mundo desarrollado. Y, en general, una ca¨ªda en picado de esta naturaleza es casi siempre un factor de grave desorden monetario y comercial en el mundo entero.
Recuerdo que cuando estall¨® la crisis del 73 se tard¨® en Espa?a bastantes meses en reconocer la gravedad de lo que suced¨ªa. La inflaci¨®n se dispar¨® y el paro hizo su entrada visible y dram¨¢tica en nuestro panorama laboral. Cuando ya Europa entera tomaba medidas espectaculares y medio continente rodaba en bicicleta, segu¨ªamos ignorando la tremenda distorsi¨®n ocurrida en los precios para no alarmar a la opini¨®n.
?Haremos ahora, de nuevo, el juego solitario de minimizar la novedad? No creo que la baja del crudo sea, por s¨ª sola, una panacea que lo resuelva todo en nuestra econom¨ªa. Pero la coyuntura que se ha planteado ya es de tal envergadura y tiene unas perspectivas tan concretas que ser¨ªa imperdonable no utilizar a pleno rendimiento esta oportunidad. Con ese fabuloso ahorro de nuestras compras en el exterior se pueden hacer muchas cosas. Desde absorber el d¨¦ficit del gasto p¨²blico a financiar una pol¨ªtica de est¨ªmulos al crecimiento y a la modernizaci¨®n de las estructuras productivas. Ambas medidas repercutir¨ªan en relanzar la demanda y la inversi¨®n. Y si hubiese una flexibilizaci¨®n de la pol¨ªtica de empleo y una reducci¨®n de algunas cargas de la seguridad social se podr¨ªa iniciar una r¨¢pida salida del t¨²nel. Los dem¨¢s pueblos de Europa se han percatado del nuevo viento que sopla y se aprestan a izar las velas para ?por fin! navegar hacia la prosperidad. La Rep¨²blica Federal ser¨¢ la que arrancar¨¢ en primer lugar. Pero tambi¨¦n en Francia y el Benelux seguir¨¢n ese itinerario. Quiz¨¢ el Reino Unido tenga m¨¢s dificultades al ser ella misma productora de un petr¨®leo que est¨¢ a punto de llegar en su baja al precio l¨ªmite de su venta sin p¨¦rdida.
Es preciso mirar lejos y dise?ar una pol¨ªtica econ¨®mica y social de largo alcance que los niveles del crudo barato hacen posible. Para ello ser¨ªa indispensable lograr un consenso nacional que definiese en sus l¨ªneas maestras un acuerdo para el gran despegue. ?No se podr¨ªa intentar ese pacto una vez que la algarab¨ªa del refer¨¦ndum haya cesado? ?No pod¨ªa ser ¨¦se uno de las objetivos fundamentales que debe proponerse para los a?os venideros?
Se echa de menos una iniciativa nacional de esa ¨ªndole. Convocar a cuantos tienen algo que decir y que aportar al examen y an¨¢lisis de la nueva situaci¨®n creada por factores ex¨®genos en la que estamos entrando; economistas y expertos de uno y otro signo; Gobierno y oposici¨®n; empresarios y sindicatos; productores y usuarios reunidos en una conferencia. ?No resulta urgente poner el inter¨¦s general sobre la mesa como tema prioritario al margen de las habituales exigencias de un a?o electoral?
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