As¨ª se hace un torero
JOAQUIN VIDAL, Los tiempos taurinos han cambiado, para bien. Ahora se torea mejor. No mejor que nunca -por ejemplo, la plenitud de los a?os 30 a¨²n no se ha alcanzado- pero s¨ª mejor que d¨¦cadas atr¨¢s, cuando hab¨ªa. fen¨®menos. Los fen¨®menos llenaban las plazas pero no creaban escuela. Ahora son las escuelas. taurinas las que sacan toreros, y les ense?an bien. Les ense?an muchas m¨¢s suertes que los dos pases exclusivos de tiempos anteriores, y adem¨¢s les inculcan torer¨ªa, que abarca la profesionalidad para resolver los m¨²ltiples problemas de la lidia. As¨ª se hace un torero.
Los tres de ayer ensayaban suertes y algunas las bordaban. Ignacio Mart¨ªn ejecut¨® un quite memorable por chicuelinas, bajitas las manos, aterciopelando el lance. El Ni?o de la Taurina prend¨ªa banderillas reuniendo con valor e instrumentaba con enorme hondura los pases de pecho. Hac¨ªa pasar al toro en garabato inveros¨ªmil, siguiendo el arabesco que le guiaba con la muleta. Rafael¨ªn Valencia estuvo tan artista en un toro como temerario en otro, que sali¨® pregonao, y esta es una conjunci¨®n de cualidades que rara vez se dan en los toreros.
Mateos / Valencia, Mart¨ªn, N
de la TaurinaErales de Nicol¨¢s Mateos, manejables, excepto el 4?, pregonao. Rafael¨ªn Valencia: vuelta; aviso y ovaci¨®n y saludos. Ignacio Mart¨ªn: oreja; vuelta. Ni?o de la Taurina: vuelta; vuelta. Plaza de las Ventas. 1 de mayo.
Los tres apuntaron defectos que son subsanables no ya con el oficio cuando lo tengan, sino con un simple serm¨®n del profesor. Mart¨ªn, que muletea con buena t¨¦cnica, no constru¨ªa las faenas y se limitaba a sumar pases. El Ni?o de la Taurina se manejaba con plenitud y gusto en. los redondos, si bien llevaba la mano alta. Valencia toreaba m¨¢s de brazo que de cintura, cuando en la armon¨ªa de ambos movimientos est¨¢ la gracia del toreo exquisito.
Hizo el toreo exquisito el valenciano, efectivamente, e intercalaba un repertorio de bien aprendidas suertes a su primer eral, un animalito peque?¨ªn y revoltoso, que dificultaba la realizaci¨®n armoniosa del toreo.
El cuarto, grande y peligroso, ten¨ªa una fuerza y tina fiereza indomables. Picadores hac¨ªan falta para ese ejemplar, y aun con ellos, habr¨ªa sido de abrigo. Bien, pues sin ellos lo lidi¨® Rafael¨ªn Valencia, que castig¨® por bajo sac¨¢ndolo a los medios y ensay¨® redondos con verdadera temeridad, pues se suced¨ªan las coladas violentas. Los peones no sab¨ªan c¨®mo allegar refuerzos y pasaban m¨¢s sobresaltos que el matador.
C¨®mo ser¨ªa el regalito que, despu¨¦s de doblar, a¨²n se tir¨® al puntillero y lo hizo rodar por la arena. Rafael¨ªn Valencia acab¨® la tarea sudoroso y con muestras de disgusto, pero no se le ve¨ªa asustado, en absoluto. Pas¨® con sobresaliente la prueba del peligro, que tambi¨¦n es v¨¢lida para hacer toreros.
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