La vieja t¨¢ctica
EL SECUESTRO, cuya autor¨ªa ha asumido ETA Militar, del industrial Jos¨¦ Mar¨ªa Ega?a, el pasado lunes en San Sebasti¨¢n, viene a repetir la siniestra t¨¢ctica de pretender conmover con el terrorismo cualquier paso pol¨ªtico e institucional en el funcionamiento democr¨¢tico. Desde las v¨ªsperas del refer¨¦ndum sobre la reforma pol¨ªtica, en diciembre de 1976, hasta el 12 de junio de 1985, horas antes de celebrarse en el palacio Real la firma del Tratado de Adhesi¨®n a la Comunidad Europea, todas las fechas importantes de la construcci¨®n del nuevo Estado democr¨¢tico han estado franqueadas de estos intentos desestabilizadores. Militares de alta graduaci¨®n, financieros, abogados laboralistas, miembros de los cuerpos de seguridad, pol¨ªticos, trabajadores y ciudadanos indiscriminados han sido v¨ªctimas de la violencia criminal protagonizada por ETA o los GRAPO en sus diferentes ramas. La reacci¨®n de la sociedad, que ha repudiado siempre y con vigor esta siembra de sangre, no parece haber desalentado al bandidaje pol¨ªtico. M¨¢s bien puede pensarse que su insistencia en cambiar la democracia por la muerte y la extorsi¨®n no es s¨®lo el efecto de una demencia, sino tambi¨¦n el de una t¨¢ctica criminal.Agregar en v¨ªsperas de la consulta del refer¨¦ndum, en el que se dirime hoy una cuesti¨®n de consecuencias internacionales, un elemento de tensi¨®n es un recurso que vemos repetirse en otros pa¨ªses y cuyo saldo, en la mayor parte de los casos, acaba concret¨¢ndose sin m¨¢s en tragedias particulares. Por monstruoso que parezca, el pretendido intercambio de vidas humanas, en buena parte del todo ajenas al conflicto, por ventajas pol¨ªticas ha cundido demasiado en los ¨²ltimos tiempos a lo ancho de la comunidad internacional. La lucha contra el terrorismo se ha convertido en una batalla donde la cooperaci¨®n entre los Estados es la forma ineludible de preservar rec¨ªprocamente la convivencia fundada sobre alguna forma de acuerdo legal y de respeto a los derechos humanos.
La maniobra que se encubre en la acci¨®n de este secuestro del industrial espa?ol es tan burda en los efectos que desea provocar que por s¨ª sola, y tras sus m¨²ltiples precedentes en ocasiones similares, no merecer¨ªa ser valorada en su dimensi¨®n pol¨ªtica. Posee, sin embargo, como en los dem¨¢s atentados a personas, el decisivo hecho de poner en peligro una vida humana. ?sta es la raz¨®n, aun contando con su fracaso pol¨ªtico, de la conmoci¨®n que alcanza a producir en la sociedad. Cuando la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos quiere reafirmar los principios de una convivencia pac¨ªfica y dirimir sus opiniones por v¨ªas constitucionales, tales como esta del refer¨¦ndum, la violencia que introduce un secuestro provoca desaz¨®n. Pero tambi¨¦n, en oportunidades hist¨®ricas como ¨¦stas, la carga de rechazo y de repugnancia se hace mayor y ha de multiplicar la voluntad para abominar radicalmente de estos espasmos de violencia.
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