Un gran Alb¨¦niz de Orozco

No es muy expl¨ªcita la biograf¨ªa del int¨¦rprete incluida en el programa de mano del recital de Rafael Orozco (por cierto, alarmantemente plagado de erratas), acerca de la actividad del pianista andaluz desde 1979 hasta hoy. Debemos suponer que Orozco ha seguido a?adiendo ¨¦xitos a una carrera internacional que se presenta entre las m¨¢s brillantes llevadas a cabo por un pianista espa?ol de nuestros d¨ªas. Su recital madrile?o del mi¨¦rcoles comenz¨® con la Sonata KV 331 de Mozart, tocada con exceso de ¨¦nfasis rom¨¢ntico e inapropiado legato.Sigui¨® con la Fantas¨ªa del caminante de Schubert, piedra de toque para los pianistas. La Wanderer fantas¨ªa fue espl¨¦ndidamente construida por Orozco, que huy¨® de lirismos f¨¢ciles y bord¨® una fuga en¨¦rgica y valiente.

Todav¨ªa se super¨® el pianista cordob¨¦s en la segunda parte mostrando bien cu¨¢nto ha madurado su estilo en los ¨²ltimos tiempos. Sus tres Sonetos del Petrarca de Liszt, donde lo cant¨¢bile y ext¨¢tico puede enmascarar el pianismo trascendente, en extremo virtuoso, de un Liszt decidido -como apunta Enrique Franco en sus notas- a hacer hablar al piano con muy alta espiritualidad, tuvieron en Orozco fiel traductor en el esp¨ªritu y en la letra. Nos pareci¨® lo mejor del recital la versi¨®n del tercer cuaderno de la Suite Iberia de Alb¨¦niz en el concierto del Real.

En estas piezas luminosas, de tan exuberante riqueza r¨ªtmica y por qu¨¦ no mel¨®dica, Rafael Orozco supo extraer toda la gracia, el color y la nostalgia que bulle en los endiablados pentagramas del maestro espa?ol y adem¨¢s aportar su personal visi¨®n, como lo hizo, por ejemplo, en la sorprendente coda de Lavapi¨¦s, nunca o¨ªda tan castiza y ondulante.