Muertes en fiestas
AUNQUE TODAV?A es pronto para hacer un pron¨®stico sobre las v¨ªctimas que va a cobrarse esta Semana Santa, los datos empiezan a ser estremecedores. A media tarde de ayer se hab¨ªa registrado ya un total de 59 accidentes de autom¨®vil, con 72 muertos y 43 heridos. En conjunto, las idas y vueltas en las similares vacaciones del a?o pasado provocaron 115 muertos. De ellos, 11 fueron peatones arrollados en las calzadas, n¨²mero ya igualado este a?o cuando todav¨ªa se est¨¢ en la contabilidad de los primeros d¨ªas, sin iniciar a¨²n la llamada operaci¨®n retorno.
Toda la sensibilidad que a veces se aplica a otra clase de muertes violentas ha quedado degradada para esta suerte de terror en la carretera. S¨®lo la cuantificaci¨®n, cuando, como en alg¨²n caso, se convierte en r¨¦cord, ofrece la oportunidad para reflexionar sobre ese derroche de siniestros que siembra la desgracia en miles de familias y las deja mutiladas de por vida.
Atribuir esta macabra cosecha a la fatalidad es seguir pensando con los conceptos de una civilizaci¨®n sobrepasada. De ninguna manera es ya una excepci¨®n que cientos de miles de habitantes abandonen la ciudad en estas fechas, en las vacaciones de Navidad o de: verano, en los puentes o en los fines de semana. Este comportamiento se inscribe entre los h¨¢bitos regulares y necesarios de la sociedad, y si los servicios p¨²blicos tienen alg¨²n sentido es precisamente el de atender a las necesidades sociales. La enf¨¢tica manera. de presentar oficialmente las salidas y entradas a las grandes urbes, no ya en estos d¨ªas, sino todos los viernes y domingos, con alarde de operaciones especiales, tiende: a ocultar la realidad de los hechos. Por anormal no puede tenerse a esos repetidos movimientos de autom¨®viles, sino a la falta de v¨ªas capaces de atenderlos convenientemente.
Algunas circunstancias tales como la bajada del precio de la gasolina, el buen clima y la huelga de trenes han contribuido a incrementar la circulaci¨®n vial en estas fechas. Pero con todo, no parece posible justificar que se lleguen a formar colas de hasta 100 kil¨®metros, como ha sucedido el jueves en la carretera de Madrid a Extremadura. Efectivamente, una porci¨®n de accidentes corresponde a las infracciones del conductor, pero no es aventurado pensar que las retenciones durante horas y las caravanas interminables contribuyen a destemplar los nervios, incluso en los m¨¢s apacibles padres de familia, o precisamente en ¨¦stos cargados con ni?os menos pacientes de lo que ser¨¢ficamente solicita la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico.
El mal estado de los veh¨ªculos, la temeridad de algunos conductores, la irresponsabilidad o la torpeza de otros llevan a accidentes irremediables. Pero es claro que existen muchos otros siniestros inducidos, directa o indirectamente, por una red, de una parte, deteriorada, y de otra, concebida para unas necesidades que no son las de este tiempo. Que el transcurso de cualquier tiempo de vacaciones vaya asoci¨¢ndose con tanta tragedia humana y empiece a considerarse una irremediable fatalidad hace recordar los tiempos at¨¢vicos en que pueblos salvajes un¨ªan la celebraci¨®n al sacrificio y el festejo a la muerte de algunos semejantes.
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