Choedhak Teinzan
El m¨¦dico del Dalai Lama investiga el c¨¢ncer con m¨¦todos milenarios
Choedhak Teinzan era el m¨¦dico personal del Dalai Lama de Tibet y de su madre. Cuando en 1959 estall¨® la revuelta en Lhasa contra la presencia y administraci¨®n china, el dios-rey decidi¨® huir a la India. Choedhak no pudo seguirle y fue inmediatamente detenido. No fue liberado hasta 1980. Desde entonces reside en Dharamsala (en el norte de la India), donde es una de las figuras claves del Instituto M¨¦dico Tibetano. Bas¨¢ndose en antiguos textos tibetanos busca una cura para el c¨¢ncer.
Choedhak, que ha superado la sesentena, a¨²n recuerda la estupefacci¨®n de estudiantes y profesores cuando, durante una conferencia en la universidad norteamericana de Harvard, diagnostic¨® a cinco pacientes con s¨®lo tomarles el pulso, una t¨¦cnica que puede exigir incluso 10 a?os de estudios. Se hizo un silencio total y nadie fue capaz de hacerme preguntas", explica en tibetano que traduce una int¨¦rprete.Choedhak, que viste la t¨²nica de los monjes tibetanos, conserva con orgullo, colgados de una pared de su despacho en Dharamsala, los diplomas de reconocimiento emitidos por varias instituciones m¨¦dicas en EE UU, Suiza, Italia y Francia. La habitaci¨®n est¨¢ impregnada del olor amargo de las medicinas con aspecto de enormes p¨ªldoras que se hallan almacenadas en los laboratorios contiguos.
"Nuestro sistema m¨¦dico, que tiene miles de a?os, considera que toda enfermedad es el resultado del desequilibrio entre los humores que gobiernan nuestro cuerpo", afirma Clioedhak, para quien todo malestar f¨ªsico no puede desglosarse del entorno y el estado psicol¨®gico del paciente.
La medicina tibetana utiliza medicamentos a base de hierbas y sustancias minerales como el oro, la plata y el mercurio, que son sometidos a un avanzado sistema de purificaci¨®n. "Estamos en tr¨¢mites con una firma suiza para la comercializaci¨®n de nuestras medicinas, pero todo va muy lento, porque queremos tener absolutas garant¨ªas de que ello se va a hacer sin que se desvirt¨²e su calidad", afirma Choedhak.
"En el siglo VIII, uno de nuestros prestigiosos m¨¦dicos ya predijo que, debido a los cambios que iba a experimentar nuestro entorno, se iban a generar enfermedades desconocidas. A ¨¦l se debe la identificaci¨®n de 18 tipos de c¨¢ncer", explica el doctor Choedhak mientras pasa las p¨¢ginas de uno de los antiguos y amarillentos textos tibetanos en los que est¨¢ recogido ese sabe que el Instituto intenta ahora rescatar del olvido.
Sin embargo, es cauto en lo que se refiere a los resultados de su ciencia. "La medicina tibetana puede hacer mucho por el bien de la Humanidad, pero eso no quiere decir que sea mejor que la occidental", admite. "Lo ideal ser¨ªa que pudiera haber un flujo de cooperaci¨®n entre estos dos sistemas m¨¦dicos". Y admite que una de sus ilusiones es poder contar en su instituto con un esc¨¢ner.
Choedhak habla en un tono de voz bajo, casi un murmullo. Su liberaci¨®n fue lograda con ocasi¨®n de la visita de una delegaci¨®n del Dalai Lama a Tibet en 1980 para que pudiera asistir, en sus ¨²ltimos d¨ªas, a la madre del Buda viviente.
Choedhak afirma que durante los a?os de c¨¢rcel fue torturado para que confesara -con el fin de desprestigiarle- que su Dalai Lama hab¨ªa infringido la norma de castidad que le impone su condici¨®n de monje. Cuando alguien le pregunta por qu¨¦ no admiti¨® lo que le ped¨ªan para librarse del tormento, ¨¦l contesta, como si ello no formara parte de su universo l¨®gico: ",?Y por qu¨¦ lo iba a hacer? No es verdad".
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