Jarabe de verbena
Recuerdo que una de las primeras veces que vine a Madrid coincidi¨® con San Isidro. Al preguntar d¨®nde estaba la jarana y la verbena, los puestos de churros y los concursos de chotis en la calle, me respondieron no s¨¦ si con asombro o con indiferencia.All¨ª no hab¨ªa nada de ¨¦sa idea entre ingenua y folcl¨®rica que yo ten¨ªa en la cabeza y que era un extra?a mezcolanza de zarzuela G¨®mez de la Serna y una pel¨ªcula de taxistas por Carmen Morell y Pepe Blanco.
Yo, las fiestas, en realidad, las relacionaba m¨¢s que nada con los pueblos, en donde la fiesta invad¨ª la calle y las gentes y te somet¨ªa a un horario continuo y bullanguero
Desde hace unos a?os, las ciudades no s¨¦ si han intentado recuperar tradiciones dormidas o invent¨¢rselas. Que el Ayuntamiento anuncie en la prensa local que puedes elegir entre La Polla Records, un recital de Victoria de los Angeles, o un concurso de mantones de manila puede sonar que la prima vera ya est¨¢ en El Corte Ingl¨¦s; pero si la oferta y la demanda de la voluntad y el deseo se resuelve con una intenci¨®n l¨²dica y est¨¦tica, bienvenida sea la fiesta convertida en pol¨ªtica municipal.
As¨ª que hace un a?o acab¨¦ en las Vistillas.
La verdad es que aqu¨¦llo se parec¨ªa al Rastro, al que hubieran engalanado con faroles de papel y una orquesta que lanzaba pasodobles a todo pasto.
A lo largo de la calle, los puestos iluminados con velas le daban un aire m¨¢gico, como de zoco bereber.
Entre los puestos de sombreros de papel, bromas y bigotes castizos, unos argentinos vend¨ªan esos objetos como de los a?os setenta que nunca sabes si son de Ibiza o la India, una china preparaba bocadillos macrobi¨®tibos y unos senegaleses vend¨ªan elefantes de madera y gafas de pl¨¢stico.
En pleno centro del mogoll¨®n, una noria enana y un invento diab¨®lico (consistente en, subirse a unos bancos corridos y ser agitado violentamente por una fuerza centr¨ªfuga) compart¨ªan el espacio con unos bares con mesas de madera y salchichas de Francfort.
-Mira esos hippies -dec¨ªa un matrimonio por unos punks con unas litronas amenazadoras.
-?No es ¨¦sa la de la tele? -pregunt¨® la mujer al marido por Elena Santonja, que estaba bailando un chotis al que daba cierto aire de tango del Caribe.
-?Qui¨¦n?
-?La de Con las manos en la masa! -contest¨®, y al ver que el marido no le hac¨ªa caso se dijo a s¨ª misma: "Pues as¨ª, en la calle, parece m¨¢s joven...".
Luego suspir¨®. Y en ese suspiro.panor¨¢mico, que abarcaba la fiesta entera, se pod¨ªa ver una conmiseraci¨®n esc¨¦ptica sobre todos los que all¨ª. est¨¢bamos, modernos, horteras, after punks y pasotas; gente que en definitiva est¨¢bamos para aupar la fiesta, para que no decayera.
Afortunadamente para Madrid, lo m¨¢s atractivo no son las Fiestas de San Isidro. Su despliegue ha coincidido con una recuperaci¨®n de la calle y el espect¨¢culo.
- Y en esta ciudad, cada vez m¨¢s ¨¢rabe, llena de razas por fin, de variantes, bocadillos finos de -pasta de salami, posfilosof¨ªas y tendencias varias, a veces me parece que durante todo el a?o la fiesta contin¨²a.
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