"S¨®lo el hombre complejo adivina la complejidad de la vida"
Gonzalo Torrente Ballester, d¨¦cimo escritor galardonado con el Premio Miguel de Cervantes, autor de m¨¢s de 20 libros, habl¨® ayer en el paraninfo de la universidad de Alcal¨¢ de Henares desde su doble condici¨®n de escritor y de profesor. En su discurso, del que aqu¨ª ofrecemos un amplio resumen, afirm¨® que "s¨®lo el hombre complejo puede adivinar la complejidad de la vida" y destac¨® la importancia que la realidad debe tener tanto para el hombre como para el escritor, constante esta que preocup¨® a todos los narradores de su generaci¨®n.
"He sido profesor, y aunque no est¨¦ aqu¨ª como tal no puedo dejar de serlo, menos a¨²n olvidarlo en esta ocasi¨®n. Durante medio siglo intent¨¦ comunicar a muchas generaciones de mozos y mozas el arte de la lengua y el secreto de la literatura. Esta fue mi vocaci¨®n real; la otra, la complementaria. La fortuna personal, que me llev¨® a tierras lue?es, hizo posible que a sus hombres y mujeres comunicase los esplendores de la cultura espa?ola. En medio de esta tarea, reiteradas veces, el tema de m? ense?anza, y tambi¨¦n de mi nostalgia, fue el arte de Miguel de Cervantes.""(...) Al titular de este premio, a Miguel de Cervantes, quiero referirme tambi¨¦n de un modo particular y especialmente estusiasta, nunca con la extensi¨®n que se merece, ¨²nicamente con aquella que la discreci¨®n me permita. Ante todo, para reconocerle una vez m¨¢s como m¨¢ximo maestro, el escritor de quien m¨¢s aprend¨ª y a quien m¨¢s debo. Pero tambi¨¦n para considerarlo como arquetipo de novelistas, como quien, en su momento, hizo algo que nadie hasta ¨¦l hab¨ªa hecho y mostr¨® a sus seguidores, pr¨®ximos y lejanos, afines o dispares, un camino que todos forzosamente tuvimos que seguir: aunque quiz¨¢ no sea precisamente un camino, sino un modo, el de estar en la realidad, de relacionarse con ella, de dar de ella la oportuna cuenta po¨¦tica".
Pecador insigne
"Porque el artista, todo artista, est¨¢ en la realidad como hombre que es, pero lo que le distingue y especifica es precisamente el modo. Y aqu¨ª ser¨ªa conveniente establecer comparaci¨®n para que de ella resalte la diferencia: tambi¨¦n el investigador y el fil¨®sofo est¨¢n en la realidad de un modo sui g¨¦neris que caracteriza sus actividades. El cient¨ªfico, ante la realidad, busca averiguar lo que es, c¨®mo est¨¢ constituida, cu¨¢les son sus leyes, en tanto que el fil¨®sofo lo que intenta es dar sentido al saber, establecer entre las diversas clases de conocimientos una coherencia, una relaci¨®n, o declarar a veces, desoladoramente, que no existe, o al menos que no la percibe...".
"(...) Miguel de Cervantes le decepcion¨® la historia de su tiempo, la misma que le hab¨ªa entusiasmado. Cervantes, pecador insigne, para poder perdonarse a s¨ª mismo tuvo primero que perdonar a los dem¨¢s: un general, universal perd¨®n. Y al hacerlo, sonri¨®. En este cruce de experiencias y sentimientos resde, creo yo, la clave de su visi¨®n del mundo: que no es radical que no es dogm¨¢tica, sino relativa y ambigua, al no atreverse a juzgar lo bueno y lo malo (cosa por otra parte, de Dios), deja que sus figuras transcurran llevadas de su propio impulso, al margen de lo bueno y lo malo. Las visiones posteriores de la realidad como carente de sentido, como absurda, clavan sus ra¨ªces secretas en la sonrisa de Cervantes, cuya experiencia le ense?¨® a no tomar nada demasiado en serio sobre todo lo que era serio para sus contempor¨¢neos. Pero no por eso dej¨® de amar".
"Lo que sucede es que lo mis mo ama lo que lo merece que lo que no, puesto que en un plano superior y alejado lo mismo da una cosa que otra. Y su amor se ejercita art¨ªsticamente. Hubo, hay todav¨ªa, quien se empe?a en hacer de Cervantes un moralista. Advi¨¦rtase que el moralista premia o castiga art¨ªsticamente a sus criaturas, hace de ellas modelos, caricaturas y monstruos las acerca o las repele seg¨²n el juicio moral que le merezcan, les aplica el escalpelo de la s¨¢tira, cuando no de la condenaci¨®n expresa. La s¨¢tira de Cervantes no pasa de pretexto para que se conceda a su visi¨®n desencantada y ben¨¦vola del mundo un pase de libre circulaci¨®n. Sin ese pretexto, la sociedad de su tiempo lo hubiera repudiado (...)".
"El moralista r¨ªe a carcajadas, o se indigna: cuanto m¨¢s estent¨®reas, mejor. La moral es siempre tajante, inevitablemente dogm¨¢tica, y, por supuesto, incompatible con la sonrisa y con el "deje usted las cosas como est¨¢n, ya que cambiar¨¢n solas", que es, al fin y al cabo, lo que viene a decirnos Cervantes. Pero semejante afirmaci¨®n no la aceptan los que quieren forzar al mundo en su cambio, los apresurados, los impacientes. Por eso todos estos rechazan a Cervantes, aunque se queden con un Don Quijote convencional, supuestamente idealista y efectivamente loco. Ese Quijote que s¨®lo se encuentra cuando se le va a buscar as¨ª. Pero el que invent¨® Cervantes tambi¨¦n lleva la sonrisa escondida tras el yelmo, y, lo mismo que su autor, sabe jugar".
La complejidad de la vida s¨®lo el hombre complejo puede adivinarla, y Cervantes lo era. Posey¨® el don de expresar verbalmente su mundo, y fue el primero en comprender que una novela es ante todo un mundo cerrado que se basta a s¨ª mismo. Eso es el Quijote y en serlo consiste el mensaje de su autor (...)
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