?Su miedo favorito?
El refer¨¦ndum sobre la permanencia en la OTAN est¨¢ ya tan desvirtuado que las razones de casi cualquier g¨¦nero pueden valer para decidirse; siempre, claro est¨¢, que uno las encuentre. Yo ando busc¨¢ndolas, desde hace varias semanas y a estas alturas de la campa?a todav¨ªa estoy inscrito en el enojoso grupo de los que no saben/no contestan, lo cual me ha llevado, en buena l¨®gica, a no prestar mi modesta firma a ning¨²n docurriento destinado a captar votos. Tampoco los nombres de los que s¨ª han suscrito tales manifiestos me han resultado decisivos, ya que las simpat¨ªas y la admiraci¨®n las tengo muy repartidas. As¨ª, estoy a la espera (no me queda m¨¢s remedio) de que los unos me irriten m¨¢s que los otros. Por fin ha habido un primer aviso.Una de las mayores cr¨ªticas que los no¨ªstas est¨¢n dedicando a los si¨ªstas (y por tanto tambi¨¦n al Gobierno) es su falta de argumentos positivos en favor de la permanencia de Espa?a en la OTAN y su despliegue, por contra, de razonamientos que est¨¢n dictados exclusivamente por el miedo. En primer lugar, no veo por qu¨¦ el miedo no puede o no debe ser un factor v¨¢lido tan v¨¢lido como cualquier otro a la hora de determinar una actuaci¨®n, una posici¨®n o un voto, del mismo modo que saber lo que uno no quiere, aunque no tenga ni la menor idea de lo que querr¨ªa, me parece, en todos los ¨®rdenes de la vida, una bendici¨®n: al menos sabemos algo. Y, por poner un ejemplo de nuestra historia reciente, estoy convencido de que m¨¢s de un comunista ortodoxo habr¨ªa besado la generosa frente del mism¨ªsimo Leopoldo Calvo Sotelo el d¨ªa 24 de febrero de 1981, precisamente por miedo y por saber perfectamente lo que no quer¨ªa.
Pero no es s¨®lo esto: tengo para m¨ª que la gran mayor¨ªa de los actuales partidarios del no lo son, al igual que los partidarios del s¨ª, por miedo, lo cual invalida las acusaciones de aqu¨¦llos contra ¨¦stos. S¨®lo que se trata de diferentes miedos. Me explicar¨¦: entre los no¨ªstas (los no¨ªstas de izquierdas, que son casi todos) hay unos pocos que lo que desear¨ªan es que la adhesi¨®n de Espa?a, en vez de a la OTAN, fuera al Pacto de Varsovia; hay unos cuantos m¨¢s, bastantes m¨¢s, que ans¨ªan castigar al Gobierno por su gesti¨®n decepcionante y su insufrible chuler¨ªa (y se comprende que la tentaci¨®n pueda ser grande); pero la mayor¨ªa de ellos alegan una cuesti¨®n de principios: son pacifistas, ergo ?c¨®mo van a que rer que su pa¨ªs pertenezca a una alianza militar? Todas y cada una de las personas que esgrimen esta raz¨®n me parece que est¨¢n diciendo, en el mejor de los casos, tan s¨®lo una media verdad. La verdad verdadera, como dijo el torero, es otra. Si todos estos pacifistas lo fueran de veras, radicalmente y hasta las ¨²ltimas consecuencias, no se limitar¨ªan a rasgarse las vestiduras (s¨®lo en tiempos de refer¨¦ndum) por la posible permanencia de nuestro pa¨ªs en la OTAN y de las bases americanas en nuestro pa¨ªs, sino que estar¨ªan mes¨¢ndo se los cabellos de continuo en tanto no se disolvieran o suprimieran el Ej¨¦rcito al completo, la Guaria Civil, la Polic¨ªa Armada, los geos, los ertzainas, los mossos d'esquadra, los guardias jurados, los vigilantes nocturnos de El Corte Ingl¨¦s (que llevan arma) y los cazadores domingueros con escopetas de varios ca?ones. Pues bien, no he o¨ªdo a ning¨²n no¨ªsta clamar contra estas cosas (y se me olvidaba incluir los aceros de Toledo y las navajas de Albacete). La verdad verdadera es miedo, y muy respetable, a que, en virtud de nuestra permanencia en la OTAN, haya misiles nucleares sovi¨¦ticos apuntando a nuestras cabezas. (Dejo de lado la posibilidad -no absurda- de que apuntaran en todo caso y (te que adem¨¢s no vaya a haber nunca manera de saberlo a ciencia cierta.)
?Cu¨¢les son los miedos de los si¨ªstas? Los hay muy variados. El propio presidente del Gobierno ha mencionado vagamente algunos: la inversi¨®n extranjera se reducir¨ªa, al igual que nuestras ex, portaciones; nos ser¨ªa dif¨ªcil el acceso a la tecnolog¨ªa punta occidental, etc¨¦tera. Ser¨ªa de agradecer que el susodicho -presidente fuera m¨¢s expl¨ªcito (todas estas cosas las dice con la boca peque?a, como el marido o la mujer que se apresuran a confesar una infidelidad descubierta porque son muchas las que todav¨ªa permanecen ocultas), pero quienes ven en estos temores; amenazas de represalias y atentados a nuestra soberan¨ªa est¨¢n en lo cierto. Bien, ?y qu¨¦? As¨ª es el mundo, yo te doy si t¨² me das, por un lado, y, por otro, no me parece que la soberan¨ªa de pa¨ªses neutrales como Austria. o Suecia sea mayor que la de pa¨ªses integrados en la OTAN corno el Reino Unido o Italia. Seguramente se trata, en todo caso, de la mayor soberan¨ªa posible.
Pero hay tambi¨¦n otros miedos, m¨¢s personales, quiz¨¢ menos justificados y sin embargo tan l¨ªcitos como el que m¨¢s desde el momento en que admitamos (?y hay quien no lo haga?) la primera frase de este art¨ªculo. El refer¨¦ndum est¨¢ tan desvirtuado que, cabr¨ªa decir, cualquier miedo vale. Hay quien teme que si salimos de la OTAN tengamos que entregar Ceuta y Melilla en muy breve plazo y las Canarias en un plazo menos breve, pero no muy largo. Hay quien sospecha que la colaboraci¨®n de Francia en la lucha antiterrorista volver¨ªa a ser inexistente. Tambi¨¦n hay quien teme que, de darse un triunfo del no, el descalabro del partido socialista sea tan may¨²sculo que incluso pueda perder las pr¨®ximas elecciones en beneficio del ¨²nico otro partido que, hoy por hoy, podr¨ªa ganarlas, por parcial que fuese la victoria (los que esto temen no son necesariamente entusiastas del Gobierno -?acaso quedan?-, sino gente realista que al menos sabe lo que no quiere de entre las cosas posibles, ya que no, ciertamente, probables). Hay asimismo quien teme que el descalabro se personalice de tal manera en Felipe Gonz¨¢lez que el riesgo no sea tanto el que acabo de mencionar cuanto que el pr¨®ximo presidente del Gobierno sea Alfonso Guerra o el Leopoldo Calvo Sotelo que anida en todo partido (no olvidemos que un partido es un microcosmos comparable a una clase de colegio, y que en todas las clases de colegio que en el mundo han sido se han repetido y repiten, con escasas variaciones, los mismos arquetipos: el listo, el tonto, el empoll¨®n, el pelota, el acusica, el gordo, el cabecilla rebelde, el mat¨®n, etc¨¦tera).
Se me dir¨¢: todos estos miedos son chantajes, alarmismos, embelecos, mientras que los misiles apunt¨¢ndonos s¨ª son reales. Puede ser. Pero el miedo, como bien saben quienes a¨²n se recuerdan a s¨ª mismos de. ni?os, no precisa de ninguna realidad objetiva para su existencia, ni tampoco es un miedo menos miedo para el que lo padece porque los dem¨¢s piensen que no hay motivo. El miedo es justamente una de las cosas m¨¢s subjetivas y personales (aunque no intransferibles, sino, por el contrario, contagiosas) que hay, y cada cual est¨¢ en su derecho a intentar tranquilizarse, de la manera que sea, ante aquellos miedos o fantasmas que m¨¢s lo acosen. Tal vez pensar en nuestro miedo favorito a la hora de votar no s¨®lo no sea criticable, sino el ¨²nico modo de hacerlo en conciencia. Personalmente, debo decir que, en el d¨ªa de hoy, la posibilidad de que me caiga un misil sovi¨¦tico encima me parece tan remota y a la vez tan inevitable como el advenimiento del apocalipsis o la propagaci¨®n indiscriminada y masiva de esa enfermedad que se llama SIDA. Sin duda los otros miedos, los de los si¨ªstas, son a cosas que en cambio son remediables, pero -repito, en el d¨ªa de hoy- la posibilidad, por improbable que sea, de vivir a corto plazo en un pa¨ªs gobernado por Fraga y Mi?¨®n, Alzaga y Ans¨®n, me resulta, pese a todos los pesares, menos remota y a la vez m¨¢s evitable. Tal vez pueda salir por fin del enojoso grupo de los que no saben/no contestan, pues al fin y al cabo empieza a parecerme que la diferencia entre el miedo de los no¨ªstas y el miedo de los si¨ªstas es que, as¨ª como los primeros temen morir espantosamente, los segundos lo que temen es vivir espantosamente. Justamente lo contrario.
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