'Zapatero, a tus zapatos'
La pol¨¦mica desatada en la Comunidad de Madrid por la oposici¨®n en tomo a la misi¨®n del Parlamento regional y las acusaciones de presuntas injerencias del poder central sobre los ejecutivos aut¨®nomos son analizadas aqu¨ª por el presidente de la Asamblea madrile?a. Espinar opina que son m¨¢s habituales de lo que parece los intentos de los partidos pol¨ªticos, precisamente desde los Parlamentos regionales, por dictar sus pautas tanto a la Administraci¨®n central del Estado como a la Administraci¨®n local. Para el autor de este art¨ªculo, los legislativos auton¨®micos deben dedicarse, simplemente y con seriedad, a debatir y dar cauces a los problemas de su ¨¢mbito de competencia
Estamos asistiendo los madrile?os, que en cualquier caso tenemos un cierto grado de iniciaci¨®n pol¨ªtica, a una pol¨¦mica sin duda importante en estos d¨ªas; ¨¦sta se podr¨ªa circunscribir a lo siguiente: ?cu¨¢l es la misi¨®n de nuestro Parlamento regional, Asamblea de Madrid?No es intenci¨®n de quien esto escribe entrar en este momento en cu¨¢l sea el significado del concepto autonom¨ªa y los diversos niveles competenciales que recoge nuestra Constituci¨®n para los entes beneficiarios de aqu¨¦lla; pretendo contribuir a la pol¨¦mica, sin duda viva y apasionada, que se suscita por la invasi¨®n competencial de unas Administraciones sobre otras.
Intromisiones
Se habla de intromisiones -por lo com¨²n referidas a la actuaci¨®n del poder central sobre el auton¨®mico y se repara poco en la pertinaz actitud de algunos de los partidos pol¨ªticos que continuamente tratan de interferir desde los Parlamentos regionales la actuaci¨®n de la Administraci¨®n central del Estado y de la Administraci¨®n local.
De una lectura poco atenta de los documentos que entran en los registros de las Asambleas legislativas se desprende la existencia de constantes peticiones a los ejecutivos regionales para, que insten al Gobierno de la naci¨®n a hacer tal o cual cosa, o a que rectifique sobre cuestiones que en pura l¨®gica democr¨¢tica est¨¢n zanjadas, por ejemplo proponer la modificaci¨®n de una ley ya votada en Cortes.
Algunos tenaces defensores de la autonom¨ªa regional, conservando a¨²n la furia del converso, ven esta ¨²ltima actitud absolutamente racional y leg¨ªtima, y claman cuando intentan ver en la Administraci¨®n central una injerencia en los asuntos auton¨®micos.
La soluci¨®n al problema, siguiendo este hilo conductor, puede ser doble:
1. El Estado de las autonom¨ªas constituye la apertura de una multitud de canales rec¨ªprocos a trav¨¦s de los cuales unas Administraciones dan consejo a otras.
2. El Estado de las autonom¨ªas tiene su basamento en la descentralizaci¨®n pol¨ªtico- administrativa, y sobre las competencias de cada cual operan los elementos de control que la legislaci¨®n prev¨¦.
La primera hip¨®tesis tiene una ventaja esencial para aquellos que, padeciendo el s¨ªndrome de la carrera de San Jer¨®nimo, no han podido alcanzar todav¨ªa tan alta cifra. A saber, cuando no se admite alguna iniciativa parlamentaria -hago la gracia de omitir ejemplos concretos-, podemos escuchar: "En el Parlamento regional no se puede hablar de nada"; "se trata de convertir a la Asamblea en un Parlamento provinciano".
La segunda, a mi juicio, tiene menos brillo pol¨ªtico aparente, a no ser que aquellos asuntos sobre los que la Comunidad tenga competencias sean debatidos con rigor y seriedad, dejando la brillantez en funci¨®n de las posibilidades del diputado que intervenga.
Convertir a la Asamblea de Madrid en un foro de control real del Ejecutivo regional, tratar sobre los problemas que est¨¢n en la ra¨ªz misma de la convivencia y que gestiona para bien de los madrile?os de nuestra Comunidad y hacer que ¨¦stos tengan el debido calado en la poblaci¨®n es un reto importante que, planteadas las cosas como m¨¢s arriba se ha se?alado, contribuir¨¢ a asentar nuestra instituci¨®n.
Lo contrario, como ya escribi¨® Salvador Espri¨², trata de abatir a garrotazos el alto vuelo del cisne, tarea por lo dem¨¢s est¨¦ril.
es presidente de la Asamblea de Madrid.
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