Ca¨ªdos del cielo
Aquella ni?a termin¨® con su padre alcoh¨®lico. Odiaba las costumbres, las sonrisas; forzadas, las palabras y el sistema establecido. Ni siquiera se preguntaba "por qu¨¦ las cosas son as¨ª". Simplemente le repugnaban. Los mayores le insist¨ªan que carry on no se escrib¨ªa con i latina -para nosotros, que llevar no se escribe con b-, que una mujer nunca ha de escupir. Ella adoraba la esv¨¢stica nazi que Sid Vicious, el cantante encaballado de Sex Pistols, luc¨ªa en su camiseta, insultaba y pegaba a las chicas cursis, m¨¢s creciditas, pero acongojadas ante su energ¨ªa. Su padre beb¨ªa, ella prefer¨ªa otros estimulantes. En el cami¨®n donde coloc¨® la bomba, donde puso a pap¨¢, tambi¨¦n se sent¨® ella.Dennis Hopper describi¨® algo as¨ª en su pel¨ªcula Out of the blue (Ca¨ªdo del cielo), una peque?a historia de una adolescente punkie que llevaba m¨²sica de Neil Young: "Hey, hey, my, my, fuera del azul, dentro del negro".
Lo negro, el marronazo, parece el destino que llantos j¨®venes de hoy pueden abrazar y perseguir hasta la autodestrucci¨®n. Algunos todav¨ªa se llamam punkies, herederos de los gritos de guerra que los Pistols empezaron a cantar y tocar a su an¨¢rquica manera en 1977. Entonces muchos pensaron que aquellas canciones, No hay sentimientos, Dios salve a la Reina o Anarqu¨ªa en el Reino Unido, eran un montaje descarado del promotor de la banda, Malcolm McLaren, y que aquello dif¨ªcilmente pod¨ªa calar en la gente. Se equivocaron en lo segundo.
Ese esp¨ªritu agresivo de m¨²sica, de frases y de gestos, se ha extendido a?o tras a?o a todos los rincones del mundo y ha incidido principalmente en aquellos lugares donde la tensi¨®n o la represi¨®n social se mantienen o progresan. Y se trata de la ideolog¨ªa y la acci¨®n anarquistas de toda la vida puestas al d¨ªa.
El punkismo, fen¨®meno que conlleva el sentido viejo y rom¨¢ntico del amor-odio a la vida, se ha propagado y ha evolucionado de modo distinto en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Ha triunfado sobre todo en el Pa¨ªs Vasco, donde grupos como La Polla Records o Kortatu venden mayor n¨²mero de discos que muchas bandas gallegas, catalanas, andaluzas o madrile?as en el resto del territorio, espa?ol.
Pasi¨®n disparada
La identificaci¨®n anarquista del punkie vasco se mezcla con la realidad pol¨ªtica del lugar, y el joven inquieto querr¨¢ sustituir la metralleta por la guitarra. Escribir¨¢ textos, llamativos contra lo que consideran terrorismo de Estado, represi¨®n policial, en definitiva, contra el sistema que les corta el rollo, y compondr¨¢ acordes enloquecidos y estridentes a un ritmo incesante. Letras y notas que sus seguidores mas que identificados tararear¨¢n y bailar¨¢n con una pasi¨®n disparada, que si alguien ajeno y extra?o a su movida trata de frenar, se convertir¨¢ en su enemigo preferido.
Dicha pasi¨®n podr¨¢ consistir en el lanzamiento, quiz¨¢ ya inconsciente, de botellas; o en la destrucci¨®n de las vallas. Habr¨¢ punkies que se lo crean y punkies que finjan. Los aut¨¦nticos reclaman su derecho a tener la fiesta en paz -una paz muy especial, su paz-, y los m¨¢s radicales, como Vicious o la ni?a de Elopper, pedir¨¢n que se les deje morir en paz. La sociedad actual no se librar¨¢ ya de esta eutanasia peculiar, donde cada d¨ªa se puede destruir un poco m¨¢s, morir un poco m¨¢s. No es necesario ser punkie para comprender y, como sucede ¨²ltimamente en algunos conciertos, imitar tales actitudes ante la vida.
Luego se podr¨¢ decir aquello de "mi libertad acaba donde comienza la de los dem¨¢s". Buscar soluciones a la violencia siempre eventual en el rock no es muy distinto de responder a tantas preguntas sobre la vida o de resolver los eternos problemas de la convivencia. Ni heavies, ni flalcl¨®ricos, ni rocanroleros, con sus modos diversos y respetables de sentir y expresarse, han de confundirse.
Babelia
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