El huevo de la serpiente
La Plataforma C¨ªvica parece haber despertado tantas expectativas como susceptibilidades. Muchos la condenan, cuando apenas ha empezado a cosechar los frutos del refer¨¦ndum. El autor de este art¨ªculo reivindica el derecho, a la vida de dicha organizaci¨®n, y apuesta no tanto por una alternativa de izquierdas como por una nueva estructuraci¨®n de la izquierda.
Ha sido un fen¨®meno curioso. A¨²n no se hab¨ªan disipado los vapores de "la resaca del refer¨¦ndum" cuando entr¨® en juego la artiller¨ªa pesada para desbaratar cualquier intento de capitalizaci¨®n pol¨ªtica del no. Los soci¨®logos institucionales, bas¨¢ndose en el sensible dato de los porcentajes por provincias, pusieron por modelo la "modestia y serenidad ejemplares", de Felipe Gonz¨¢lez apoyado en la madurez tradicional del pueblo espa?ol, frente a quienes desde el 4% intentaban poco menos que apropiarse de lo ajeno. La sentencia editorial no fue a la zaga: la ex¨®tica (sic) composici¨®n del voto negativo probaba, sin otras matizaciones, que "los intentos de organizar una plataforma pol¨ªtica unitaria a partir de ¨¦sta que se llamaba c¨ªvica est¨¢n condenados al fracaso". D¨ªas m¨¢s tarde, el razonamiento se ampl¨ªa, aunque sigue descansando sobre la heterogeneidad -hay en la plataforma "demasiados ingredientes para una sola salsa"-, a lo que se a?ade el requisito previo de la unificaci¨®n de los comunistas, para confirmar en cualquier caso el veredicto negativo. A todo esto, la tal Plataforma no ha dicho apenas esta boca es m¨ªa y ni siquiera ha confirmado su continuidad. De suerte que nos encontramos ante un caso en que la condena de muerte precede incluso a la existencia real del acusado. Habr¨ªa que reivindicar al menos el derecho a la vida.No obstante, alguna base existe para tales preocupaciones. Una vez vencido por el Gobierno el refer¨¦ndum, nuestro sistema pol¨ªtico lleva trazas de convertirse en una versi¨®n moderna y mucho m¨¢s eficiente de aquel para¨ªso pol¨ªtico que describi¨® C¨¢novas para la Espa?a de la Restauraci¨®n. Por lo menos, en cuanto a estabilidad del sistema de poder. El PSOE actual, por contraste con AP, no s¨®lo es la derecha civilizada, sino incluso una derecha demasiado civilizada. Las correas de transmisi¨®n encarnadas por televisi¨®n y el sindicalismo gubernamental alcanzan un calado social que un Gobierno conservador tradicional nunca pudiera haber so?ado.
Desde la Moncloa cabe pensar con serenidad en el pr¨®ximo milenio. S¨®lo que al calor de la ¨²ltima refriega parece estar en incubaci¨®n un huevo de serpiente. Algo totalmente intempestivo en estos tiempos dorados que corren para la derecha en Europa. Bien lo dijo uno de nuestros semanarios neoliberales: la derrota del no fue el triunfo de la sensatez, la muerte de la utop¨ªa.
Ocurre, sin embargo, que los problemas est¨¢n ah¨ª. A pesar de contar con una coyuntura internacional favorable, resulta dudoso que el balance de la pol¨ªtica econ¨®mica socialista pueda juzgarse positivo y no ser¨ªa in¨²til la comparaci¨®n, m¨¢s all¨¢ del t¨®pico, con la de los socialdem¨®cratas franceses. El signo de aqu¨¦lla puede apreciarse por el contraste entre los beneficios empresariales y bancarios, la subida en flecha de la bolsa, de un lado, y de otro, la evoluci¨®n del paro y de los salarios reales. La desigualdad creciente reina incluso en el plano interregional. Para la pol¨ªtica exterior, el ingreso inmediato en el Comit¨¦ Nuclear de la OTAN ha ilustrado el esp¨ªritu con que van a cumplirse las tres condiciones. Y en cuanto a la voluntad democr¨¢tica, ah¨ª est¨¢ la renuncia abierta a entrar siquiera en el debate sobre lo que la manipulaci¨®n informativa represent¨® en la pasada campa?a. El portavoz del poder ha eludido despreciativamente las cr¨ªticas. A ello deber¨ªamos replicar que un mensajero no es culpable de las malas noticias, cierto, pero con una excepci¨®n, que sea ¨¦l mismo quien las falsee. Desde este ¨¢ngulo, es el n¨²cleo de la democracia lo que entra en juego.
Hay, pues, bazas sobradas para plantear la exigencia de una pol¨ªtica de otro signo, aunque vaya a contracorriente de la reorganizaci¨®n cada vez m¨¢s acentuada de la escena europea. Sin milenarismos ni utop¨ªas, y sin excluir tampoco un reformismo que aqu¨ª ni siquiera hemos probado: dificilmente los sucesores de un Gobierno PSOE tendr¨ªan que a?adir al nombre de un ministerio "y de Privatizaci¨®n". El fundamento para la alternativa no se encuentra, por consiguiente, en sus eventuales promotores, sino en el contenido de la pol¨ªtica gubernamental.
Debilidad
Contra el sentido pol¨ªtico de mantener en pie la Plataforma C¨ªvica suele esgrimirse, asimismo, el argumento de la debilidad de los partidos que la sirven de apoyo. Ser¨ªan poco m¨¢s que ruinas y grup¨²sculos. A nuestro juicio, la oraci¨®n puede volverse por pasiva: es esa debilidad de los partidos de izquierda lo que hace aconsejable la entrada en juego de la Plataforma. No cabe olvidar que en la campa?a prerrefer¨¦ndum las movilizaciones incluyeron una buena dosis de esfuerzo por recuperar la izquierda desagregada desde los inicios de nuestra d¨¦cada. Resulta rid¨ªculo pensar que el entusiasmo desplegado a lo largo de la campa?a pudiera adjudicarse a siglas como el Pasoc, la Federaci¨®n Progresista o el propio PCE.
En torno al eje pacifista se manifestaron otras expectativas, despunt¨® la b¨²squeda de otras tantas respuestas a las frustraciones experimentadas por las capas populares en los 10 a?os de transici¨®n. Y en el marco de ellas, la correspondiente a la autodestrucci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas que en un momento aparecieron como portadoras del cambio. Cada una a su modo: el PCE, por autofagia, seg¨²n explic¨® V¨¢zquez Montalb¨¢n; el PSOE, por transformismo, recuperando la expresi¨®n de Gramsci. De ah¨ª el posible capital pol¨ªtico de una campa?a que, privada de cauces, desembocar¨ªa en un definitivo desencanto, observable ya en el c¨²mulo de reacciones individuales a la victoria del s¨ª. Aqu¨ª s¨ª que, a mi modo de ver, no existe alternativa: dar por perdido el impulso movilizador del refer¨¦ndum equivale a cancelar toda una etapa en la historia de la izquierda espa?ola. Tendr¨ªan en este punto raz¨®n quienes cargan las tintas del arca¨ªsmo sobre sujetos tales como la Plataforma o la CEOP por la incapacidad para traducir en t¨¦rminos estrat¨¦gicos un potencial pol¨ªtico.
Adem¨¢s, tampoco es nuevo el fen¨®meno de un proceso pol¨ªtico puesto en marcha a partir de una profunda depresi¨®n org¨¢nica. En Espa?a no hay que ir muy lejos para buscar la referencia: ah¨ª est¨¢ el PSOE reducido a la m¨ªnima expresi¨®n al finalizar la dictadura, y luego resurgido hasta convertirse en el primer partido, del pa¨ªs. Ahora bien, no pretendemos establecer paralelismos. Ni los siete millones de votos son patrimonio de la Plataforma y la CEOP, ni es hoy objeto viable a corto plazo la formaci¨®n de una fuerza hegem¨®nica de izquierda. Pero otra cosa bien distinta, a pesar del freno, de la crisis, es asumir como inevitable la desaparici¨®n de la izquierda, incluida esa perspectiva de "reformismo radical" que con tanto ¨¦xito de ventas promovi¨® el partido del Gobierno hace cuatro a?os. Ante la coagulaci¨®n del modelo pol¨ªtico por el PSOE quedan amplios sistemas de intereses sin cauce de representaci¨®n pol¨ªtica. Entre ellos, una extensa franja de propio campo socialista. Estamos as¨ª ante uno de esos casos en los que la funci¨®n puede crear el ¨®rgano, pero siempre que cuente con un m¨ªnimo entramado para configurar este ¨²ltimo.
Tal vez sea ¨¦ste un tal¨®n de Aquiles del proyecto, si olvidamos el aspecto que puede resultar decisivo del cerco de la informaci¨®n. En su dif¨ªcil gestaci¨®n, una nueva izquierda se ve forzada a conjugar ese soporte inexcusable que son las organizaciones partidarias ya existentes con una suma heterog¨¦nea de vectores sociales donde a veces juega un papel no desde?able, incluso en el plano de la sensibilidad, el rechazo de la izquierda tradicional. Un problema part¨ªcularmente agudo respecto a la juventud, cuyo descontento se expresa, a escala europea, en diferente longitud de onda.
Pero, sobre todo, est¨¢ el riesgo a que alude el t¨ªtulo. A trav¨¦s de la piel de nuestro huevo de ficci¨®n pueden entreverse dos posibles embriones. Uno ser¨ªa la tentaci¨®n de potenciar los micropartidos, cobrando por anticipado los presuntos dividendos del no. Otro, la articulaci¨®n de las propuestas pol¨ªticas correspondientes a los intereses sociales frente a los que act¨²a el actual poder.
En la soluci¨®n dada a este dilema se encierra la clave de hundimiento o de laboriosa afirmaci¨®n para la Plataforma C¨ªvica. A pesar de todo, es obvio que la apuesta puede ser perdida. Pero en caso de ganarse, no ser¨ªa l¨ªcito hablar de resurrecci¨®n de un determinado partido o de alternativa a la izquierda de, sino simplemente de reestructuraci¨®n de una izquierda, especie , por cierto, hasta ayer en trance de extinci¨®n en Espa?a.
es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.