En el congreso de la UGT
UNA DE las cuestiones que plantea el congreso de la Uni¨®n General de Trabajadores (UGT) que se celebra estos d¨ªas en Madrid es el papel de los sindicatos en una sociedad moderna. Los problemas de la UGT, como los de los otros sindicatos, no s¨®lo conciernen a sus afiliados, sino que afectan a la sociedad espa?ola en su conjunto. El dilema entre transformarse en un sindicato de servicios para quienes pagan la cuota y se benefician de su protecci¨®n o, adem¨¢s de eso, asumir la defensa de intereses de categor¨ªas no representadas es algo que concierne a un entendimiento nuevo de las relaciones laborales en la sociedad moderna. De modo que incluso la definici¨®n de una estrategia de la UGT compatible con las responsabilidades de gobierno del partido socialista es algo que trasciende el marco de la organizaci¨®n encabezada por Nicol¨¢s Redondo.Los sindicatos espa?oles no se han visto favorecidos por la suerte: su emergencia de la clandestinidad coincidi¨® con una tendencia general hacia la disminuci¨®n del n¨²mero de afiliados y con un largo per¨ªodo de crisis econ¨®mica que ha sacudido tanto sus estructuras como la manera de concebir la acci¨®n reivindicativa. Basta para ello recordar el trecho que separa la aceptaci¨®n de la moderaci¨®n salarial -hecha tanto por CC OO como por UGT- en aras de la creaci¨®n de empleo de la actitud ultrarreivindicativa de la ¨²ltima ¨¦poca del franquismo. Pero, a pesar de los escasos medios materiales con que cuentan y de su baja tasa de afiliaci¨®n, los sindicatos desempe?an hoy un importante papel en la vida p¨²blica espa?ola y cuentan con un apreciable grado de influencia sobre las decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica. Esta influencia es mayor de lo que generalmente se reconoce por los propios l¨ªderes obreros, aunque menor tambi¨¦n de la que reclaman y que bordea en ocasiones el ¨¢mbito de las organizaciones pol¨ªticas o de la propia Administraci¨®n.
La crisis econ¨®mica, al segmentar a los colectivos de trabajadores, ha cambiado no s¨®lo la estrategia, sino incluso la esencia de la acci¨®n sindical. El viejo modelo por el cual los logros obtenidos en los sectores de vanguardia se difund¨ªan luego, con el paso del tiempo, al conjunto de los asalariados tiene hoy menor validez que en ¨¦pocas en las que el crecimiento econ¨®mico dejaba un amplio margen para la mejora generalizada de las condiciones de trabajo y de vida. La acci¨®n sindical pod¨ªa entonces ser selectiva y ejemplar; las ventajas obtenidas por el colectivo m¨¢s organizado y consciente terminaban por extenderse a todos los dem¨¢s, independientemente de su fuerza. El desarrollo de la crisis econ¨®mica ha terminado con esta situaci¨®n: las ventajas a las que accede hoy un grupo determinado tienen pocas posibilidades de difundirse a otros colectivos, y lo que antes era una acci¨®n de vanguardia, de car¨¢cter universal, se transforma en la defensa de intereses corporativos, ligados a la capacidad de presi¨®n de sus promotores.
Los sindicatos intentan escapar de esta trampa elevando el nivel de intervenci¨®n. De la discusi¨®n en el marco de la empresa se pasa al sector, y de ¨¦ste, a la negociaci¨®n global con las organizaciones empresariales y la Administraci¨®n. Esta v¨ªa tiene tambi¨¦n sus riesgos: el primero de ellos es la generalidad misma de las reivindicaciones, que se adapta mal a las circunstancias cambiantes de las empresas. El segundo, y m¨¢s importarite a largo plazo, es el que ata?e a la naturaleza del sindicato: al deslizarse hacia negociaciones globales se debilia el contacto con las necesidades y aspiraciones de las bases, y la propia organizaci¨®n sindical corre el riesgo de transformarse en una pieza m¨¢s de la estructura del poder. Junto a estos problemas se hallan otros que reflejan la evoluci¨®n social: la eterna cuesti¨®n de la sindicaci¨®n de los cuadros o la conveniencia de crear organizaciones distintas para colectivos diferenciados -como, por ejemplo, los investigadores cient¨ªficos- son algunas de las asignaturas pendientes del sindicalismo.
La consolidaci¨®n en Espa?a de un sistema social abierto que resista las tentaciones del autoritarismo requiere la presencia de unos sindicatos fuertes, cercanos a los problemas de los ciudadanos y capaces, por tanto, de desempe?ar su papel en el mecanismo de poderes y contrapoderes que los rigen. Las agitadas relaciones entre la UGT y el Gobierno socialista -que se han puesto de relieve en la misma inauguraci¨®n del congreso de aqu¨¦lla- ofrecen la reconfortante imagen de la b¨²squeda de una identidad propia al margen de las ventajas, a veces efimeras, del poder. El mantenimiento de Nicol¨¢s Redondo al frente de la organizaci¨®n es una garant¨ªa de coherencia y de honestidad en el planteamiento y res oluci¨®n de dichas tensiones. Redondo ha sido expl¨ªcito en sus denuncias: existen ¨¦xitos en la pol¨ªtica econ¨®rnica que la UGT elogia y apoya, pero el balance global es de 700.000 parados m¨¢s que antes de que Felipe Gonz¨¢lez accediera al poder. Ha hecho hincapi¨¦ igualmente en el car¨¢cter socialista de su organizaci¨®n y en el compromiso ideol¨®gico y pol¨ªtico que ello comporta.
Hay que reconocer, en fin, la habilidad de Redondo por haber mantenido en los ¨²ltimos a?os una colaboraci¨®n inteligente con el Gobierno sin que eso haya su puesto un deterioro b¨¢sico en la autonom¨ªa de sus decisiones. Pero sigue siendo un hecho preocupante que los dos sindicatos claramente mayoritarios de este pa¨ªs se comporten todav¨ªa, la mayor¨ªa de las veces, como correas de transmisi¨®n de los partidos pol¨ªticos que los avalan, sea el socialista o el comunista. Cuantos esfuerzos se hagan por potenciar y garantizar la independencia sindical, por consolidar y poner al d¨ªa ideol¨®gica y organizativamente los sindicatos, constituir¨¢n un apoyo y una garant¨ªa de nuestra libertad.
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