Beckett a los 80
El certificado de nacimiento de Samuel Beckett da como su fecha de nacimiento el 13 de mayo de 1906, aunque ¨¦l insiste en que naci¨® un Viernes Santo, el 13 de abril de ese a?o. La fecha es demasiado conveniente simb¨®licamente como para contradecirla. El viernes 13 representa la mala suerte que el hombre padece sin hab¨¦rselo ganado, y el Viernes Santo representa el sufrimiento de Dios en nombre de la redenci¨®n humana.No obstante, se ha sugerido que es el d¨ªa siguiente, el S¨¢bado de Gloria, la verdadera fecha simb¨®lica de Beckett. Su famosa obra Esperando a Godot, de la que se re¨ªan los ignorantes y que en la actualidad es tan popular como cualquier otra obra cl¨¢sica del repertorio teatral, presenta a dos vagabundos, VIadimir y Estrag¨®n, que esperan "con una gran dosis de desesperaci¨®n y una peque?a dosis de esperanza" a un redentor enigm¨¢tico que nunca llega. No intento sugerir que se trate de una obra cristiana, a pesar de las alusiones a los ladrones que fueron crucificados junto a Cristo y al ¨¢rbol de decorado junto al cual se les ha dicho a los vagabundos que aguarden. Pero los s¨ªmbolos del cristianismo est¨¢n empapados de una riqueza de sugerencias, y resulta oportuno invocarlos al. intentar encontrar un significado a la obra. Los vagabundos esperan el s¨¢bado siguiente al Viernes Santo, si bien ese s¨¢bado se niega obstinadamente a convertirse en el Domingo de Resurrecci¨®n. Lo ¨²nico que ellos, y nosotros, pueden hacer es esperar, a pesar de estar totalmente seguros de que tal espera no ser¨¢ recompensa da. La vida es un desdichado s¨¢bado gris, pero hay, que vivirla.
?Y qui¨¦n es el Godot que no llega nunca? Resulta demasiado f¨¢cil decir que es el Dios del Antiguo Testamento, o Cristo que trae el agua de la redenci¨®n. Puede que sea alguien m¨¢s siniestro. Es bien conocido que Beckett, viajando en un vuelo de Air France, oy¨® el anuncio de "Les habla el capit¨¢n Godot" y quiso abandonar el avi¨®n. Tal an¨¦cdota parece convertir al autor en un ser tan absurdo como sus personajes, aunque hay que traer a colaci¨®n el t¨¦rmino absurdo al hablar de Beckett. Su absurdo es de un tipo especial. En su libro El mito de S¨ªsifo, Albert Camus hablaba de ese "divorcio entre la mente que desea y el mundo que decepciona", que convierte en absurda la situaci¨®n del hombre en la tierra. Como S¨ªsifo, subimos la piedra por la colina para ver como vuelve a rodar cuesta abajo. Vivimos en un vac¨ªo de acci¨®n, y se nos lleva a la desesperaci¨®n, o la rebeli¨®n, o, en casos extremos, a una especie de rehabilitaci¨®n religiosa. Si el libro de Camus hace toda una declaraci¨®n filos¨®fica sobre el absurdo de la condici¨®n humana y sugiere una salida existencial, el camino de la elecci¨®n, Beckett se limita a mostrar a hombres y mujeres que son incapaces de elegir, atrapados en lo que ¨¦l llama la "merde universelle", algo absurdo, aunque, al aferrarse al ¨²ltimo don humano, la lengua, resulta algo noble en su absurdo.
Beckett, a pesar de ser irland¨¦s, nacido en el barrio dublin¨¦s de Stillorgan (el nombre parece tan oportuno como la fecha de nacimiento elegida) (1), es un escritor franc¨¦s que, seg¨²n el desaparecido Jean-Paul Sartre, ha escrito la prosa francesa m¨¢s distinguida del siglo. Las ra¨ªces de sil pensamiento son francesas. Si se lee su libro sobre Proust se comprobar¨¢ que alaba una cualidad de ese maestro que m¨¢s tarde har¨ªa suya. Proust se neg¨® a forzar en un orden l¨®gico los fen¨®menos del mundo. Rechaz¨® la cadena de causa y efecto, se neg¨® a convertir el mundo en inteligible. En otras palabras, las cosas son inexplicables, el espejo cient¨ªfico miente, no sabemos nada. Beckett aprendi¨® su est¨¦tica de Proust; en sus escritos, tanto obras teatrales como novelas, se dedica a desnudar la ilusi¨®n, mostrando lo que queda tras la d¨ªsoluci¨®n de la forma, el color, el h¨¢bito y la l¨®gica.
La conversi¨®n de Beckett en escritor franc¨¦s tuvo bastante que ver con su desconfianza del temperamento literario irland¨¦s. Si se lee su novela Murphy, escrita en ingl¨¦s, se percibe cierta tendencia hacia lo exuberante y lo rom¨¢ntico que hab¨ªa que expurgar antes o despu¨¦s: "Las hojas empezaron a elevarse y a esparcirse; las ramas m¨¢s altas, a lamentarse; el cielo se quebr¨® y se espes¨® en manchas de azul desnatado; el pino de humo se derrumb¨® hacia el Este y se desvaneci¨®; la laguna se convirti¨® de repente en un peque?o p¨¢nico de gris y blanco, de agua y gaviotas y velas".
En otras palabras, su desconfianza de las palabras, fen¨®menos altamente peligrosos que resuenan con falsos ecos, ten¨ªa que conducir al abandono del ingl¨¦s y, a la larga, al silencio. Beckett se mueve hacia el vac¨ªo. Otros escritores, sobre todo irlandeses, han glorificado la plenitud. En el mejor prosista irland¨¦s del siglo, James Joyce, nos encontramos con algo m¨¢s que plenitud, con una pl¨¦tora.
Es conocida la asociaci¨®n de Beckett con Joyce. Los dos, exiliados irlandeses en Par¨ªs, se admiraban mutuamente la forma de su mente. Eran un contraste el uno para el otro, compart¨ªan conversaci¨®n y silencio, beb¨ªan
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por igual, significaban demasiado. La hija de Joyce, Luc¨ªa, se enamor¨® del joven y apuesto Beckett, que no devolvi¨® sus favores y dejaba bien claro que sus visitas eran para ver a su padre, no para verla a ella. La devoci¨®n hacia Joyce era extremada. Joyce se sent¨ªa orgulloso de sus pies peque?os, y Beckett, en homenaje, intent¨® que sus pies fueran igualmente peque?os. Los zapatos apretados no eran simplemente un homenaje; eran una forma de autoexpiaci¨®n totalmente en l¨ªnea con la idea de Beckett del mundo como lugar de dolor. Pero la asociaci¨®n con Joyce y su extravagante devoci¨®n hacia el escritor han hecho que alguna gente pensara que Joyce y Beckett, si bien eran ambos escritores irlandeses vanguardistas exiliados en Par¨ªs, buscaban lo mismo. No era as¨ª. Joyce oblig¨® a la lengua a convertirse en realidad, la presencia real en pan simb¨®lico. Pero Beckett aprendi¨® de ¨¦l a desconfiar del lenguaje, al tiempo que, parad¨®jicamente, parec¨ªa afirmar que el lenguaje era lo ¨²nico que ten¨ªa la humanidad.
Adem¨¢s Beckett fue siempre un tipo de irland¨¦s distinto del de Joyce. Su familia descend¨ªa de hugonotes franceses, y el exilio voluntario en Par¨ªs era poco m¨¢s que una especie de repatriaci¨®n tard¨ªa. Fue a la Portora Royal School de Enniskillen, en Irlanda del Norte, y al Trinity College de Dubl¨ªn, los dos famosos centros protestantes. Si el librepensador Joyce jam¨¢s se deshizo totalmente del catolicismo de Clongowes y del University College, Beckett no necesitaba perder tal acumulaci¨®n de sentido de culpa y jesuitismo. Los renegados cat¨®licos irlandeses como Brendan Behan no entendieron nunca plenamente qu¨¦ tipo de irland¨¦s era y sigue siendo Beckett. Supon¨ªan una alegre ebriedad en un hombre dado por naturaleza a la templanza y al que le escandalizaban los excesos. Los cat¨®licos irlandeses engordan y se vuelven sedentarios. Beckett fue siempre bastante atl¨¦tico, jugando al tenis y al cr¨ªquet. Es el ¨²nico premio Nobel que figura en Wisden. Los domingos, los pasajeros de Air France le han visto pasar r¨¢pidamente por encima de la secci¨®n de literatura del peri¨®dico dominical y enfrascarse en las p¨¢ginas de deportes.
Menos dado, como debe ser, al pesimismo filos¨®fico que a la desilusi¨®n realista, en cierta ocasi¨®n Beckett estuvo a punto de admitir que puede que la vida tenga algo de bueno. Fue un domingo soleado en Lord's (2). Pero a los personajes de sus obras teatrales y novelas no les queda ni siquiera el consuelo de leer los resultados de los partidos de cr¨ªquet. La trilog¨ªa Molloy, Malone muere y El innombrable presentan el ¨²ltimo aliento de la desesperaci¨®n humana matizado por una obstinaz determinaci¨®n de sobrevivir por el simple gusto de la supervivencia. Los personajes no tienen nada por lo que vivir, pero no son suicidas. Malone termina con "No s¨¦ d¨®nde estoy, jam¨¢s lo sabr¨¦; en medio del silencio no se sabe, hay que seguir adelante, no puedo, seguir¨¦ adelante". Lo curioso sobre estos mon¨®logos de desesperaci¨®n es que no resultan deprimentes. Existe cierta especie de alegr¨ªa en sus ritmos. La condici¨®n humana, que se presenta siempre como terminal, es absurda en el sentido camusiano, pero tambi¨¦n de igual forma que las payasadas chaplinescas son absurdas. No deber¨ªan divertirnos, pero nos divierten.
Las ¨²ltimas obras de Beckett se aproximan m¨¢s a la impotencia y al silencio. Fin de partida muestra a Hamm, Clov y a otros jugando su fase final de senilidad irritable entre cubos de basura. En Oh, los bellos d¨ªas se nos presenta a Winnie enterrada hasta la cintura en basura, pero aferr¨¢ndose a¨²n a los detalles de su bolso. Va y viene, con sus tres personajes femeninos limitados a un texto de 120 palabras, resulta una preparaci¨®n de Aliento, que dura 30 segundos. Yo no son migajas de un mon¨®logo dadas a una boca iluminada. Al acabar, la boca se cierra para siempre. George Steiner ha alabado esta conclusi¨®n l¨®gica, el vac¨ªo inexpresado, como la contribuci¨®n de Beckett a la situaci¨®n literaria que tiene que predominar a partir de Auschwitz. No quedan palabras para expresar los horrores del siglo XX. La ¨²nica opci¨®n es el silencio. Steiner lo ha expresado con gran elocuencia.
La opini¨®n que Beckett tiene de su propio arte es modesta. "Mis personajes no tienen nada. Trabajo con la impotencia, con la ignorancia. Mi peque?a exploraci¨®n recorre toda esa zona del ser que los artistas han dejado siempre a un lado como algo que no se puede utilizar, como algo que por definici¨®n es incompatible con el arte". De su propia vida, de sus 80 a?os, dice que es "mon¨®tona y sin inter¨¦s. Los catedr¨¢ticos saben m¨¢s de ella que yo. S¨®lo importa la escritura. No ha habido nada m¨¢s que valga la pena". A estos escritos los denomina "una mancha en el silencio". Al celebrar su 80? aniversario no deber¨ªamos avergonzarle mencionando su amabilidad para con sus compa?eros de este infame arte, su cortes¨ªa, su valor ante el dolor, las dificultades y el peligro. No hay nada, dir¨ªa ¨¦l, por lo que felicitarle. Perm¨ªtanme, pues, que susurre unas gracias inaudibles y que opte entonces por el silencio que ¨¦l ha manchado tan notablemente.
1 Still organ, ¨®rgano inm¨®vil.
2 Sede y campo del Marylebone Cricket Club de Londres, una de las m¨¢s importantes organizaciones del cr¨ªquet.
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