Cinco a?os despu¨¦s
Aquel 1 de mayo de 1981 ocupa un lugar destacado en las efem¨¦rides patrias, con unas notas tr¨¢gicas dif¨ªciles de superar en tiempos de paz. Ni las pestes asoladoras de otros tiempos y las violentas inundaciones que peri¨®dicamente arrasan nuestras riberas mediterr¨¢neas, el holocausto de la carretera o las cruent¨ªsimas cat¨¢strofes a¨¦reas; todos estos incidentes, aunque no menos tr¨¢gicos en sus consecuencias, se nos presentan a los testigos -que no a sus v¨ªctimas- con el halo inocentador de lo fortuito, inevitable consecuencia de la l¨®gica del azar. Pero la lenta inmolaci¨®n de esas casi 600 v¨ªctimas del s¨ªndrome t¨®xico y la tragedia vivida por miles de hogares en aras de los beneficios marginales de un negocio fraudulento unen a sus dimensiones tr¨¢gicas una de soladora percepci¨®n de la condici¨®n humana: mucho peor que las v¨ªctimas sin causa son las v¨ªctimas de una causa est¨²pida y chapucera.A la vuelta de estos cinco a?os transcurridos es todav¨ªa imposible distanciarse de unos hechos que en muchas de sus implicaciones sociales, pol¨ªticas, judiciales, sanitarias y cient¨ªficas distan de estar resueltos. ?Cu¨¢l es la situaci¨®n actual en todos estos frentes enunciados? En primer lugar hay que reconocer el enorme avance logrado en sus aspectos, judiciales, que, en contra de muchos augurios, ha permitido cerrar el sumario m¨¢s grande de nuestra historia procesal. Por respeto a la acci¨®n de la justicia, que pasa ahora a una fase decisiva, no entraremos en ninguna cor¨ªsideraci¨®n adicional.
En el aspecto social hay que destacar el apaciguamiento ostensible de las reivindicaciones de los afectados, que en parte es subsidiario de una eficaz pol¨ªtica de desgaste practicada desde la Administraci¨®n, as¨ª como del desinflamiento de ciertas hip¨®tesis -como la de los tomates y los organofOsforados- que alimentaron una desafortunada acci¨®n reivindicativa de ciertas organizaciones. Este apaciguamiento social ha facilitado el abandono progresivo de los grandes objetivos de salud e investigaci¨®n en el s¨ªndrome t¨®xico que la Administraci¨®n socialista parec¨ªa comprometida a desarrollar desde su ideario program¨¢tico.
Aquellos tiempos de la reprobaci¨®n de ?nada menos que seis ministros! del Gobierno de UCd por su presunta responsabilidad y mala actuaci¨®n en el s¨ªndrome t¨®xico no est¨¢n tan distantes como para que el ciudadano -elector y contribuyente- no pueda valorar el trecho que media entre el acoso al adversario pol¨ªtico y la responsable ejecuci¨®n de los compromisos contra¨ªdos en aquellas lides parlamentarias. El Plan Nacional del S¨ªndrome T¨®xico fue bajo la ¨¦gida socialista un instrumento para apaciguar la demanda social con la zanahoria de las pensiones a los afectados o las subvenciones a sus asociaciones y el ocasional recurso al bastonazo repsesivo; pero no hizo honor a su promesa de racionalizar e impulsar la investigaci¨®n epidemiol¨®gica, cl¨ªnica y toxicol¨®gica.
Desafortunada teor¨ªa
Estas ¨¢reas se encuentran hoy a niveles muy pr¨®ximos a los alcanzados en el primer a?o de trabajo intensivo, puestos de manifiesto en el Simposium Nacional -junio de 1982- y las Jornadas del Programa del CSIC -marzo de 1983-. Y a punto estuvieron de retroceder de haber seguido adelante la ambig¨¹edad e incluso proclividad de algunos altos cargos de la Administraci¨®n hacia la desafortunada teor¨ªa de los organofosforados. Justo es reconocer que en estos desvar¨ªos fueron alentados por las no menos proclives o anibiguas posiciones de ciertos medios de comunicaci¨®n.
Hoy d¨ªa, el Plan Nacional ha sido disuelto por decreto y sias competencias repartidas entre el Ministerio de la Presidencia, para las pensiones y ayudas; el Ins¨¢lud, para la atenci¨®n m¨¦dica, y el Fondo de Investigaciones Sanitaidias (FIS) para la investigaci¨®n cl¨ªn1ca y toxicol¨®gica. La epidemiol¨®gica fue desmembrada hace ya cosa de un a?o y s¨®lo se mantiene forrialmente por la vigencia de un contrato con un epidemi¨®logo norteamericano.
La decisi¨®n de integrar a los afectados en el sistema general ole asistencia sanitaria y el consiguiente desmantelamiento de las unidades de seguimiento todav¨ªa existentes no puede ser m¨¢s desafortunada para el conocimiento de la historia natural de la enferniedad. A partir de ahora, los afectados volver¨¢n a experimentar conio cualquier ciudadano medio la masificaci¨®n inoperante de los dispensarios y ambulatorios. Pero esta dudosa "abolici¨®n de privilegios" dificultar¨¢ necesariamente la recogida sistem¨¢tica de datos respecto a la evoluci¨®n de la enfermedad principal, sus complicaciones, riesgos o curaci¨®n y su integraci¨®n en las historias cl¨ªnicas. Tambi¨¦n se har¨¢ muy dif¨ªcil la posibilidad de contar con grupos de voluntarios para la investigaci¨®n cl¨ªnica -todav¨ªa posible- de algunos de los aspectos inmunopatog¨¦nicos m¨¢s interesantes del s¨ªndrome t¨®xico.
Situaci¨®n indeseable
Habr¨ªa que evitar a toda costa que esta previsible situaci¨®n indeseable pudiera cristalizar. Y en este sentido, el traspaso de la investigaci¨®n del s¨ªndrome t¨®xico al FIS podr¨ªa resultar beneficioso, pero a condici¨®n de que el problema fuera asumido responsablemente y en su compleja totalidad. Para ello habr¨ªa que implementar una comisi¨®n t¨¦cnica competente, capaz de impulsar la investigaci¨®n biom¨¦dica de calidad hacia los paradigmas de la enfermedad, que se insertan en temas punteros del conocimiento tales como las patogolog¨ªas autoinmunes de origen qu¨ªmico. Una dejaci¨®n de competencias en este tema -y existen s¨ªntomas que no se toma con demasiado inter¨¦s- constituir¨ªa una reprobable irresponsabilidad que nadie deber¨ªa asumir.
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