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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opini¨®n del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Qui¨¦n canta victoria

EL RECUENTO de votos en el refer¨¦ndum ha dado una clara victoria al s¨ª. Con ello podr¨ªa pensarse que termina uno de los episodios m¨¢s controvertidos y esquizoides de la nueva democracia espa?ola. Para nada es eso. M¨¢s bien comienza ahora una tarea de reconstrucci¨®n del marco pol¨ªtico y del escenario en el que nos movemos.Este refer¨¦ndum ha arrojado algunos datos novedosos y serios sobre la situaci¨®n espa?ola. El primero -el menos sorprendente, pero el m¨¢s satisfactorio- es la sensatez de un pueblo dispuesto a ir a las urnas y dar muestras permanentes de su capacidad democr¨¢tica, pronunci¨¢ndose libre y pac¨ªficamente. El segundo es el oportunismo y la sinraz¨®n de la gran parte de la clase pol¨ªtica, del Gobierno a la oposici¨®n, que ha culminado en un espect¨¢culo de contradicciones, confusi¨®n y hast¨ªo que ser¨ªa injusto que no pagaran sus responsables.

El Gobierno puede sentir la tentaci¨®n de apuntarse este resultado como una victoria en su haber. No cabe duda de que los sondeos le anunciaban perdedor en la consulta, y de que el esfuerzo desarrollado por Felipe Gonz¨¢lez y su equipo ha sido meritorio. Pero no cabe duda tampoco de que las manipulaciones, presiones, nerviosismo y estupor que los socialistas han desparramado a su alrededor no les permiten presentarse hoy con la cabeza alta, y s¨ª pidiendo perd¨®n, a un pa¨ªs al que han hecho pasar lo que no se merec¨ªa. La apreciable diferencia respecto a los votos negativos no habr¨ªa sido, seguramente, posible sin el esfuerzo de reflexi¨®n que se ha exigido a una parte del electorado, que con gran probabilidad ha cambiado el significado de su voto en los ¨²ltimos d¨ªas e incluso en las ¨²ltimas horas.

Esta jornada es, en primer lugar, el triunfo de un sistema que ha permitido a los espa?oles pronunciarse sobre una cuesti¨®n capital como la pol¨ªtica militar y de defensa de su pa¨ªs. En el comportamiento mayoritario de los ciudadanos ha tenido que sumarse una gran heterogeneidad de factores hasta orientar su decisi¨®n, y entre ellos, no han podido pecisar ¨²nicamente los que afectaban al contenido de la pregunta. Si bien es verdad que los espa?oles se han pronunciado sobre la OTAN y la permanencia en ella, no es menos cierto que lo han hecho atendiendo a factores de continuidad pol¨ªtica y de garant¨ªas para el futuro democr¨¢tico m¨¢s que a la cuesti¨®n misma de Europa y la pol¨ªtica de bloques. Caben pocas dudas de que el voto ¨²til, en una nueva y genuina versi¨®n, ha vuelto a funcionar: no se ha querido debilitar la estabilidad de la mayor¨ªa parlamentaria y del Gobierno, y se ha pretendido nominar el prestigio de las instituciones de la democracia representativa, ante una opci¨®n en realidad inexistente -no cambiaban las condiciones de integraci¨®n militar en Occidente ganara el s¨ª o ganara el no-, cuando se tem¨ªa que la derrota del Gobierno fuera rentabilizada por sectores antidemocr¨¢ticos de este pa¨ªs. Pero frente a este comportamiento popular -que ha exigido no pocos retorcimientos de la conciencia individual y un sentido profundo de las responsabilidades adquiridas por el pueblo en la democracia-, el de los partidos ha seguido con demasiada frecuencia las gu¨ªas de sus ventajas sectarias y no de los destinos de los ciudadanos. Habiendo abusado hasta el rid¨ªculo todos los l¨ªderes -conservadores, socialistas y comunistas- del m¨¢s burdo patrioterismo, en sus apelaciones agotadoras al inter¨¦s de Espa?a y en el resurgimiento verbal del se?uelo nacionalista, han recibido hoy una lecci¨®n memorable. No es preciso hacer ahora un cat¨¢logo de actitudes chuscas ni rememorar las muchas y muy diversas tonter¨ªas que desde las plataformas del s¨ª y del no, o de la abstenci¨®n, se han dicho con facundia digna de mejor causa. Escuchando a personajes de la derecha preconizar la abstenci¨®n ha cundido el escalofr¨ªo. Resulta que unos sedicentes dem¨®cratas y atlantistas abandonaban las urnas cuando la Alianza Atl¨¢ntica les solicitaba el s¨ª, y todo por pura, y equivocada, estrategia electoral. Sectores del centro-derecha que se alzaban como esperanza o reserva para este pa¨ªs (Pujol, Roca, Su¨¢rez) han renegado de su condici¨®n de orientadores de la masa refugi¨¢ndose en la c¨®moda indefinici¨®n del silencio -siempre ocultadora de la ignorancia o del oportunismo-, justo en los momentos en que su opini¨®n era m¨¢s requerida. Los pacifistas y antiatlantistas responsables han sido asaltados en su propio terreno por el electoralismo del partido de Gerardo Iglesias y por el de sectores histri¨®nicos de la marginalia pol¨ªtica que nos promet¨ªan una nueva Guerra de la Independencia, con su Agustina de Arag¨®n y todo, pero esta vez contra los americanos, o una balcanizaci¨®n de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Por ¨²ltimo, el Gobierno ha utilizado toda clase de recursos a su alcance: ha llevado la manipulaci¨®n televisiva hasta el l¨ªmite, ha presionado a los militantes socialistas, ha enfatizado los aspectos carism¨¢ticos del liderazgo del presidente, ha implorado, sugerido, amenazado y prometido como nunca, e incluso se le ha visto dispuesto a implantar la censura de Prensa en el d¨ªa de las votaciones respecto a la publicaci¨®n de resultados provisionales. Todo ello para ganar una convocatoria destinada a un solo fin: demostrar que era el Gobierno el que ten¨ªa raz¨®n y los dem¨¢s quienes estaban en el error. Ya hemos visto las caras de satisfacci¨®n de los analistas de presidencia se?alando c¨®mo sus sondeos eran los ¨²nicos v¨¢lidos y c¨®mo todo el mundo estaba equivocado salvo ellos. Pero si Felipe Gonz¨¢lez pudiera escrutar hoy el coraz¨®n de cientos de miles de votantes, sabr¨ªa c¨®mo cambiaron su voto negativo o su abstenci¨®n por el s¨ª con la ¨²nica esperanza no de reforzar su Gabinete o su persona, ni mucho menos de santificar popularmente la OTAN, sino de ver garantizado para ellos mismos un futuro pol¨ªtico estable. No se atrever¨ªa entonces el presidente ni siquiera a pensar que ¨¦l es el vencedor de esta crispada y apasionante batalla verbal en la que los espa?oles han gastado dinero, energ¨ªas, amistades y pasiones exactamente para nada: para que nos quedemos como est¨¢bamos. Los votantes han encontrado en la elecci¨®n de su pronunciamiento toda la oscuridad, todas las dificultades imaginables, y pr¨¢cticamente ning¨²n aporte de raz¨®n y debate para su esclarecimiento. Lo que es hoy, con el grado de participaci¨®n registrado, un s¨®lido triunfo de la sociedad espa?ola, es tambi¨¦n, a poco que se eche la vista atr¨¢s, un fracaso de la comunicaci¨®n entre representantes y representados. El Gobierno, que eligi¨® defender una postura contraria a la que sosten¨ªa apenas tres a?os antes, contaba de antemano con los costes que iba a reportarle la consulta. La cuesti¨®n ahora es saber si ese desgaste no ser¨¢ a¨²n mayor al de sus c¨¢lculos. Ni en la campa?a de sus l¨ªderes significados, ni en las reiteradas y aparatosas intervenciones del presidente, los socialistas han recuperado el grado de credibilidad que ostentaban. No debe enga?arles ahora este resultado favorable: han ganado el refer¨¦ndum contra sus propios errores, y es l¨ªcito y justo que la sociedad espa?ola pase factura de incompetencia y arrogancia a un partido y a unos dirigentes que dilapidan tan salvaje como alegremente su mayor¨ªa absoluta. Al deterioro que conlleva la acci¨®n de gobierno, esta campa?a ha a?adido sobre los dirigentes del PSOE -pese a lo que el resultado del voto pudiera aparentar- un distanciamiento de la conciencia social, patentizada todav¨ªa m¨¢s en el espect¨¢culo mismo del prerrefer¨¦ndum, en la torpeza de sus discursos p¨²blicos -m¨¢s atentos a otros l¨ªderes que a sus propios oyentes- y en el menosprecio que supone haber soslayado una cabal informaci¨®n y un debate sobre la pol¨ªtica de bloques a cambio de atronarnos los o¨ªdos con algo tan abstracto y discutible, tan dif¨ªcil de un¨ªvoca representaci¨®n, como es el inter¨¦s de Espa?a. El triunfo del s¨ª contribuye a preservar la normalidad, mantiene el statu quo internacional y regulariza las expectativas respecto al discurrir de la pol¨ªtica espa?ola. Pero el Gobierno ha adquirido compromisos definidos: a partir de ahora los t¨¦rminos que matizaban la permanencia en la OTAN (desnuclearizaci¨®n del territorio, reducci¨®n de la presencia militar norteamericana y no integraci¨®n en la estructura militar de la Alianza) se traducen en requerimientos urgentes. La desnuclearizaci¨®n y reducci¨®n de efectivos militares americanos en Espa?a conduce a buscar la inmediata denuncia del tratado militar con Estados Unidos y la reducci¨®n de las bases extranjeras y su personal. Por lo dem¨¢s, no podr¨¢ seguirse negando Felipe Gonz¨¢lez a la firma del Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear -otra promesa electoral del PSOE m¨¢s f¨¢cil de cumplir que el refer¨¦ndum y sobre la que ha hurtado hasta ahora el bulto-. Y los espa?oles que viven cerca del pe?¨®n de Gibraltar merecen algo m¨¢s que palabras oscuras de un Gobierno aliado como es el de Londres sobre la nuclearizaci¨®n o no de la Roca. Pues, ?de qu¨¦ sirve a los malague?os o gaditanos haber ratificado la repulsa a las armas nucleares si la base naval dela Alianza all¨ª instalada recibe la visita de submarinos con armamento at¨®mico? Por a?adidura, en coherencia con el sentido con que se ha expuesto la voluntad de permanecer en la OTAN, el Gobierno espa?ol est¨¢ comprometido a promover la distensi¨®n y hacer avanzar la consolidaci¨®n de la unidad pol¨ªtica de Europa. La no integraci¨®n en la estructura de mando militar -tambi¨¦n aprobada en esta fecha del 12 de marzo- merecer¨ªa cuando menos una reflexi¨®n sobre la oportunidad o no de que Espa?a permanezca en el Comit¨¦ Militar de la Alianza: pero no es de esperar rectificaci¨®n alguna sobre ello. Y las promesas de aumentar el sentido europeo de la OTAN, frente a la omnipresencia norteamericana, deben transmutarse en acciones efectivas. Todo lo que no sea un relevante protagonismo en estas tareas por parte del Gobierno espa?ol infrigir¨ªa las condiciones en las que ha obtenido el refrendo a su propuesta. Queda otro d¨¦bito del s¨ª que habr¨¢ de satisfacer particularmente este Gobierno y con el que puede empezar a contar. Es el de la factura que habr¨¢n de presentarle sus propios militantes, violentados por el giro de la direcci¨®n socialista, y el que le pasar¨¢ buena parte de esa ancha masa de diez millones de electores que han aplazado lo que el propio presidente del Gobierno llamara su voto de castigo para los comicios generales. El PSOE recibi¨® la confianza de la mayor¨ªa absoluta para hacer posible el cambio, y a la vista est¨¢ la impericia e incapacidad para administrar ese caudal de confianza pol¨ªtica. Frente a la comunidad internacional de Occidente, que empezando por no entender la oportunidad de la convocatoria no ha entendido nunca bien la zarabanda surrealista de la campa?a, el triunfo del s¨ª ser¨¢ recibido con alivio, pero para nada debe ser interpretado como un auxilio a loi males de la pol¨ªtica de bloques. Merece la pena ser conscientes de lo extenso del sector de la sociedad espa?ola contrario a la pol¨ªtica aliancista y dispuesto en cambio a aumentar sus gastos de defensa en armas convencionales con tal de alejar el peligro de guerra nuclear de Europa. Cuestiones que el Gobierno no puede dejar de tener presente en un futuro. Al margen a?adidos espurios, en el coraz¨®n del no late un sentido de protesta y de angustia ante la carrera armament¨ªstica, ante el peligro de destrucci¨®n nuclear, ante la persistente divisi¨®n de Europa, ante la inexistencia de la b¨²squeda de un proyecto com¨²n de este continente que logre librarle de sus vasallajes a las superpotencias. Valores que deben y tienen que ser incorporados a una pol¨ªtica de paz en el seno de la Alianza si Felipe Gonz¨¢lez no quiere traicionar sus promesas, hechas durante la propia campa?a del refer¨¦ndum. Finalmente, queda por analizar lo sucedido con la llamada a la abstenci¨®n. El mismo l¨ªder que empujara a las masas al voto durante los referendos de la dictadura ha pretendido distanciarlas de las urnas en la consulta de la democracia. El aprovechamiento ileg¨ªtimo de la abstenci¨®n t¨¦cnica en el an¨¢lisis de los resultados pone m¨¢s a¨²n, de relieve la inclinaci¨®n a la argucia de sus patrocinadores. Los tres cabezas de Coalici¨®n Popular (Fraga por los conservadores, Alzaga por los democristianos y Segurado por los llamados liberales, cuando los liberales son bien otra cosa) se han pronunciado por la abstenci¨®n en un acto de insolidaridad con sus electores y con sus partidos hom¨®logos europeos. Con mimbres as¨ª esta derecha no tiene futuro como alternativa, ni credibilidad en su programa, ni talla en su liderazgo. Es una derecha que no representa al pensamiento dem¨®crata conservador, sino a los intereses particulares del aparato que la nutre. Los ¨®rganos de opini¨®n que han servido a su suicida estrategia se han visto abandonados hasta de sus propios financiadores. Pese a sus intentos obstruccionistas, la abstenci¨®n es la perdedora de la jomada. La democracia, la ¨²nica que puede cantar victoria.

Qui¨¦n canta victoria

Viene de la primera p¨¢ginaEsta jornada es, en primer lugar, el triunfo de un sistema que ha permitido a los espa?oles pronunciarse sobre una cuesti¨®n capital como la pol¨ªtica militar y de defensa de su pa¨ªs. En el comportamiento mayoritario de los ciudadanos ha tenido que sumarse una gran heterogeneidad de factores hasta orientar su decisi¨®n, y entre ellos, no han podido pecisar ¨²nicamente los que afectaban al contenido de la pregunta. Si bien es verdad que los espa?oles se han pronunciado sobre la OTAN y la permanencia en ella, no es menos cierto que lo han hecho atendiendo a factores de continuidad pol¨ªtica y de garant¨ªas para el futuro democr¨¢tico m¨¢s que a la cuesti¨®n misma de Europa y la pol¨ªtica de bloques. Caben pocas dudas de que el voto ¨²til, en una nueva y genuina versi¨®n, ha vuelto a funcionar: no se ha querido debilitar la estabilidad de la mayor¨ªa parlamentaria y del Gobierno, y se ha pretendido nominar el prestigio de las instituciones de la democracia representativa, ante una opci¨®n en realidad inexistente -no cambiaban las condiciones de integraci¨®n militar en Occidente ganara el s¨ª o ganara el no-, cuando se tem¨ªa que la derrota del Gobierno fuera rentabilizada por sectores antidemocr¨¢ticos de este pa¨ªs.Pero frente a este comportamiento popular -que ha exigido no pocos retorcimientos de la conciencia individual y un sentido profundo de las responsabilidades adquiridas por el pueblo en la democracia-, el de los partidos ha seguido con demasiada frecuencia las gu¨ªas de sus ventajas sectarias y no de los destinos de los ciudadanos. Habiendo abusado hasta el rid¨ªculo todos los l¨ªderes -conservadores, socialistas y comunistas- del m¨¢s burdo patrioterismo, en sus apelaciones agotadoras al inter¨¦s de Espa?a y en el resurgimiento verbal del se?uelo nacionalista, han recibido hoy una lecci¨®n memorable.No es preciso hacer ahora un cat¨¢logo de actitudes chuscas ni rememorar las muchas y muy diversas tonter¨ªas que desde las plataformas del s¨ª y del no, o de la abstenci¨®n, se han dicho con facundia digna de mejor causa. Escuchando a personajes de la derecha preconizar la abstenci¨®n ha cundido el escalofr¨ªo. Resulta que unos sedicentes dem¨®cratas y atlantistas abandonaban las urnas cuando la Alianza Atl¨¢ntica les solicitaba el s¨ª, y todo por pura, y equivocada, estrategia electoral. Sectores del centro-derecha que se alzaban como esperanza o reserva para este pa¨ªs (Pujol, Roca, Su¨¢rez) han renegado de su condici¨®n de orientadores de la masa refugi¨¢ndose en la c¨®moda indefinici¨®n del silencio -siempre ocultadora de la ignorancia o del oportunismo-, justo en los momentos en que su opini¨®n era m¨¢s requerida. Los pacifistas y antiatlantistas responsables han sido asaltados en su propio terreno por el electoralismo del partido de Gerardo Iglesias y por el de sectores histri¨®nicos de la marginalia pol¨ªtica que nos promet¨ªan una nueva Guerra de la Independencia, con su Agustina de Arag¨®n y todo, pero esta vez contra los americanos, o una balcanizaci¨®n de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Por ¨²ltimo, el Gobierno ha utilizado toda clase de recursos a su alcance: ha llevado la manipulaci¨®n televisiva hasta el l¨ªmite, ha presionado a los militantes socialistas, ha enfatizado los aspectos carism¨¢ticos del liderazgo del presidente, ha implorado, sugerido, amenazado y prometido como nunca, e incluso se le ha visto dispuesto a implantar la censura de Prensa en el d¨ªa de las votaciones respecto a la publicaci¨®n de resultados provisionales. Todo ello para ganar una convocatoria destinada a un solo fin: demostrar que era el Gobierno el que ten¨ªa raz¨®n y los dem¨¢s quienes estaban en el error.Ya hemos visto las caras de satisfacci¨®n de los analistas de presidencia se?alando c¨®mo sus sondeos eran los ¨²nicos v¨¢lidos y c¨®mo todo el mundo estaba equivocado salvo ellos. Pero si Felipe Gonz¨¢lez pudiera escrutar hoy el coraz¨®n de cientos de miles de votantes, sabr¨ªa c¨®mo cambiaron su voto negativo o su abstenci¨®n por el s¨ª con la ¨²nica esperanza no de reforzar su Gabinete o su persona, ni mucho menos de santificar popularmente la OTAN, sino de ver garantizado para ellos mismos un futuro pol¨ªtico estable. No se atrever¨ªa entonces el presidente ni siquiera a pensar que ¨¦l es el vencedor de esta crispada y apasionante batalla verbal en la que los espa?oles han gastado dinero, energ¨ªas, amistades y pasiones exactamente para nada: para que nos quedemos como est¨¢bamos.Los votantes han encontrado en la elecci¨®n de su pronunciamiento toda la oscuridad, todas las dificultades imaginables, y pr¨¢cticamente ning¨²n aporte de raz¨®n y debate para su esclarecimiento. Lo que es hoy, con el grado de participaci¨®n registrado, un s¨®lido triunfo de la sociedad espa?ola, es tambi¨¦n, a poco que se eche la vista atr¨¢s, un fracaso de la comunicaci¨®n entre representantes y representados. El Gobierno, que eligi¨® defender una postura contraria a la que sosten¨ªa apenas tres a?os antes, contaba de antemano con los costes que iba a reportarle la consulta. La cuesti¨®n ahora es saber si ese desgaste no ser¨¢ a¨²n mayor al de sus c¨¢lculos. Ni en la campa?a de sus l¨ªderes significados, ni en las reiteradas y aparatosas intervenciones del presidente, los socialistas han recuperado el grado de credibilidad que ostentaban. No debe enga?arles ahora este resultado favorable: han ganado el refer¨¦ndum contra sus propios errores, y es l¨ªcito y justo que la sociedad espa?ola pase factura de incompetencia y arrogancia a un partido y a unos dirigentes que dilapidan tan salvaje como alegremente su mayor¨ªa absoluta. Al deterioro que conlleva la acci¨®n de gobierno, esta campa?a ha a?adido sobre los dirigentes del PSOE -pese a lo que el resultado del voto pudiera aparentar- un distanciamiento de la conciencia social, patentizada todav¨ªa m¨¢s en el espect¨¢culo mismo del prerrefer¨¦ndum, en la torpeza de sus discursos p¨²blicos -m¨¢s atentos a otros l¨ªderes que a sus propios oyentes- y en el menosprecio que supone haber soslayado una cabal informaci¨®n y un debate sobre la pol¨ªtica de bloques a cambio de atronarnos los o¨ªdos con algo tan abstracto y discutible, tan dif¨ªcil de un¨ªvoca representaci¨®n, como es el inter¨¦s de Espa?a.El triunfo del s¨ª contribuye a preservar la normalidad, mantiene el statu quo internacional y regulariza las expectativas respecto al discurrir de la pol¨ªtica espa?ola. Pero el Gobierno ha adquirido compromisos definidos: a partir de ahora los t¨¦rminos que matizaban la permanencia en la OTAN (desnuclearizaci¨®n del territorio, reducci¨®n de la presencia militar norteamericana y no integraci¨®n en la estructura militar de la Alianza) se traducen en requerimientos urgentes. La desnuclearizaci¨®n y reducci¨®n de efectivos militares americanos en Espa?a conduce a buscar la inmediata denuncia del tratado militar con Estados Unidos y la reducci¨®n de las bases extranjeras y su personal. Por lo dem¨¢s, no podr¨¢ seguirse negando Felipe Gonz¨¢lez a la firma del Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear -otra promesa electoral del PSOE m¨¢s f¨¢cil de cumplir que el refer¨¦ndum y sobre la que ha hurtado hasta ahora el bulto-. Y los espa?oles que viven cerca del pe?¨®n de Gibraltar merecen algo m¨¢s que palabras oscuras de un Gobierno aliado como es el de Londres sobre la nuclearizaci¨®n o no de la Roca. Pues, ?de qu¨¦ sirve a los malague?os o gaditanos haber ratificado la repulsa a las armas nucleares si la base naval dela Alianza all¨ª instalada recibe la visita de submarinos con armamento at¨®mico?Por a?adidura, en coherencia con el sentido con que se ha expuesto la voluntad de permanecer en la OTAN, el Gobierno espa?ol est¨¢ comprometido a promover la distensi¨®n y hacer avanzar la consolidaci¨®n de la unidad pol¨ªtica de Europa. La no integraci¨®n en la estructura de mando militar -tambi¨¦n aprobada en esta fecha del 12 de marzo- merecer¨ªa cuando menos una reflexi¨®n sobre la oportunidad o no de que Espa?a permanezca en el Comit¨¦ Militar de la Alianza: pero no es de esperar rectificaci¨®n alguna sobre ello. Y las promesas de aumentar el sentido europeo de la OTAN, frente a la omnipresencia norteamericana, deben transmutarse en acciones efectivas. Todo lo que no sea un relevante protagonismo en estas tareas por parte del Gobierno espa?ol infrigir¨ªa las condiciones en las que ha obtenido el refrendo a su propuesta.Queda otro d¨¦bito del s¨ª que habr¨¢ de satisfacer particularmente este Gobierno y con el que puede empezar a contar. Es el de la factura que habr¨¢n de presentarle sus propios militantes, violentados por el giro de la direcci¨®n socialista, y el que le pasar¨¢ buena parte de esa ancha masa de diez millones de electores que han aplazado lo que el propio presidente del Gobierno llamara su voto de castigo para los comicios generales. El PSOE recibi¨® la confianza de la mayor¨ªa absoluta para hacer posible el cambio, y a la vista est¨¢ la impericia e incapacidad para administrar ese caudal de confianza pol¨ªtica.Frente a la comunidad internacional de Occidente, que empezando por no entender la oportunidad de la convocatoria no ha entendido nunca bien la zarabanda surrealista de la campa?a, el triunfo del s¨ª ser¨¢ recibido con alivio, pero para nada debe ser interpretado como un auxilio a loi males de la pol¨ªtica de bloques. Merece la pena ser conscientes de lo extenso del sector de la sociedad espa?ola contrario a la pol¨ªtica aliancista y dispuesto en cambio a aumentar sus gastos de defensa en armas convencionales con tal de alejar el peligro de guerra nuclear de Europa. Cuestiones que el Gobierno no puede dejar de tener presente en un futuro. Al margen a?adidos espurios, en el coraz¨®n del no late un sentido de protesta y de angustia ante la carrera armament¨ªstica, ante el peligro de destrucci¨®n nuclear, ante la persistente divisi¨®n de Europa, ante la inexistencia de la b¨²squeda de un proyecto com¨²n de este continente que logre librarle de sus vasallajes a las superpotencias. Valores que deben y tienen que ser incorporados a una pol¨ªtica de paz en el seno de la Alianza si Felipe Gonz¨¢lez no quiere traicionar sus promesas, hechas durante la propia campa?a del refer¨¦ndum. Finalmente, queda por analizar lo sucedido con la llamada a la abstenci¨®n. El mismo l¨ªder que empujara a las masas al voto durante los referendos de la dictadura ha pretendido distanciarlas de las urnas en la consulta de la democracia. El aprovechamiento ileg¨ªtimo de la abstenci¨®n t¨¦cnica en el an¨¢lisis de los resultados pone m¨¢s a¨²n, de relieve la inclinaci¨®n a la argucia de sus patrocinadores. Los tres cabezas de Coalici¨®n Popular (Fraga por los conservadores, Alzaga por los democristianos y Segurado por los llamados liberales, cuando los liberales son bien otra cosa) se han pronunciado por la abstenci¨®n en un acto de insolidaridad con sus electores y con sus partidos hom¨®logos europeos. Con mimbres as¨ª esta derecha no tiene futuro como alternativa, ni credibilidad en su programa, ni talla en su liderazgo. Es una derecha que no representa al pensamiento dem¨®crata conservador, sino a los intereses particulares del aparato que la nutre. Los ¨®rganos de opini¨®n que han servido a su suicida estrategia se han visto abandonados hasta de sus propios financiadores. Pese a sus intentos obstruccionistas, la abstenci¨®n es la perdedora de la jomada. La democracia, la ¨²nica que puede cantar victoria.

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