El que dice s¨ª, el que dice no
"Se ha inclinado ante la necesidad. Ha dicho si".(Bertolt Brecht)
Para quienes conozcan un poco la obra de Bertolt Brecht, el t¨ªtulo de este art¨ªculo tendr¨¢ resonancias familiares. As¨ª se titula, efectivamente, una breve ¨®pera que ¨¦l escribi¨®, en colaboraci¨®n con Kurt Weill, para las escuelas; y en ella se trataba de provocar una reflexi¨®n sobre el no y el s¨ª como dos respuestas posibles ante determinadas, graves, situaciones. Esta breve ¨®pera escolar, que en realidad son dos id¨¦nticas hasta el momento en que en una el ni?o que tiene que pronunciarse por el s¨ª o por el no se decide por el s¨ª en una de ellas -El que dice si- y por el no en la otra: El que dice no, est¨¢ basada en una obrita japonesa, Taniko, de car¨¢cter m¨ªstico, en la que el personaje dice s¨ª: s¨ª a la costumbre; un s¨ª que comporta su propia muerte. Hablando de japoneses, uno puede pensar aquella obrita como una ilustraci¨®n de la filosof¨ªa del kamikaze. Precisamente la cr¨ªtica de Brecht toma la forma de otra obra: ¨¦sta en la que el ni?o dice no.
Decir no viene siendo, en nuestras culturas, una expresi¨®n consagrada como la propia de la rebeld¨ªa. Si mal no recuerdo, Albert Camus empezaba un famoso libro definiendo al hombre rebelde como aquel que dice no. Sea como sea, decir s¨ª o no decirlo, de una manera u otra, ha tenido mucha importancia hist¨®rica, sobre todo en algunas circunstancias. (Por cierto, que, seg¨²n el catecismo de mi infancia, Cristo nos hab¨ªa ense?ado a decir s¨ª o no; la abstenci¨®n es, al parecer, un invento de posteriores cristianos.) Dentro ya del s¨ª, por poner un ejemplo, decir s¨ª de una manera determinada -que ha terminado en el oui- ha dado lugar a lo que hoy es la lengua francesa, mientras que en las m¨¢rgenes de los territorios en los que se hab¨ªa decidido decir s¨ª de esa manera, la elecci¨®n del oc (del lat¨ªn hoc) como expresi¨®n afirmativa, daba lugar a... la lengua de oc, y a los territorios culturalmente definidos por ella: la Occitania. En aquella situaci¨®n originaria, decir s¨ª en forma de oc era, en realidad, decir no a quienes dec¨ªan s¨ª de otra manera. As¨ª son las cosas de complicadas y, en ocasiones, parad¨®jicas. Algunas veces he citado yo aquello de Luckacs sobre quienes obedecen con formas de rebeli¨®n: sobre quienes, en fin, dan a su s¨ª la forma de un no. Tambi¨¦n hay quienes dan, o damos, a nuestro no la forma de un s¨ª: los s¨ªes a la subversi¨®n son noes al sistema establecido. Etc¨¦tera, etc¨¦tera. Por no hablar ahora del complejo sistema de los s¨ªes "aunque", o de los s¨ªes "pero", y de los noes "aunque", o de los noes "pero". El mundo de nuestras decisiones familiares, profesionales, sociales y pol¨ªticas se mueven en el campo de esta compleja dial¨¦ctica que a veces se reduce a una necesidad que se nos impone -o que nos imponemos- ¨¦ticamente, en funci¨®n de determinadas exigencias objetivas.
La obrita de Brecht vuelve una y otra vez a mi memoria durante estos d¨ªas de s¨ª y de no. En ella sucede que, seg¨²n la Gran Costumbre, el ni?o est¨¢ condenado a muerte de antemano. Pero, adem¨¢s, es su obligaci¨®n decir s¨ª. De todas maneras ha de ser arrojado a la torrentera y perecer, pero ¨¦l ha de decir que est¨¢ de acuerdo: "Se ha inclinado ante la necesidad. Ha dicho s¨ª". Este mundo del s¨ª es, a fin de cuentas, el mundo de s¨ª. Y sin embargo:
Muchas gentes dicen s¨ª y en el fondo no est¨¢n de acuerdo / y algunas est¨¢n de acuerdo en aquello en que no deber¨ªan estarlo.
Cuando el ni?o de la segunda obra -aquella en la que el ni?o dice no a su muerte- rompe con el s¨ª que trata de impon¨¦rsele corno una necesidad, se le recuerda que ¨¦l estuvo de acuerdo en aceptar lo que se siguiera de aquella marcha. "Mi respuesta fue mala", responde el ni?o, "pero vuestra pregunta era m¨¢s mala todav¨ªa. Quien da el primer paso no debe forzosamente dar tambi¨¦n el segundo. Tambi¨¦n se puede reconocer que el primer paso fue un error".
En estos d¨ªas de s¨ª o de no, los recuerdos de esta preciosa ¨®pera escolar no pueden venir sino impregnados de preocupaciones concretas. ?Nos encontramos ante una mala pregunta? Parece muy evidente que s¨ª. ?Y c¨®mo (lar una buena respuesta a una rnala pregunta? Para quienes opinamos que en este caso concreto esa respuesta es no, las palabras de este ni?o que dice no -y que de este modo rompe el sortilegio del sistema- nos remiten a esa conflictiva dil¨¦ctica entre el primer paso y los posteriores. Si se entr¨® en la OTAN, ello no quiere decir que haya que continuar en esa Ailianza -?una Santa Alianza?-. Tambi¨¦n, si se vot¨® al PSOE, ello no implica que haya que seguirlo a cualquier parte. Parece claro que la legitimidad de los pasos con los que uno hace muy bien en desmentir un mal paso no es extensible al campo de las posiciones pragm¨¢ticas y oportunistas con las que uno no es que rectifique un malpaso -lo que siempre est¨¢ muy bien-, sino que se burla del mundo de los propios principios. En la actual situaci¨®n, el mal paso fue la en trada en la OTAN; y tambi¨¦n, a poco que sigan as¨ª las cosas, mu chos que fueron votantes del PSOE tendr¨¢n que considerar como un mal paso en su vida aquel voto con el que otorgaron al partido que hoy ostenta el poder pol¨ªtico su confianza.
Resumiendo un poco las cosas, habr¨¢ que decir con ese ni?o valiente de la obra de Bertolt Brecht que "en una situaci¨®n as¨ª, hay que dar media vuelta".
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