Sobre los nacionalismos antiestatales
El tipo de nacionalismo antiestatal aqu¨ª estudiado es aquel que surge en el marco de un Estado-naci¨®n ya formado o en proceso avanzado de formaci¨®n. Es necesario, pues, diferenciarlo de figuras afines, como las de los nacionalismos que surgieron en oposici¨®n a formaciones pol¨ªticas arcaicas anteriores al Estado-naci¨®n, como eran los imperios centrales y orientales europeos, a principios del siglo XX, fen¨®meno estudiado por la II Internacional; y, contempor¨¢neamente, de los nacionalismos anticoloniales en el Tercer Mundo.Para el an¨¢lisis de estos nacionalismos dos esquemas conceptuales se revelan inadecuados: el democr¨¢tico-rousseauniano, que concibe la naci¨®n como el resultado de la voluntad general de los ciudadanos conscientes; y el esquema racional del primer marxismo, para el que la naci¨®n es el marco id¨®neo para el desarrollo de las fuerzas productivas; y no son adecuados porque ambos son pensamientos societarios, sobre la relaci¨®n entre sociedad civil y sociedad pol¨ªtica; y la naturaleza de los nacionalismos que aqu¨ª estudiamos es predominantemente comunitaria, no societaria.
Existen, sin embargo, perspectivas te¨®ricas que debieran ser tenidas en consideraci¨®n. La primera ser¨ªa la contraposici¨®n entre sociedad, como esfera racional de los intereses, y comunidad, como lugar de pertenencia y como contraposici¨®n entre el ellos y el nosotros, que viene de Tonnies (y que Pierre Vilar tiene en cuenta cuando diferencia entre luchas de clases y luchas de grupos). La segunda es el pensamiento sobre la interacci¨®n de los grupos, iniciado por Durkheim y Mauss, como intercambio de s¨ªmbolos -palabras, gestos e instituciones-pensamiento que diferencia entre la actividad comunicacional y la actividad del trabajo, y que permite superar las carencias del modelo de la naci¨®n racional econ¨®mica. La tercera ser¨ªa el concepto de la reproducci¨®n de la pr¨¢ctica social como h¨¢bito -analizada por Bourdieu, Berque, Rodinson, Gallissot- en base a la cual puede comprenderse la reproducci¨®n de las estructuras objetivas de las comunidades, tales como la lengua, a lo largo de las generaciones. La cuarta, finalmente, ser¨ªa la interpretaci¨®n que la Escuela de Francfort -Wilhelm Reich, Fromm, Horkheimer, Marcuse, Adorno-, y algunos psicoanalistas como Erikson, hacen de conceptos freudianos tales como la identidad y la identificaci¨®n, que permiten analizas el nacionalismo de Estado como identificaci¨®n del ciudadano desde una situaci¨®n de inferioridad con el poder estatal.
Hay que precisar algunas nociones para comprender los nacionalismos antiestatales que nacen de la identidad de grupo.
Para Erikson, la identidad de grupo queda formada por los modos elementales de organizaci¨®n grupal de la temporalidad y espacialidad colectivas del yo, que restituyen el sentimiento de la unidad personal y la continuidad temporal de ¨¦ste. El grupo ¨¦tnico (Rodinson) es un grupo sociocultural, y no biol¨®gico, producto de la reproducci¨®n social.
Devereux distingue entre personalidad ¨¦tnica, como comportamiento directamente observable y como autodefinici¨®n de los miembros del grupo, de la identidad ¨¦tnica, instrumento de selecci¨®n y etiquetaje que s¨®lo se desarrolla en confrontaci¨®n y como diferenciaci¨®n con los otros grupos.
LUCHAS SIMB?LICAS
As¨ª pues, las se?as de identidad grupales no son suma de las diferencias objetivas del grupo, sino aquellas que sus n¨²embros consideran significativas (Barth); de donde se derivan luchas simb¨®licas para crear el consenso sobre la identidad o para imponer el reconocimiento de ¨¦sta (Bourdieu).
La transici¨®n del grupo ¨¦tnico a la nacionalidad o a la naci¨®n -conceptos no antropol¨®gicos, sino pol¨ªticos, y propios de la Edad Contempor¨¢nea- se produce siempre de forma traum¨¢tica, y a trav¨¦s del mediador universal que es el Estado-naci¨®n.
La naci¨®n del Estado-naci¨®n es, pues, siempre societaria, nunca comunitaria; y la l¨®gica del Estado es la de destruir toda identidad comunitaria que no sea la elegida por ¨¦l para ser transformada en la base de la sociedad civil nacional. Y ello:
- Porque la creaci¨®n de un mercadonaci¨®n supone la deposesi¨®n progresiva de significaci¨®n social de los territorios de las distintas colectividades.
- Porque el Estado necesita promocionar, de entre las identidades conc¨¦ntricas de los ciudadanos, una sola, la nacional.
- La selecci¨®n de la identidad de base es casi autom¨¢tica: es elegida aquella colectividad m¨¢s ligada por razones l¨ªng¨¹¨ªsticas, culturales y pol¨ªticas a la trayectoria del Estado pre-nacional.
Al reivindicar el Estado el monopolio del dinamismo para su sociedad nacional, el destino habitual de las colectividades pdstergadas es el de la fijaci¨®n inmovilizadora de los rasgos de su personalidad, que son asimilados por la v¨ªa del pintoresquismo al imaginario central del Estado-naci¨®n, y se convierten en objeto de consumo tur¨ªstico, acompa?ado de la desaparici¨®n de su identidad. (Tal ha sido el,caso de la mitad norte del Pa¨ªsVasco hasta los a?os sesenta.)
S¨®lo subsisten algunas identidades comunitarias, y ello tras procesos traum¨¢ticos; la selecci¨®n de sus rasgos de identidad tiene como oponente al Estado, por lo que adquieren un car¨¢cter crecientemente pol¨ªtico (tal ha sido el caso de la mitad sur del Pa¨ªs Vasco).
La naturaleza de estos nacionalismos es, pues, reactiva; y el momento hist¨®rico de su aparici¨®n, el de la fase esencialista de los nacionalismos de Estado -fines del siglo XIX y principios del XX. En esta fase, las burgues¨ªas nacionales renuncian a la concepci¨®n progresista del tiempo como progreso lineal e ininterrumpido y retroceden a la concepci¨®n de las sociedades prenacionales, que conciben el tiempo como una sucesi¨®n de ciclos iguales y repetitivos; se produce como consecuencia la idealizaci¨®n nacionalista de lo rural, (la France des profondeurs o la Espa?a de los campos de Castil¨ªa). Al proceder el nacionalismo esencialista de Estado a la b¨²squeda de la matriz geneal¨®gica, o factor esencial de la naci¨®n, surge el racismo (existe un grupo social esencial, que subordina a los no esenciales, llam¨¢ndoles razas). Se desarrolla asimismo el regionalismo, pues existe un territorio matricial esencial, un centro -Castilla en Espa?a- que relega a los dem¨¢s a la categor¨ªa de regiones perif¨¦ricas subordinadas.
En el seno de los primeros nacionalismos antiestatales se produce una aceptaci¨®n de los esquemas esencialistas, acompa?ada de un rechazo del lugar subordinado de su raza y de su territorio. La idealizaci¨®n de lo rural a la que proceden se contrapone a la modernizaci¨®n, que se identifica con el Estado-naci¨®n; aceptan su diferencia como raza, pero su racismo de afirmaci¨®n reivindica su excelencia racial; y su territorio debe pasar a su vez a convertirse en el centro. Qu¨¦ franja de su personalidad hist¨®rica-¨¦tnica ser¨¢ seleccionada como se?as de identidad del nuevo nacionalismo resulta impredecible.
IMAGINARIO COLECTIVO
En el caso del primer nacionalismo vasco ¨¦stas quedan formadas por el imaginario colectivo vasco de la Baja Edad Media y Edad Moderna, cuyos elementos fueron los siguientes:
- La nobleza universal de los vascos, fundada por su descendencia a partir de Tubal, nieto de No¨¦.
- El vasco-cantabrismo, o la identidad entre los vascos y c¨¢ntabros, pueblo jam¨¢s vencido ni por romanos ni por musulmanes.
- El pacto con el Se?or (en lo que respecta al se?or¨ªo de Vizcaya), como origen del poder y como legitimaci¨®n de los fueros.
- El igualitarismo, concepto que, relacionado con el de la nobleza universal, funda una situaci¨®n de privilegio personal para los vascos.
- La lengua vasca como "la lengua m¨¢s antigua de Espa?a".
- La pureza de sangre, mito creado por los Reyes Cat¨®licos para basar la unidad pol¨ªtica del reino sobre la exclusi¨®n de musulmanes y jud¨ªos, y atribuida universalmente a los vascos.
- El culto al solar, o etxe, como lugar de inserci¨®n del Nrasco en el universo familiar.
En la medida en que estos nacionalismos adoptan una forma pol¨ªtica como expresi¨®n de su identidad y fundan partidos pol¨ªticos, a su naturaleza comunitaria se le a?ade una vertiente societaria. Estos nacionalismos crean, pues, comunidades sociopol¨ªticas. C¨®mo estas comunidades aparecen a su vez estratificadas en clases sociales, siendo casi siempre hegem¨®nica una de ellas en su seno, a sus manifestaciones comunitarias se le une la defensa de programas pol¨ªticos societarios concretos. (En el pr¨²ner nacionalismo vasco, la figura de l¨ªder comunitario carism¨¢tico de Sabino Arana queda completada con la del naviero Ram¨®n de la Sota, dirigente de la burgues¨ªa vizca¨ªna no proteccionista, enfrentado a los sider¨²rgicos proteccionistas hegem¨®nicos en Vizcaya.) Pero ser¨ªa un error pensar que a estos movimientos se les aplican en su totalidad las leyes de los partidos pol¨ªticos, ya que el marco, de actuaci¨®n de estos ¨²ltimos, el de la sociedad pol¨ªtica del Estado-naci¨®n, es contestado por los primeros, y el hecho de que la selecci¨®n de sus rasgos de identidad sea voluntaria hace posible que de una sola personalidad ¨¦tnica pueden surgir varias comunidades sociopol¨ªticas, agregadas en tomo a complejos identitarios diferenciados (PNV y Acci¨®n Nacionalista en la II Rep¨²blica, PNV y ETA desde los a?os sesenta). La transformaci¨®n de los nacionalismos en comunidades sociopol¨ªticas es con frecuencia declarada ileg¨ªtima, y tales comunidades estigmatizadas y convertidas en el enemigo interior por el Estado-naci¨®n. Este proceso cohesiona el nacionalismo de Estado, pues la sociedad nacional estatal s¨®lo reacciona como comunidad ante la ameriaza real del enemigo exterior o la amenaza imaginaria, del enemigo interior.
As¨ª pues, la aculturaci¨®n -aportaci¨®n al proceso sint¨¦tico de creaci¨®n de una cultura de Estado- no se vive por las comunidades nacionalistas en un plano de igualdad, sino de fornia reactiva, y como aculturaci¨®n antagonista. Este proceso puede adoptar manifestaciones nativistas, si la concepci¨®n comunitaria de la temporalidad se vuelve hacia el pasado, produci¨¦ndose un retomo a los or¨ªgenes; o revestir la forma de utop¨ªa, si la temporalidad se dirige hacia un futuro en el que desaparecer¨¢n todos los problemas de la comunidad (mientras que Mulhmann califica el nativismo de forma peyorativa, Roger Bastide lo define como un intento de recomposici¨®n de la dignidad ¨¦tnica cuando la identidad de grupo se ve amenazada por causas externas o internas).
Estas comunidades contestan en consecuencia la legitimidad del monopolio de la violencia por parte del Estado-naci¨®n, el cual deja de funcionar respecto a ellas a la ideolog¨ªa para hacerlo a la violencia; con lo que la opresi¨®n nacional se transforma en represi¨®n nacional. Las manifestaciones antirrepresivas de estas comunidades se convierten en nuevos complejos de se?as de identidad. Una acumulaci¨®n de represi¨®n puede originar un despojamiento de todas las identidades conc¨¦ntricas, de los miembros de la comunidad, salvo de la antirrepresiva; y provocar el nacirniento de un nacionalismo antirrepresivo de nuevo tipo al lado del antiguo (como ocurri¨® en Euskadi en los a?os sesenta bajo el franquismo). Ante la violencia f¨ªsica del Estado, estas comunidades reaccionan por m¨ªmesis, desarrollando en su interior aparatos de fuerza que reproducen los esquemas de la violencia estatal, y que pronto se toman por Estados y se subordinan las manifestaciones civiles restantes de la comunidad (la continuaci¨®n de este aparato de fuerza en una de las comunidades nacionalistas vascas tras la muerte de Franco tiene como presupuesto la configuraci¨®n de esta comunidad como enemigo interior en el proceso de transformaci¨®n de la dictadura en monarqu¨ªa parlamentaria, proceso en el que el aparato de fuerza procedente de la dictadura no ha sido depurado).
El programa de estas comunidades es siempre un programa de autodeterminaci¨®n, en la medida en que resulta de la negaci¨®n de la hetero-determinaci¨®n a que son sometidas por el Estado. La forma concreta en que es preseritado el programa de autodeterminaci¨®n (autonom¨ªa, federaci¨®n, confederaci¨®n, independencia) depende:
- Del grado de estigma y/o de violencia estatal al que responda la comunidad.
- De la coherencia interna de sus se?as de identidad y de su congruencia con los rasgos de la personalidad hist¨®rico-¨¦tnica de la colectividad.
Su viabilidad depende de la mundializaci¨®n, o relaci¨®n de fuerza en el sistema de Estados, y de la congruencia entre el imaginario de estas comunidades nacionalistas con el imaginario y/o los intereses de bloque de Estados dominante.
En la Euskadi actual no existe una sola, sine, por lo menos dos comunidades sociopol¨ªticas nacionalistas -si bien agrupadas en la com¨²n familia del nacionalismo vasco-. La comunidad nacionalista hegemonizada por el PNV tiene una concepci¨®n temporal orientada hacia el nativismo, su programa socio-pol¨ªtico ha sido desde sus or¨ªgenes -de la mano de los euskal-herriakos- pragm¨¢tico, as¨ª como ha sido posibilista el marco pol¨ªtico legal de su actuaci¨®n, sus se?as de identidad presentan en mayor grado de congruencia con los rasgos tradicioriales de la personalidad hist¨®rico-¨¦tnica vasca, y su imaginario colectivo coincide con el de las democracias cristianas europeas -de las que fue un grupo fundador-. La comunidad nacionalista independentista tiene una concepci¨®n temporal orientada hacia la utop¨ªa, es ella la que tras la muerte de Franco ha seguido sometida al estignia y a la violencia estatales -de dori.de deriva su reivindicaci¨®n de independencia y su identificaci¨®n con el aparato mirn¨¦tico de violencia surgido en los a?os 60-, su identidad colectiva nacionalista es fundamentalmente de tipo anti-represivo, y tanto su imaginario colectivo de tipo tercer-mun-dista como su reivindicaci¨®n de separaci¨®n estatql chocan frontalmente con el imaginario, y con los intereses del bloque de Estados dominante en el occidente.
Tan situada est¨¢ en el terreno de la imposibilidad su reivindicaci¨®n de independencia a corto o medio plazo, dada la relaci¨®n de fuerzas en el sistema actual de Estados, como la convicci¨®n de que el aumento de la violencia estatal leg¨ªtima, o el reforzamiento del Estatuto, pueden dar fin a un grupo con un fuerte grado de fusi¨®n comunitaria, cuyas se?as de identidad pasan por el no reconocimiento del Estatuto, y cuyo nacionalismo se alimenta de la represi¨®n.
LA NEGOCI?CI?N
No entrar¨ªa dentro del campo de lo imposible -o al menos esa es mi opini¨®n, he de insistir en ello, de investigador alejado actualmente de toda vida pol¨ªtica p¨²blica- un proceso de negociaci¨®n entre los tres sectores sociol¨®gicos existentes en el Pa¨ªs vasco que condujera a una estructuraci¨®n federal de las relaciones Estado espa?ol-Eluskadi. El establecimiento de un estado federal a partir de un estado unitario, -centralizado o auton¨®mico, como es el espa?ol- no es imposible jur¨ªdicamente, y pasa por reconocer a las entidades flederadas un poder constituyente. El simple reconocimiento de la realidad sociol¨®gica de Euskadi, y la adaptaci¨®n a ella del marco de negociaci¨®n -acompa?ado de la constataci¨®n de la hegemon¨ªa de hecho de un aparato de fuerza en una de las comunidades nacionalistas vascas, que ser¨ªa seguida de su inserci¨®n en la negociaci¨®n- supondr¨ªa en la pr¨¢ctica reconocer a Euskadi poder constituyente, requisito por otra parte indispensable para que la negociaci¨®n pueda dar sus frutos.
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