?ltimas noticias sobre la droga
Cuenta Camus que un mendigo le dijo cierto d¨ªa a una amiga suya, refiri¨¦ndose a los apresurados viandantes: "No es que sean malos: es que no ven". Respecto al tema de la droga, uno quisiera poder afirmar lo mismo de los pol¨ªticos, soci¨®logos, m¨¦dicos, curas, polic¨ªas, fil¨®sofos de la salud y tutti quanti que viven en mayor o menor grado de este negocio, por no citar a los m¨¢s directamente interesados en el tema, como los grandes traficantes y las sectas de rehabilitaci¨®n de drogadictos. Pero la verdad es que, aunque muchos de ellos deban ser todo lo sincera y desahuciadamente imb¨¦ciles que parecen, temo que abunden m¨¢s los malos sin paliativos, rapaces y c¨ªnicos como suelen ser los peores personajes de Dallas o Dinast¨ªa. Los beneficios que produce el tinglado de la droga -es decir, el tinglado de la prohibici¨®n de la droga- son tan grandes que parece del todo in¨²til insistir en oponerse a la versi¨®n can¨®nica sobre el tema. Me refiero a beneficios de todo tipo, desde las ganancias econ¨®micas del g¨¢nster hasta la coartada para el aumento de represi¨®n del polic¨ªa, el entretenimiento social para el pol¨ªtico -sobre todo si pertenece al Frente de Juventudes- y la pringosa edificaci¨®n moral del cura o el fil¨®sofo. Volver sobre esta cuesti¨®n liquidada s¨®lo le gana a uno un conmiserativo "?pero qu¨¦ repetido eres!". Pues aun as¨ª, sigamos contra corriente a Voltaire, que no dud¨® en decir: "Me repetir¨¦ hasta que me escuchen".Durante una reciente estancia de una semana en Nueva York me entretuve en recortar diariamente de The New York Times todas las noticias que apareciesen sobre la droga. Lo que sigue es una selecci¨®n comentada de tales avisos de actualidad. Para empezar como es debido, la rese?a de un homenaje: el que se tribut¨® a Jon R. Thomas con motivo del abandono de su puesto en el Departamento de Estado como m¨¢ximo responsable internacional de la lucha contra la droga. El funcionario declar¨® retirarse "contento de sus ¨¦xitos, aunque realista ante los l¨ªmites de lo que el Gobierno y la diplomacia pueden hacer respecto a la droga". Lo cual no debe ser mucho, porque m¨¢s adelante el satisfecho y homenajeado Thomas a?ade: "Es seguro que se producen hoy m¨¢s drogas il¨ªcitas que cuando llegu¨¦ a este trabajo. Y el abuso de drogas crece en todo el mundo". Ante esta declaraci¨®n, que yo calificar¨ªa de estupefaciente si no temiera ser mal entendido, alguien ingenuo -es decir, propenso a aplicar estrictamente el sentido com¨²n a las declaraciones de los pol¨ªticos- pudiera preguntarse: "Si cada vez se pro ducen m¨¢s drogas il¨ªcitas -o m¨¢s ilicitud para proscribir sustancias, que viene a ser lo mismo- y aumenta el consumo en todo el mundo, ?de qu¨¦ ¨¦xitos se enorgullece este se?or?". Pues bien claro est¨¢: precisamente de eso, del aumento de producci¨®n y de consumo, del aumento de ilicitud y de burocracia en torno al tema, de este nuevo ramo de ocupaciones abierto a la declinante diplomacia, de que el tinglado no decaiga. Thomas tranquiliza a su sucesor y colaboradores: la cosa marcha, la oficina va a ser ampliada. Esta postura consciente e ilustrada choca con la del dimitid¨® fiscal espa?ol para la droga, se?or Jim¨¦nez Villarejo, que se marcha del puesto quejoso de falta de colaboraci¨®n en las altas esferas (?pero si era ¨¦l quien ten¨ªa que colaborar con las altas esferas en la provechosa gesti¨®n del lucrativo tab¨²!) y de la hostilidad policial ante el tema de las cantidades de droga requisadas, desaparecidas y convenientemente reincorporadas al mercado, presumiblemente por algunos polic¨ªas de talante m¨¢s moderno y emprendedor que el propio fiscal. ?Pues faltar¨ªa m¨¢s, que los ¨²nicos que no pudieran beneficiarse fueran los polic¨ªas, cuando el negocio rinde para todos..., salvo las v¨ªctimas, claro est¨¢!
Tambi¨¦n hubo esos d¨ªas un par de noticias sobre las sustancias mismas en cuesti¨®n. Por un lado, el general Surgeon advirti¨® severamente acerca de los peligros del rap¨¦ y el tabaco de mascar, que comienzan a popularizarse en Estados Unidos entre los ex fumadores. Por lo visto, esos productos compensatorios son tan mort¨ªferos como la vieja y buena nicotina aspirada por v¨ªa pulmonar. El m¨¢ximo encargado de la salud en EE UU conclu¨ªa su informe constatando que "no hay sustituto seguro del tabaco". Nos lo tern¨ªamos. Y ni siquiera dejar de furnar es seguro, porque tambi¨¦n temueres, aunque la espera de lo inevitable se te haga -eso s¨ª- bastante m¨¢s larga. Por otro lado, se anunciaba la creciente invasi¨®n del mercado por una nueva hero¨ªna mexicaria, llamada black tar y sintetizada caseramente. Como parece ser mucho m¨¢s concentrada y pura que la habitual, el peligro de sobredosis es notablemente mayor. Por lo dem¨¢s, la sencillez del procedimiento de fabricaci¨®n es tal que se hace pr¨¢cticamente imposible imaginar que su producci¨®n pueda ser frenada. Una nueva mercanc¨ªa a la venta, pues, sin garant¨ªa de origen, ni instrucciones de uso, ni control de precio: el 98% de los que mueran por su culpa ser¨¢n v¨ªctimas no del producto en s¨ª, sino de la clandestinidad que ha rodeado su adquisici¨®n y cuyo misterio quiz¨¢ les ha impulsado a consumirlo. Pero la econorn¨ªa sumergida a?adir¨¢ nuevos dividendos a sus ganancias habituales...
Ahora vayamos a los aspectos represivos, que son siempre particularmente aleccionadores. Para empezar este cap¨ªtulo, citemos a la senadora Paula Hawkins, republicana por Florida, que ha decidido realizar an¨¢lisis de orina peri¨®dicamente a los 50 empleados que trabajan en sus oficinas para detectar posibles casos de drogadicci¨®n y, si hubiera resultados positivos, enviar al delincuente a una cura de desintoxicaci¨®n. De los 50 empleados, s¨®lo tres pusieron pegas a
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este olfateo de meados por parte de la jefa, aunque luego cedieron ante contundentes argumentos cuyo tenor no es dif¨ªcil deducir por el contexto. El presidente de una de las ligas para defensa de los derechos de los empleados envi¨® una carta a The New York Times arguyendo su disidencia a esta medida en base a que los funcionarios que revelaran haber tomado drogas pod¨ªan haberlas ingerido durante el fin de semana, es decir, en sus ratos libres, por lo que no hab¨ªa derecho a decretar ninguna medida oficial, ni punitiva ni terap¨¦utica, contra ellos. ?Pobre! ?Como si hubiera derecho a disponer libremente de la intimidad cuando la salud p¨²blica -o sea, la guillotina- est¨¢ por medio! ?Y con lo que le debe gustar a la senadora Hawkins poder aumentar el control de sus esbirros por v¨ªa urinaria!
El caso siguiente es m¨¢s indirecto, pero viene a resultar confirmaci¨®n de lo mismo, esto es, del olvido por parte de la sociedad llamada "liberal" de los sanos y valerosos principios de Stuart Mill: "Cada uno es el guardi¨¢n de su propia salud, sea f¨ªsica, mental o espiritual. La humanidad sale m¨¢s gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que oblig¨¢ndole a vivir a la manera de los dem¨¢s. La ¨²nica libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los dem¨¢s del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo". La polic¨ªa de Atlanta, al ir a detener al se?or Hardwick por impago de una multa a causa de haber bebido alcohol en p¨²blico fuera de un establecimiento autorizado, le encontr¨® en la cama con otro hombre, afortunada circunstancia que permiti¨® encarcelarle con la grave acusaci¨®n de sodom¨ªa. Primera moraleja: hermano, no vayas a Atlanta o mantente plenamente abstemio. Con motivo de este incidente, un profesor de leyes de Harvard urgi¨® a una reforma de la legislaci¨®n en ese Estado, pues sostuvo que la penalizaci¨®n de la sodom¨ªa -actos sexuales anales o bucales de car¨¢cter homo o heterosexual, es decir, con cualquiera, incluida la propia esposa, si se deja- iba en contra de la Constituci¨®n de Estados Unidos en alguno de sus mejores art¨ªculos. El fiscal general de Georgia le respondi¨® que tal liberalizaci¨®n minar¨ªa los esfuerzos por mantener "una sociedad moral y decente" y que de ese modo se abrir¨ªa el paso al "incesto, la poligamia y la posesi¨®n de narc¨®ticos". La cursiva la pongo yo, s¨®lo para que ustedes no olviden la ra¨ªz com¨²n de la preocupaci¨®n por la sociedad moral, decente y sana.
Contra todo pron¨®stico, sigue habiendo personas que se resisten a aceptar el dogma de que la salud es algo perfectamente objetivo, m¨¢s relacionado con la duraci¨®n de la vida que con su intensidad, con el mantenimiento del cuerpo productivo que con la expansi¨®n del cuerpo placentero. Herejes que sostenemos que considerar ¨²nicamente al heroin¨®mano v¨ªctima del s¨ªndrome de abstinencia o contagiado de SIDA por las actuales condiciones clandestinas de su afici¨®n, o al fumador en la fase terminal de c¨¢ncer de pulm¨®n, o al alcoh¨®lico en pleno delirium tremens, es algo tan abusivo y poco concluyente como tomar por ejemplo destacado de per fecto automovilista a cualquiera de los que se han machacado el cr¨¢neo en la carretera este fin de semana, o como prototipo m¨¢s adecuado de amante al que se suicid¨® ayer por desenga?o. Es tan obvio que el fumador no de sea morir nicotinizado, ni el heroin¨®mano envenenado por sobredosis, como que ning¨²n alpinista sue?a como objetivo final con despe?arse por un ventisquero. Del placer de cada uno de ellos y del precio comparativo que tiene que pagar en forma de riesgo por ¨¦l s¨®lo podr¨ªa ha blar con decencia quien no menosprecie o tema todos los estados de ¨¢nimo que no es capaz de compartir.
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