Entr¨® en escena Diderot
Estaba escribiendo sobre la relaci¨®n entre Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri -o, mejor, sobre esta relaci¨®n tal como la vio Puschkin en su drama Mozart y Salieri- cuando, de pronto, entr¨® en escena Diderot. ?A qu¨¦ se deb¨ªa -nos preguntamos entonces- su s¨²bita aparici¨®n en nuestro discursillo? Est¨¢bamos tratando de pensar en el genio. ?Era ¨¦l un hombre de genio? ?Es as¨ª que aproximarnos a ¨¦l puede decirnos algo sobre la genialidad? ?O acudimos a ¨¦l en su condici¨®n de aultor del art¨ªculo sobre el genio en la famosa Enciclopedia de la Ilustraci¨®n?M¨¢s bien, por esto ¨²ltimo, pero tambi¨¦n porque ¨¦l puede ser presentado como un modelo -cierto que light, desactivado en cuanto a potencialidades tr¨¢gicas- del s¨ªndrome Mozart / Salieri, en la medida en que fue un creador con mucho talento... te¨®rico.
Esto que acabo de escribir me recuerda algo que me dijo en cierta ocasi¨®n Enrique Jardiel Poncela, a prop¨®sito de Gregorio Mara?¨®n: "Como m¨¦dico, es muy buen escritor". Pero sobre Diderot no vamos a ironizar ahora, sino todo lo contrario. En cuanto al teatro, sab¨ªa much¨ªsimo de la cosa, pero carec¨ªa del genio del drama. Los historiadores sovi¨¦ticos Boiadzhiev y Dzhivelegov -y ya van, con ellos, tres intelectuales sovi¨¦ticos citados, lo que, en este ¨¢rea del mundo, acredita un cierto esnobismo y quiz¨¢ una cierta impavidez por mi parte- apuntaron muy bien que "Diderot mismo carec¨ªa de un gran talento dram¨¢tico", y que ¨¦l lo sab¨ªa y lo aceptaba pregunt¨¢ndose, en lo que escribi¨® sobre su drama El padre de familia: "?Qui¨¦n tiene la culpa? ?El g¨¦nero o yo?".
Sab¨ªa mucho sobre est¨¦tica Denis Diderot: el ¨¢lgebra (de la ficci¨®n) era uno de sus fuertes. Ten¨ªa en alto grado el talento..., con el cual puede comprenderse en qu¨¦ consiste el talento de quienes lo tienen para crear ficciones, y consiste, como ¨¦l lo dijo en su art¨ªculo sobre el Eclecticismo, en encontrar causas imaginarias a efectos dados y reales, y efectos imaginarios a causas reales y dadas. ?Ol¨¦!, podr¨ªa exclamar uno en un arranque, sin duda demasiado flamenco. Pero cuando se anda en la persecuci¨®n de la estructura de lo que hemos llamado la imaginaci¨®n dial¨¦ctica, o de la estructura dial¨¦ctica de la imaginaci¨®n, estas formulaciones de aspecto siniplic¨ªsimo son a veces preciosas. ?sta merece, por lo menos, el siguiente comentario: que ese talento de la ficci¨®n se expresa tambi¨¦n, y quiz¨¢ con la mayoir frecuencia, en un discurso fabulante en el que causas y efectos son imaginarios, y producen una trama reveladora de lo dado, de lo real, instancia a la que se llega desde los datos, oscuros, yacentes en el armario o almario de la memoria, y, como tales, procedentes de la realidad objetiva vivida y filtrada por las estructuras de cada subjetividad.
Nos hemos pasado por un momento, a una de las provincias de la ficci¨®n art¨ªstica -la fabulaci¨®n o di¨¦gesis, productora de diegemas para la lectura, el teatro, la radio o el cinema-, pero recobramos ya el terreno m¨¢s general, en el que la ficci¨®n se llama m¨²sica, pintura, escultura o cualquier otra ¨ªndole de obra humana en la que se produce lo que Diderot defini¨® como una "extensi¨®n del esp¨ªritu", y que uno, en sus propias reflexiones, ha llamado dilataci¨®n (imaginaria) del mundo. ?Qu¨¦ pasa con el genio? O mejor pregunta
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do: ?c¨®mo se da el genio, es decir, el comportamiento que produce obras de las que se dice, con alg¨²n fundamento, que son geniales, o sea, que comportan dilataciones ins¨®litas de lo real, que as¨ª queda imaginariamente trascendido y, en virtud de esa parad¨®jica trascendencia inmanente, revelado? La sombra de Salieri aparece aqu¨ª como la contrafigura del genio, tal como la dise?a Diderot. "El genio estudia, por decirlo as¨ª, sin darse cuenta". Se enriquece con conocimientos "que no le han costado nada". La observaci¨®n forma parte de su vida, desde luego; pero "observa r¨¢pidamente un gran espacio, una multitud de seres". "Ve de un vistazo una multitud de posibles". Diderot, con Saint-Lambert, piensa que el genio es prime-sautier: las cosas le saltan a la vista, como a Montaigne, que dec¨ªa: "Lo que no veo a la primera, no lo veo obstin¨¢ndome".
Este genio, este talento, es un no s¨¦ qu¨¦ -"no s¨¦ qu¨¦ cualidad", dice Diderot- que, seg¨²n ¨¦l, no puede reducirse a la mera imaginaci¨®n, ni al juicio, ni al esprit, ni al calor o la vivacidad (fougue: ardor, ¨ªmpetu, br¨ªo ...), ni a la sensibilidad, ni al gusto. Hay un esp¨ªritu observador en el que opera un complejo de cabeza, v¨ªsceras y humores, que tiene un alcance prof¨¦tico. La observaci¨®n del genio no es un peque?o espionaje de la realidad. Podr¨ªa decirse que no mira, que ¨¦l ve sin esfuerzo, y ese sentido es, en fin, algo que la generalidad de las gentes no tenemos, al menos en ese alto grado que determina la libertad y la calidad de su obra. En la pr¨¢ctica m¨¦dica se habla de profesionales que tienen ojo cl¨ªnico: ah¨ª est¨¢, es ese tipo de talento.
Yo he llamado ocurrencia a ese pronto que en psicolog¨ªa he o¨ªdo nombrar como insight. Es como un resplandor de lo posible, cuyos pasos no son calculables. El c¨¢lculo puede dar estructuras propias de la carpinter¨ªa que cualquiera puede aprender en una escuela. Pero la obra de arte, incluso cuando se trata de una casa, tiene mucho m¨¢s de funci¨®n que de arquitectura. En teatro, nosotros preferimos llamar funciones a lo que los franceses suelen llamar piezas, y ese, est¨¢ bien por nuestra parte. Aunque la funci¨®n produzca arquitectura, y hasta muy bellas arquitecturas. Pero en el principio es la funci¨®n, hasta el punto de que no es raro que el artista ignora que su obra -por ejemplo, su drama- presenta, al an¨¢lisis, una m¨¢s o menos compleja estructura arquitect¨®nica. A la experiencia de un talento dram¨¢tico incluso medio pertenece la sorpresa con que uno recibe la noticia, por parte de los estudiosos, de que su obra presenta una arquitectura que uno ignoraba haber construido, pues es frecuente que lo conscientemente arquitect¨®nico sea un elemento a posteriori del discurso propiamente creador. Cada uno de nosotros a fin de cuentas, alberga en s¨ª de un modo o de otro el s¨ªndrome Mozart / Salieri. Nuestro modesto Mozart hace lo que puede por nuestra obra (alegr¨ªa). Nuestro sombr¨ªo Salieri tambi¨¦n est¨¢ aqu¨ª y nos ofrece, en su copa, lo que menos deseamos beber: esa ponzo?a -perplejidad, abatimiento, consciencia de la irrisoriedad de lo que hacemos- que trabaja contra nuestra obra y la problematiza una y otra vez. ?Qu¨¦ tiene de extra?o? Eros y Thanatos son, en definitiva, los nombres de estas misteriosas profundidades, y ya se sabe que...
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