Despu¨¦s del refer¨¦ndum, ?que?
Son ya varios los observadores y dirigentes pol¨ªticos que estos d¨ªas, coinciden en afirmar que los resultados del refer¨¦ndum sobre la OTAN han abierto la posibilidad de crear una nueva opci¨®n pol¨ªtica situada a la izquierda del PSOE. El autor de este comentario tambi¨¦n ve probable la ruptura del actual reparto de fuerzas parlamentarias, pero precisa que "ser¨ªa insensato albergar ilusiones excesivas".
La mayor¨ªa de los observadores coinciden en que el refer¨¦ndum ha supuesto una sacudida pol¨ªtica saludable para el pa¨ªs. "Ha clarificado los ambientes", escribi¨®, a los pocos d¨ªas, Rosa Montero. Muchos han coincidido con ella en que nada podr¨¢ ser igual despu¨¦s del 12 de marzo. Efectivamente, es dif¨ªcil que todo siga como estaba tras una votaci¨®n en la que, por vez primera desde octubre de 1982, cerca de siete millones de personas han dicho no al Gobierno, sin por ello decir s¨ª a Alianza Popular, y viceversa.Vistas las cosas desde otro ¨¢ngulo, es dif¨ªcil que todo siga igual en un pa¨ªs en el que el 40% de los votantes han dicho no all¨ª donde el 94% de los parlamentarios hab¨ªa dicho s¨ª pocas semanas antes. El contraste entre ambas votaciones puede y debe trastocar lo que parec¨ªa establecido para siempre. Pero el grueso de los comentaristas ha coincidido en otro extremo que tiene su importancia: han reconocido que la remodelaci¨®n pol¨ªtica suscitada por el refer¨¦ndum puede tener esta vez su centro de gravedad en lo que acontezca en el campo de la izquierda. Desde su columna, Rosa Montero apuntaba tambi¨¦n a la posibilidad de que la recomposici¨®n de la izquierda suponga la quiebra o, para ser m¨¢s comedidos, el inicio de la quiebra del sistema bipartidista imperante desde 1982: hablaba con cari?o y optimismo de una "alternativa progresista", que cuenta para nacer con el espacio y la convicci¨®n necesarios, tras el 12 de marzo.
Ruptura o transici¨®n
Comparto estos vaticinios. No soy de los que creen que un refer¨¦ndum puede modificar en un d¨ªa lo que ha cuajado a lo largo de toda la transici¨®n. Es m¨¢s, si nos situamos desde la perspectiva de la transici¨®n, los resultados han supuesto otra, quiz¨¢ la ¨²ltima, de las derrotas del antifranquismo. Coincido en esto con la fr¨ªa pero cierta apreciaci¨®n de Miquel Roca, seg¨²n la cual el 12 de marzo ser¨¢ la fecha m¨¢s adecuada para se?alar el cierre de la transici¨®n. Mirando hacia el pasado, ¨¦sta ha sido otra batalla perdida. Se lo o¨ª decir a Jaime Miralles la misma noche de marras, en la sede del PCE, cuando justific¨® la victoria del s¨ª con las palabras m¨¢s certeras que he escuchado estos d¨ªas: "No pod¨ªamos ganar (los del no) porque hubiera supuesto la ruptura". Y una ruptura ya no es posible cuando la reforma ha echado ra¨ªces tan profundas en la sociedad y en el Estado. Juan Luis Cebri¨¢n fue el primero en percatarse de lo que entonces era todav¨ªa una paradoja -cuando los sondeos vaticinaban un posible triunfo del no- y en se?alar que, de confirmarse la derrota del Gobierno, "volver¨ªa a empezar la transici¨®n".
Pero si comparto la idea de una posible remodelaci¨®n pol¨ªtica es porque creo que la batalla del refer¨¦ndum no ha sido tanto la ¨²ltima contienda de la transici¨®n como la primera de la democracia. Y lo que aparece como una derrota, volviendo la vista hacia atr¨¢s, cobra car¨¢cter, si no de victoria, al menos de esperanza pensando en los a?os venideros y en las confrontaciones necesarias e inevitables destinadas a dar un contenido real a esta democracia. El mismo perfil sociol¨®gico del no, ampliamente mayoritario entre los j¨®venes, entre los sectores urbanos y entre profesionales, intelectuales y artistas echa por tierra los intentos de presentar al no como una opci¨®n arcaica y aut¨¢rquica, vencida por el pragmatismo de un s¨ª tan moderno como europeo. Sin negar la confusi¨®n existente en franjas de ambos campos, el refer¨¦ndum ha aglutinado en torno al no a sectores que recuerdan mucho m¨¢s los del pacifismo centroeuropeo de hoy que a la Espa?a de pandereta de ayer. Y el mismo prop¨®sito de sacar a Espa?a de la OTAN nunca tuvo que ver, mayoritariamente, con resabios nacionalistas y s¨ª mucho con la idea emergente en Europa y que pugna por ofrecer al Viejo Continente una perspectiva aut¨®noma de los bloques militares.
Ser¨ªa insensato albergar ilusiones excesivas, tanto en la izquierda como en la derecha, acerca de una posibilidad inminente de introducir un mayor pluralismo en la vida parlamentaria e institucional. Pero esta exigencia de pluralismo tuvo el 12 de marzo una primera y muy significativa expresi¨®n en la sociedad. Ahora, el acierto en vertebrar pol¨ªticamente lo que ha unido al no a la permanencia de Espa?a en la OTAN depender¨¢ de la capacidad de las organizaciones a quienes nos corresponde prestar un soporte a esta voluntad colectiva. Se ha destacado ya, con raz¨®n, que s¨®lo una parte de estos siete millones de votos pertenece, en propiedad, al campo de la izquierda. Sin embargo, descartados los votos de castigo de las diversas derechas y los de quienes conservan el cord¨®n umbilical con el partido del Gobierno, puede afirmarse que los noes amalgamados por el refer¨¦ndum, desde la izquierda, rebasan los tres millones.
Examinados de cerca, ¨¦stos se dividen aproximadamente en tres componentes: el mill¨®n de votos retenidos por el PCE en las ¨²ltimas contiendas, otro mill¨®n de votos prestados al PSOE en 1982, desde la izquierda, y un tercer mill¨®n perteneciente a una izquierda diversa, nacionalista o radical, y a votantes nuevos censados por primera vez.
Es obvio decir que en esta diversidad -a la que hay que sumar la heterogeneidad social y cultural de quienes votaron por la salida de la OTAN- radican la riqueza y el inter¨¦s del no, pero tambi¨¦n la dificultad en transformar este no a la OTAN en un s¨ª a una alternativa a la pol¨ªtica del Gobierno.
Protagonismo del PCE
Por lo pronto, quien mire a este no sin ataduras al pasado concluir¨¢ que no se le puede instrumentalizar sin provocar una reacci¨®n adversa, especialmente en su componente juvenil y en el de sectores desgajados de la izquierda militante durante la transici¨®n que han heredado de su propia historia una especial susceptibilidad hacia los tacticismos de partido y las operaciones electorales.
Creo tambi¨¦n, ¨¦sta es mi propia experiencia de la campa?a del refer¨¦ndum, que el camino andado en com¨²n con mucha gente permite hoy que mucha de esta gente acepte, e incluso a veces pida, que un partido como el PCE intervenga en el proceso de vertebraci¨®n de una alternativa con el protagonismo que le corresponde.
Pero nos equivocar¨ªamos si confundi¨¦ramos esta mejora del clima en las filas de la izquierda con la expedici¨®n de un cheque en blanco. El refer¨¦ndum y la campa?a que lo precedi¨® han supuesto, ante todo para quienes apostaron por el no, una ins¨®lita experiencia participativa.
Quiz¨¢ sea ¨¦ste, con el paso del tiempo, su rasgo m¨¢s sobresaliente. De ah¨ª que quien aspire a dar continuidad a la din¨¢mica unitaria que ha cristalizado en la calle durante unas semanas, s¨®lo pueda hacerlo potenciando este rasgo, esto es, contribuyendo a un proceso de organizaci¨®n y de recomposici¨®n de la izquierda cuyo motor debe ser la participaci¨®n.
Tras el refer¨¦ndum, no basta con sumar siglas, con juntar en torno a una mesa a l¨ªderes pol¨ªticos de izquierda m¨¢s o menos reconocidos. Que esto suceda ser¨¢ bien recibido, pero ser¨¢ insuficiente; sobre todo si se trata de un encuentro circunscrito a las c¨²pulas de los partidos y a esta c¨²pula del pa¨ªs que es la capital del reino. Y una buena parte de quienes han votado no y est¨¢n dispuestos, a trocar la derrota del d¨ªa 12 por un avance de la izquierda en las pr¨®ximas contiendas sociales, pol¨ªticas y electorales, s¨®lo seguir¨¢ arrimando el hombre si se le ofrece un cauce real de participaci¨®n por el que pueda penetrar, sin demasiados cors¨¦s, todo lo que se puso en movimiento en v¨ªsperas del d¨ªa 12.
No es f¨¢cil, ciertamente, abrir este cauce y mantener la tensi¨®n, la expectativa y la ilusi¨®n, aunque "el aire est¨¢ cargado de entusiasmo", por volver a citar a Rosa Montero. Pero es el ¨²nico que se me antoja como posible y, a la vez, atractivo. El ¨²nico que quiz¨¢ pueda impedir que no tengamos que optar en el futuro entre el modelo americano que propugna el Gobierno o la marginaci¨®n que es forma de ser americanos en una sociedad posindustrial, donde la izquierda hubiera sido definitivamente derrotada.
es miembro del Comit¨¦ Ejecutivo del PCE.
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