Lo que hace el fil¨®sofo
.?Qu¨¦ hace el fil¨®sofo, mam¨¢?". "Piensa, hijo". La madre queda satisfecha y el hijo puede tener la sensaci¨®n de que cuando sea mayor sabr¨¢, de verdad, lo que es pensar, Cuando se haga mayor lo m¨¢s probable es que repita, cuando se lo pregunten, lo mismo que le dijo su madre. Sea como sea, y al margen de madres e hijos, hay gente que por devoci¨®n, necesidad, oficio, deporte o costumbre se dedica al pensamiento. Si lo hace con ¨¦xito es un pensador reconocido, mientras que en caso contrario se lo tragan las tinieblas del olvido.Esta vieja y vaga idea de que el fil¨®sofo es el delegado del pensamiento nos deja, naturalmente, en la m¨¢s cerrada oscuridad. Y, si uno intenta dar un paso hacia la luz, nada m¨¢s tentador que pasarle el recibo de la pregunta: puesto que es ¨¦l el que piensa, ¨¦l mismo debe saber lo que es pensar. Su tarea es ¨¦sa. Que sucumba a la locura o que nos d¨¦ algunas gotas de comprensi¨®n.
La imprecisa sentencia seg¨²n la cual algunos se dedican al pensameinto. y la prescripci¨®n de que lo hagan bien y lo cuenten se extienden, obviamente, a todos los que filosofan y, de una u otra manera, lo exponen p¨²blicamente. Pero aqu¨ª la fauna es variad¨ªsima. Nada nuevo se dice si recordamos que fil¨®sofo es todo el mundo y ninguno. Todo el mundo, pues la filosofia-se refiere a las cuestiones que cada hombre, al menos en potencia, se pregunta, desde qu¨¦ es la vida hasta por_ qu¨¦ la muerte. Y nadie, ya que si todos somos fil¨®sofos ninguno tiene derecho a arrogarse el t¨ªtulo en exclusividad.
No obstante, hay fil¨®sofos profesionales. As¨ª, como suena. Porque hay personas que tratan de enlazar con lo que nuestra traidici¨®n cultural ha llamado filosof¨ªa, porque polemizan o simplemente deletrean lo que otros tambi¨¦n llamados fil¨®sofos propusieron o negaron y porque hay una especie de instituci¨®n -con m¨¢rgenes amplios, pero no tan borrosos como para no poder contemplar a los de dentroque es la filos¨®fica. De ¨¦stos vamos a hablar.
La eterna pol¨¦mica de c¨®mo clasificarlos sigue reactualizada con ruido a trav¨¦s de las figuras sobresalientes o del beneficio de las modas. Como los hay ortodoxamente acad¨¦micos y heterodoxamente mundanos, conservadores y radicales -Makers y Brezkers, que dir¨ªa Stove-, austeros y vivaces, las clasificaciones no pueden por menos que respetar tal situaci¨®n. S¨®lo por dar alg¨²n ejemplo.Snow y Bouveresse los dividen en cient¨ªficos y literatos. Sloterdijk, en cl¨¢sicos e impulsivos. Y Rorty, en sistem¨¢ticos y culturizadores. Estos ¨²ltimos reciben tambi¨¦n el nombre de pragm¨¢ticos y perif¨¦ricos. No les interesar¨ªa tanto enlazar con lo que la tradici¨®n filos¨®fica dijo sino hacer que la gente desconf¨ªe de lo recibido. En realidad no es sino seguir poniendo nombres a los que ya Di¨®genes Laercio distingui¨®: los que parecen contentarse con la naturaleza y los que se rebelan, de una u otra forma, contra ella.
No es mi intenci¨®n -Dios me libre- mediar entre unos y otros. Pero s¨ª est¨¢ en mi ¨¢nimo a?adir alguna palabra a nuestra situaci¨®n presente. Si algo habr¨ªa que retener de la idea dibujada al principio es que, se piense como se piense, hay que conocer el pensamiento y exponer lo pensado. De ah¨ª que el pensador, fil¨®sofo o como se le quiera llamar, que acude al foro ha de dominar su oficio si no quiere acabar en un mal payaso. El high-talk es rid¨ª
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culo si no est¨¢ vivificado, y en este campo la vida son las ideas. ?stas, as¨ª como su historia, no se conocen, claro est¨¢, por revelaci¨®n, sino por estudio. Y no vale la trampa de llamarse cr¨ªtico si no se comienza reconociendo que lo primero que hay que someter a cr¨ªtica es la cr¨ªtica. misma. El autot¨ªtulo de cr¨ªtico no es muchas veces, sino una manera burda de, ser dogm¨¢tico. Por otra parte, el aplauso de quien s¨®lo es especializado en aplaudir no da m¨¦rito alguno a quien lo recibe. No es f¨¢cil saber lo que es la verdad, pero no suele ser tan dif¨ªcil distinguirla de la seducci¨®n. No le falta raz¨®n, por tanto, a Eugenio Tr¨ªas cuando en su m¨¢s reciente libro se queja de que "en plena era de la banalidad informativa... una obra escrita con absoluta parsimortia pueda servir acaso de contrapunto ir¨®nico a toda la ch¨¢chara vac¨ªa que se hace pasar por trabajo intelectual o cultural". Totalmente de acuerdo. S¨®lo que como contrapunto tampoco convendr¨ªa olvidar la no menos ir¨®nica frase de Lichtemberg: "La superinteligencia es una de las f¨®rmas m¨¢s despreciables de la falta de inteligencia".
Tal vez de contrapunto vaya la cosa. De encontrar este punto intermedio que busca m¨¢s caminos que metas previamente defin¨ªdas. Si bien es cierto que la filosofila no tiene por qu¨¦ olvidar sus problemas -qu¨¦ es la verdad, el bien y el mal, el conocimiento, el dolor o la vida social y un sinfin con ellos asociados-, no es menos cierto que la mayor parte de los fil¨®sofos no s¨®lo se han preguntado por lo que las cosas son, sino por el derecho o el deber que ten¨ªan para mantener la opini¨®n que tuvieran. De ah¨ª que se comprometieran con la sociedad en la que vivieron. Tan importante es el Spinoza de la ¨¦tica geom¨¦trica como el que se expone a perder pol¨ªticamente su vida.
Estar en medio sin estar a medias es el problema. Estar comprometido sin entrar en compras es lo dif¨ªcil. Juntar el irrenunciable s¨ªmbolo ut¨®pico y la referencia ¨²til al momento es la obra del fil¨®sofo. No es defecto filos¨®fico no saber de econom¨ªa, por ejemplo. Puede serlo el permanecer mudo a sus estragos. Como lo expon¨ªa Wittgenstein en t¨¦rminos arquitect¨®nicos: "No me interesa construir un edificio, sino tener delante m¨ªo, con toda claridad, los fundamentos de los edificios posibles".
Naturalmente, la media distancia, en el sentido expuesto -no en el de esquivar golpes-, es lo contrario del callar. Una filosof¨ªa muda es como un pensar muerto. Y el hablar ha de escapar tanto de la insulsa inmediatez como de una distancia tan abstracta que ya no tiene que ver con las cosas. Por eso los problemas de la filosofia -que son los de siempre- han de convertirse en los de ahora. No hay cuesti¨®n ajena al fil¨®sofo. Y si se replica que para ello ha de ser un especialista, la contestaci¨®n es simple: el fil¨®sofo es un hombre de la comunidad que si de ¨¦sta se sale es para poder reflexionar inejor acerca de aquello en lo que todo el mundo es especialista. Frente a la c¨®moda idea de que la riejor forma de mantener el hacer filos¨®fico es apartarlo de las cosas cotidianas, es decir, frente a una filosofia que vive de s¨ª misma, recordemos que m¨¢s importante que la filosofila son los fil¨®sofos, o, lo que es lo mismo, que le mejor que le puede ocurrir a la filosofia es ser obra, residuo o resultado de quienes se han querrado. Es la ¨²nica luz que se merece.
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