La prosa de Silvina Ocampo
Como el Dios del primer vers¨ªculo de la Biblia, cada escritor crea un mundo. Esa creaci¨®n, a diferencia de la divina, no es ex nihilo; surge de la memoria, del olvido que es parte de la memoria, de la literatura anterior, de los h¨¢bitos de un lenguaje y, esencialmente, de la imaginaci¨®n y de la pasi¨®n. Kafka es creador de un orbe ele¨¢tico de infinitas postergaciones; James Joyce, de un orbe de hechos ¨ªnfimos y de l¨ªneas espl¨¦ndidas; Silvina Ocampo nos propone una realidad en la que conviven lo quim¨¦rico y lo casero, la crueldad minuciosa de los ni?os y la recatada ternura, la hamaca paraguaya de una quinta y la mitolog¨ªa.Ayudado por la miop¨ªa gradual y ahora por la ceguera, vivo entre tentativas de so?ar y de razonar; la mente de Silvina recorre con delicado rigor los cinco jardines del Adone, consagrado cada uno a un sentido. Le importan los colores, los matices, las formas, lo convexo, lo c¨®ncavo, los metales, lo ¨¢spero, lo pulido, lo opaco, lo trasl¨²cido, las piedras, las plantas, los animales, el sabor peculiar de cada hora y de cada estaci¨®n, la m¨²sica, la no menos misteriosa poes¨ªa y el peso de las almas, de que habla Hugo.
De las palabras que podr¨ªan definirla, la m¨¢s precisa, creo, es genial. Se ha dicho que el talento es una fuerza que el hombre puede dirigir; el esp¨ªritu sopla donde quiere (Juan, 3,9) y puede salvar o perder. De ah¨ª las habituales inconstancias de la obra de genio. Hugo escribi¨® que Shakespeare estaba sujeto a ausencias en el infinito.
La prosa de Silvina Ocampo no es menos inspirada que sus versos. Su cuento Autobiograf¨ªa de Irene es una prueba. Esencial o superficialmente, el tema es un precioso don que luego se revela como terrible. En el Vathek, de William Beckford, le prometen a un rey un infinito y resplandeciente palacio, poblado de esplendores y multitudes; ese palacio es el Infierno. En la Autobiograf¨ªa de Irene, el ominoso don es de orden prof¨¦tico. No lo creo imposible; es raro que yo pueda saber lo que pas¨® en Ur de los caldeos, hace ya tantos siglos, y no lo que pasar¨¢ en esta casa dentro de unos minutos, digamos un llamado de tel¨¦fono. Tal vez a la memoria del pasado quepa sumar la del futuro, que ya tiene su nombre en todas las lenguas: presentimiento, foreboding.
No ensayar¨¦ un resumen de las p¨¢ginas de ese admirable relato. La historia s¨®lo puede ser contada con todas las palabras y todas las circunstancias del texto.
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