Un perezoso incansable
Ese t¨¢ndem de cafeter¨ªa que forman Berlanga y Azcona ha conseguido, probablemente sin propon¨¦rselo en exceso, una de las mejores radiograf¨ªas de Espa?a y sus gentes. La saga nacional ha mostrado y demostrado que la picaresca no es exclusiva del lumpenproletariat, que tambi¨¦n los arist¨®cratas pueden intentar patentar la paella del Mundial o asistir perplejos al triunfo econ¨®mico de un sal¨®n limpiabotas top less. El verdugo es, sin duda, el mejor manifiesto contra la pena de muerte que imaginarse pueda. Los peque?os n¨²cleos rurales hace tiempo que imitan al de Bienvenido, Mr. Marshall. Los primeros a?os del turismo quedaron reflejados para siempre en esa inolvidable pareja de L¨®pez V¨¢zquez y su santa madre en la ba?era con hielo (Vivan los novios).Las asociaciones de damas caritativas no levantan cabeza desde que irrumpi¨® el motocarro de Cassen en las pantallas. Las feministas le atacaron con constancia y ofuscaci¨®n cuando se exhibi¨® Tama?o natural. El tiempo vino a demostrar que el filme no es sino un canto a la soledad del individuo, la impotencia del macho ante la felicidad, algo diametralmente opuesto a las aviesas visiones de las damas.
Para un hombre de la edad de Berlanga era inexcusable realizar un filme sobre la guerra civil. Ten¨ªa que cumplir el rito exorcista de su generaci¨®n: ah¨ª est¨¢ La vaquilla, millonaria en espectadores y probablemente una de las maneras m¨¢s saludables de enfocar una contienda fratricida. Si a ello a?adimos el dato de que hab¨ªa sido pensada y escrita 30 a?os antes de su realizaci¨®n, nuestros dos escritores de vips pueden a?adir a su tarjeta de visita la profesi¨®n de visionarios.
El ¨¢nimo y el talento
Luis Garc¨ªa Berlanga siempre alardea de su proclividad a la pereza. Los hechos demuestran que no para de trabajar: rueda, escribe, dirige colecciones editoriales, viaja, presenta libros, forma parte de jurados internacionales, da clases en escuelas de cine, pelea con despertadores electr¨®nicos que no entiende, gira incesantemente el cuello para poder intuir una forma femenina, preside filmotecas, organiza cenas, cuenta chascarrillos y se queja de la declaraci¨®n de la renta. Bien mirado, es uno de los trabajadores m¨¢s constantes de la tambaleante industria cinematogr¨¢fica nacional.
Una de las ense?anzas m¨¢s obvias del trabajo de Berlanga es que la trascendencia del discurso no depende tanto del ¨¢nimo de su creador como de su talento. Dicho con otras palabras: ha demostrado que sus pel¨ªculas reflejan m¨¢s y mejor su tiempo y su pa¨ªs que las realizadas con ¨¢nimo testimonial.
El humor berlanguiano, su consciente y radical alejamiento de todo aquello que huela a pedanter¨ªa, es probablemente lo que ha dado a sus obras esa permanencia y frescura. Para comprobarlo, s¨®lo hace falta ver cualquiera de sus reposiciones (la m¨¢s reciente fue El verdugo, en TVE).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.