Noche 'en blanco' en la Embajada de Espa?a en Beirut

Los muros de piedra del palacio del emir Chehab tienen casi un metro de espesor, y sin embargo temblaban. No tanto como los cristales, pero temblaban. Los bombazos ca¨ªan alrededor del palacio de modo irregular durante un eterno cuarto de hora; otros, de cuando en cuando. Eso era lo peor para conciliar el sue?o, esa ausencia de orden y concierto.De modo que las personas que lo intentaban sobre las alfombras orientales y los sof¨¢s europeos de los salones bajos del palacio se despertaban cada dos por tres. Disparaban maldiciones en ¨¢rabe, franc¨¦s, ingl¨¦s o castellano; tambi¨¦n se re¨ªan, porque en realidad no sent¨ªan miedo, sino s¨®lo fastidio; enhebraban peque?as conversaciones, y, aprovechando las pausas, lo intentaban de nuevo.

El palacio del emir Chehab es la sede de la Embajada de Espa?a en Beirut, y el grupo que hab¨ªa dejado las habitaciones superiores, siempre m¨¢s inseguras, por los salones bajos estaba compuesto por personal de todo tipo de la representaci¨®n diplom¨¢tica y por algunos espa?oles, a los que el Ministerio de Asuntos Exteriores hab¨ªa evacuado discretamente de Beirut Oeste. La caza al extranjero ha llegado a tal punto en el sector musulm¨¢n de la capital libanesa que ni los ciudadanos de pa¨ªses modestos en el concierto de Occidente pueden sentirse seguros all¨ª.

Duelo artillero

El duelo artillero entre los cristianos del este de Beirut y los musulmanes del oeste hab¨ªa comenzado a la oscurecida del pasado jueves y se prolong¨® hasta el alba del viernes. Cientos de obuses intercambiaron los contendientes en lo que el diario beirut¨ª L'Orient-Le lour llamaba ayer "bombardeo nocturno infernal", y Le Reveil, "noche demencial". Y los lectores de ambos peri¨®dicos est¨¢n acostumbrados a las emociones fuertes.

El emir Chehab, un druso que se convirti¨® por conveniencia al cristianismo, construy¨® su palacio al modo de un castillete en las colinas de Hadas, a finales del siglo pasado. Ahora eso es Beirut Este y est¨¢ adem¨¢s muy cerca del extremo meridional de la l¨ªnea verde. Por decirlo de otro modo, en la l¨ªnea de tiro de los milicianos del Oeste. Los espa?oles, que hab¨ªan salido del sector musulm¨¢n para evitar los secuestros, se encontraron con otra modalidad del horror liban¨¦s, los bombardeos.

A la ma?ana siguiente, el palacio Chehab volv¨ªa a ser sonriente, con su mirada de ¨¢guila sobre Beirut, sus palmeras, los perros del embajador, que corren por el jard¨ªn; las salas sombr¨ªas y frescas. Pero en la puerta estaban los vigilantes, con metralletas y lanzacohetes, y en el patio, muy cerca del m¨¢stil donde ondea la bandera espa?ola, hab¨ªa el peque?o cr¨¢ter de un proyectil. Fue un consuelo saber que un enfrentamiento artillero que caus¨® un total de entre cinco y nueve muertos y m¨¢s de 30 heridos s¨®lo rompi¨® algunos cristales del palacio del emir Chehab.