La alternativa de derecha al PSOE
LA APARENTE euforia con que Coalici¨®n Popular (CP) acogi¨® el resultado del refer¨¦ndum sobre la permanencia de Espa?a en la OTAN -Fraga lleg¨® a apropiarse, en sus declaraciones, de casi 12 millones de votos, resultado de la abstenci¨®n m¨¢s las papeletas en blanco- ha dado paso a un creciente nerviosismo en las filas de la derecha. Las voces internas que se muestran disconformes ahora con la postura abstencionista que predic¨® CP, y que aseguran haber sido siempre privadamente partidarias del s¨ª, se suman a las protestas de los descontentos por las medidas "precipitadas" que est¨¢n adoptando los populares tras la consulta.A juzgar por las reacciones a la oferta de consenso en pol¨ªtica de defensa y seguridad exterior, el desconcierto reina en el seno de la coalici¨®n. Ha habido cuatro respuestas diferentes y sucesivas por parte del Grupo Popular en el curso de tan s¨®lo nueve d¨ªas. Inicialmente, CP hizo p¨²blico un documento, dos d¨ªas antes del refer¨¦ndum, en el que se ofrec¨ªa, "sea cual sea el resultado de la consulta", a "sentar las bases para buscar un consenso nacional aut¨¦ntico que beneficie nuestra pol¨ªtica de seguridad y de paz". El 13 de marzo, el portavoz del grupo presentaba una interpelaci¨®n urgente a la Mesa del Congreso solicitando un acuerdo con el Gobierno "en todos los ¨®rdenes"; la interpelaci¨®n se fundamentaba en que el Ejecutivo deber¨ªa "clarificar su voluntad real de compromiso" y "deponer su actitud de hegemon¨ªa unilateral y partidista". La interpelaci¨®n fue apresuradamente retirada por el propio Fraga. El 17 de marzo, portavoces de AP anuncian que no aceptar¨ªan consenso alguno sobre temas exteriores si antes el Gobierno no destituye al director general de RTVE y a los responsables de la informaci¨®n televisiva. Por ¨²ltimo, Fraga declara el d¨ªa 19: "Consenso en pol¨ªtica exterior, ?para qu¨¦?", y a?ade: "Tras analizar bien la situaci¨®n, no vemos la raz¨®n para tal consenso".
Esta confusi¨®n no es nueva. Todav¨ªa a comienzos del pasado noviembre, Fraga aseguraba que predicar¨ªa el s¨ª a la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte ante las c¨¢maras de televisi¨®n, para, el 11 de diciembre, hacer p¨²blico un comunicado, en compa?¨ªa de sus socios de coalici¨®n, adoptando la abstenci¨®n activa. El barullo creci¨® de tono cuando, sin abandonar los postulados atlantistas de toda la vida, Fraga insisti¨® en predicar la abstenci¨®n, pero asegurando que lo que le "ped¨ªa el cuerpo" era votar no.
Las discrepancias internas en Alianza Popular son ya conocidas: los vicepresidentes, Alfonso Osorio y Fernando Su¨¢rez, se?alan que ellos eran partidarios del s¨ª, y que s¨®lo por disciplina acataron la abstenci¨®n, que chocaba con lo expresado por los grandes de la banca, financiadores en gran parte del partido fraguista, y con la opini¨®n de los partidos hermanos en el Parlamento Europeo.
En la b¨²squeda de culpables por lo sucedido, Miguel Herrero podr¨ªa ser el chivo expiatorio. No s¨®lo se le acusa de ser el principal promotor de la opci¨®n abstencionista, sino tambi¨¦n de otros errores; entre ellos, haber impulsado una interpelaci¨®n parlamentaria en la que se vert¨ªan dudas sobre el sistema de recuento de votos que el Gobierno emplear¨ªa en el refer¨¦ndum. En aquella ocasi¨®n, el Grupo Popular se qued¨® solo en las Cortes y Fraga tuvo que desautorizar p¨²blicamente a Herrero.
Aunque pueden existir motivaciones personales, y no s¨®lo pol¨ªticas o ideol¨®gicas, en la nueva disidencia que surge en AP, ¨¦sta se produce en un mal momento para el partido, al frente del cual permanecer¨¢ Manuel Fraga durante tres a?os, de acuerdo con las resoluciones del ¨²ltimo congreso. La vecindad de las elecciones auton¨®micas andaluzas comienza a generar los ya habituales conflictos con vistas a la confecci¨®n de las' listas entre los partidos coligados, cuyas otras cabezas visibles -Alzaga y Segurado- mantienen una cierta incompatibilidad de caracteres.
Lo esencial del problema de la derecha conservadora, tal y como hoy se presenta en el arco parlamentario y en su calidad de primer grupo de la oposici¨®n, son las dudas sobre la comodidad con que puedan sentirse muchos de sus integrantes en la convivencia democr¨¢tica. De hecho, s¨®lo el Partido Dem¨®crata Popular (PDP), formaci¨®n democristiana de Alzaga, ofrece un equipo de dirigentes con inequ¨ªvocas convicciones en este terreno. La utilizaci¨®n de la insignia de los liberales por Segurado y la ausencia de un pensamiento verdaderamente digno de ese nombre en la coalici¨®n contribuyen a restarle credibilidad. Alianza Popular sigue siendo mayormente una mezcolanza de parte de la antigua tecnoestructura del franquismo, cuya principal virtud en las ¨²ltimas elecciones legislativas fue la de arrastrar hacia el terreno de juego marcado por la Constituci¨®n a un sector de electores nost¨¢lgicos de la dictadura.
Con semejante panorama, los an¨¢lisis sobre el techo electoral de Manuel Fraga insisten en su incapacidad para dirigir una opci¨®n que efectivamente constituya una alternativa democr¨¢tica de derechas. Su designaci¨®n por la mayor¨ªa parlamentaria como jefe de la oposici¨®n no hace sino aumentar las garant¨ªas de futuro del PSOE. Si la crisis abierta entre el mundo de las finanzas y sectores empresariales con la coalici¨®n conservadora -como consecuencia del riesgo que ¨¦sta asumi¨® al no predicar el s¨ª en el refer¨¦ndum- y la desconfianza mostrada por influyentes partidos europeos de hom¨®loga significaci¨®n -especialmente en la Rep¨²blica Federal de Alemania- no son resta?adas a tiempo, puede decirse que la alternativa de derechas al PSOE es, desde luego, muy de derechas, pero para nada puede dibujarse hoy como verdadera alternativa. El laberinto de estrategias contradictorias en que se ha visto envuelta recientemente, el oportunismo exagerado de algunos de sus l¨ªderes y las inc¨®gnitas sobre el comportamiento de quienes hasta ahora se presentaban como amigos y aliados suyos contribuyen a mantener el escepticismo sobre las posibilidades reales que tiene de desbancar al PSOE del Gobierno.
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