Chomsky: "Si no cambiamos las instituciones, solo lograremos posponer el desastre"
Comienza en Madrid un simposio sobre la obra del ling¨¹ista norteamericano
Un simposio sobre los tres aspectos dominantes del trabajo de Noam Chomsky como cient¨ªfico, ling¨¹ista y analista pol¨ªtico se celebra desde ayer en Madrid. En esta entrevista, realizada por Carlos P. Otero, profesor de ling¨¹¨ªstica rom¨¢nica en la universidad de California en Los ?ngeles (UCLA), Chomsky habla sobre la evoluci¨®n de sus ideas pol¨ªticas, la impermeabilidad del pensamiento estadounidense y el papel actual de la OTAN, para concluir: "Las causas de los horrores de nuestros d¨ªas son institucionales. Si no cambiamos las instituciones, s¨®lo lograremos posponer el desastre".
La preocupaci¨®n de Noam Chomsky, por la pol¨ªtica y por la justicia social es anterior a sus investigaciones y cruciales aportaciones a la ciencia de nuestro siglo. Ya a los 29 a?os hab¨ªa publicado su libro Estructuras sint¨¢cticas, con el que revolucion¨® el terreno de la ling¨¹¨ªstica. Chomsky, de 57 a?os, no ha dejado en ning¨²n momento de manifestar su discordancia con la pol¨ªtica de su pa¨ªs, en el que guardan hacia ¨¦l un pesado silencio.Pregunta. Alguna vez dijo usted que la motivaci¨®n de sus investigaciones era pol¨ªtica. ?Podr¨ªa a?adir algo al respecto?
Respuesta. Mi antagonismo hacia el conjunto de ideas, reinantes en mi juventud era completo. EE UU estaba superando su complejo de inferioridad intelectual de la d¨¦cada de los treinta, cuando se ve¨ªa respecto a Europa como puede verse Iowa respecto a Harvard. Europa hab¨ªa sido destruida y EE UU hab¨ªa demostrado su capacidad militar y tecnol¨®gica (tecnolog¨ªa de guerra sobre todo). Fue entonces cuando la llamada ciencia behaviorista y la teor¨ªa matem¨¢tica de la informaci¨®n, que se presentaba como la clave de las ciencias humanas, saltaron a la palestra. La importancia que se les dio se deb¨ªa en parte al af¨¢n de superar el complejo de inferioridad intelectual. Se pas¨® a pretender que no exist¨ªa nada fuera de lo norteamericano. A m¨ª mis profesores nunca me pidieron? que leyese nada europeo excepto a Carnap, por su relaci¨®n con Quine. El c¨ªrculo de Praga, por ejemplo, era como si no existiese.
Por eso quiz¨¢ public¨® Bloomfield en su revista su morfofon¨¦mica del men¨®mini, inspirada sin duda en P¨¢nini, y paralela hasta cierto punto a la morfofon¨¦mica del hebreo que yo hab¨ªa, construido independientemente en 1949. Mis profesores, que eran. estudiantes de Bloomfield, desconoc¨ªan esa obra suya. Bloomfield era obviamente esquizofr¨¦nico. Sus libros eran positivistas, behavioristas, completamente inconsistentes con su morfofon¨¦mica del men¨®mini. Probablemente por eso la public¨® en Praga.
Golfo cultural
?ste es un indicio del golfo. cultural. En su autobiograf¨ªa, Norbert Wiener habla de esto desde otro punto de vista. Dice" por ejemplo, que los matem¨¢ticos; de Harvard imitaban a los de Gotinga hasta en sus m¨¢s ¨ªnfimos manerismos. Un complejo, de inferioridad verdaderamente patol¨®gico, sobre todo en lugares como Cambridge. Yo no entend¨ª mi hostilidad inicial a Cambridge, debida a todo esto, hasta hace poco. Ahora empiezo a verla en perspectiva.Por mi cuenta empec¨¦ a leer a los cl¨¢sicos europeos y, por cierto, descubr¨ª que Hume era mucho m¨¢s racional de lo que quer¨ªan hacerme creer, y que Berkeley era de hecho un cartesiano, Nelson, Goodman y Zellig Harris me consideraban un traidor por estas lecturas. Whitney hab¨ªa odiado a Steinthal, el ¨²ltimo ep¨ªgono de Humboldt. Lovejoy, del que cabe aprender algunas cosas (su idea de que Kant deriva de los neoplatonistas ingleses, por ejemplo, aunque ¨¦l exagera), odiaba a los alemanes y cre¨ªa que toda la filosof¨ªa alemana era un fraude. En este contexto cultural, el efecto de la II Guerra Mundial fue dram¨¢tico. Con el nuevo poder norteamericano, los europeos iban a ver. Los ordenadores eran parte del nuevo ambiente. Reinaba una gran euforia. Yo estaba en contra de todo esto. Luchar contra ello para m¨ª era parte de la lucha contra la guerra fr¨ªa y la patrioter¨ªa (jingoism). S¨®lo Eric Lenneberg y Morris Halle (de formaci¨®n jakobsoniana) compart¨ªan mi actitud. Para m¨ª era necesario demostrar que todo aquello ea un castillo de arena.
P. ?Cu¨¢ndo descubri¨® los ideales anarquistas?
R. Mucho antes. Tan temprano que parece que estaba familiarizado con ellos desde el principio. Los descubr¨ª en la infancia. Tan pronto fui lo bastante mayor para viajar solo, tomaba el tren y me iba a Nueva York a hurgar en librer¨ªas y quioscos de izquierda. El marido de una hermana de mi madre, que era inv¨¢lido, ten¨ªa un tenderete en la esquina de Broadway y la calle 72 que se convirti¨® en uno de los centros intelectuales de cultura obrera de Nueva York (luego se hizo rico como psicoanalista no titulado, pues conoc¨ªa muy bien la obra de Freud, a la que me introdujo -yo siempre digo que a Freud no hay que leerlo despu¨¦s de los 18 a?os-). Era una persona muy interesante y daba trabajo a todos los miembros de la familia. Aquella cultura era intelectualmente muy viva y muy obrera. Desapareci¨® pronto. A los 11 o 12 a?os me relacionaba con gente que me parec¨ªa muy mayor, aunque a lo mejor ten¨ªan menos de 35 a?os. Entonces compr¨¦ un libro sobre las colectivizaciones anarquistas en Espa?a en franc¨¦s, aunque yo no sab¨ªa entonces franc¨¦s, que me interes¨® mucho, y la traducci¨®n inglesa del libro de Santill¨¢n El organismo econ¨®mico de la revoluci¨®n. Le¨ªa todo lo que me ca¨ªa en la mano en el abanico de opini¨®n que va de Trotsky al anarquismo.
P. Algunos dir¨¢n que pensar en el socialismo libertario anarquista en el contexto hist¨®rico actual es so?ar despierto.
R. Es verdad que el 99% de lo que los activistas hacen son cosas inmediatas. Pero eso es como poner una tirita a un c¨¢ncer. Las causas de los horrores de nuestros d¨ªas son institucionales. Hay que cambiar las instituciones. A menos que logremos construir un movimiento popular lo suficientemente sofisticado, s¨®lo lograremos posponer el desastre. Es bien sabido que si algo tiene una baja probabilidad constante acabar¨¢ por ocurrir. Ha habido ya ocasiones en que nos salvamos de milagro. La crisis de los misiles cubanos en 1962, por ejemplo. Y, seg¨²n McNamara, que debe de saberlo bien, la crisis de 1967, que es mucho menos conocida, fue mucho m¨¢s peligrosa. Piensa en la predelegaci¨®n de autoridad en los submarinos nucleares, por ejemplo. Seg¨²n el art¨ªculo de Desmond Ball en Intemational Security, pocos se dan cuenta de lo cerca que estuvimos de una colisi¨®n fatal. La situaci¨®n es parecida a la de los adolescentes que se desaf¨ªan a arriesgar la vida en sus coches deportivos.
P. ?C¨®mo encaja aqu¨ª la OTAN?
R. Las elites europeas tienen mucho inter¨¦s en mantener la OTAN, por lo que es muy dificil ponerla en jaque. Y en Espa?a, mucho m¨¢s dif¨ªcil que en Alemania, por su potencia relativa. Es su mejor instrumento para controlar sus poblaciones respectivas. Las armas nucleares son muy efectivas en el control de la toma de decisiones. Justifican el secreto, por ejemplo, y son lo bastante complicadas para justificar la falta de discusi¨®n p¨²blica ante la mayor¨ªa. De esta manera, la OTAN contribuye a hacer dif¨ªcil la pol¨ªtica a nivel popular. La URSS est¨¢ ahora verdaderamente atemorizada. La propuesta de Gorbachov de desmantelar simult¨¢neamente la OTAN y el Pacto de Varsovia es la primera desde la propuesta de 1952 hecha por Stalin (el a?o antes de morir). De ah¨ª que est¨¦ siendo tan discutida en algunos pa¨ªses de Europa, aunque no s¨¦ si en Espa?a.
P. Aunque s¨¦ que estuvo usted de inc¨®gnito en Barcelona hace unos a?os, ¨¦sta es su primera visita p¨²blica a Espa?a, y hace s¨®lo unos meses estuvo en. Nicaragua. Sus dos primeras visitas a pa¨ªses de habla castellana han sido, pues, casi simult¨¢neas, lo cual es doblemente excepcional. ?No es as¨ª?
R. Desgraciadamente este tipo de viaje es un lujo que no puedo permitirme.
P. ?C¨®mo definir¨ªa ciencia cognitiva?
R. Para m¨ª es simplemente psicolog¨ªa racional. Es decir, psicolog¨ªa desde un punto de vista racional, desde el punto de vista de las ciencias naturales. Las ciencias humanas quedaron al margen de la revoluci¨®n cient¨ªfica del siglo XVII. Si el progreso de las ciencias naturales fue dificultado por la teolog¨ªa, el de las ciencias humanas fue pr¨¢cticamente imposibilitado por una ideolog¨ªa sobre el tipo de teor¨ªa permitido, restricci¨®n arbitraria sobre la construcci¨®n teor¨¦tica. Es preciso eliminar esta ideolog¨ªa y elaborar teor¨ªas que lleven a descubrir los mecanismos f¨ªsicos.
Hay que distinguir dos niveles. El primero es un nivel abstracto, una suerte de sistema computacional. El segundo es el de los mecanismos f¨ªsicos. As¨ª, por ejemplo, la ciencia cognitiva de la visi¨®n tratar¨¢ de caracterizar los tipos de computaci¨®n que son necesarios para pasar de la estimulaci¨®n f¨ªsica de la retina a la interpretaci¨®n del mundo en t¨¦rminos de objetos, etc¨¦tera. Las investigaciones de David Marc representan una manera de caracterizar esto en t¨¦rminos relativamente perif¨¦ricos. No llega a cosas como objeto, por ejemplo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.