Saber y telem¨¢tica
No se da, actualmente circulaci¨®n alguna de saber (o supuesto-saber) que no siga el modelo de la escritura, y que no tenga un car¨¢cter meramente residual, penas operativo. Dicho de otra forma: la escritura impone un l¨ªmite al saber, ¨¦ste ya no acontece fuera de aqu¨¦lla.Lo noticiable es que tal circunstancia se verifica recientemente, es, una novedad estricta en la fenomenolog¨ªa de nuestro esp¨ªritu, por as¨ª decir. Hasta hace bien poco, en efecto, era la palabra -el encadenamiento de sonidos constitutivo de unidad sem¨¢ntica- el m¨®dulo b¨¢sico de toda producci¨®n, circulaci¨®n o almacenamiento de saber. Hay un diagn¨®stico nada extraviado que caracteriza gen¨¦ricamente todo el pensamiento occidental, hasta nuestros d¨ªas, como logoc¨¦ntrico, cifrando en esa condici¨®n tanto sus potenciales como sus limitaciones. Al se?alar ahora que el grafo se vuelve territorio preferente de acontecimiento del saber, estamos rese?ando un evento que podr¨ªa ser designado como hist¨®rico, si no fuera porque la misma historia, en tanto disciplina y categor¨ªa del pensamiento, es concebida como espacio de despliegue y mise en sc¨¨ne del logos, del esp¨ªritu, y no podr¨¢ seguir siendo narrada, por tanto, en la era de la escritura, parad¨®jicamente.
Desde este punto de vista, la escritura deber¨ªa contemplarse como una especie de la pintura. Dicho de otra, forma: conviene localizar el dispositivo generador de su funcionalidad efectiva -de su val¨ªa para el cambio intersubjetivo- antes en la potencialmente infinita respetibilidad del arabesco que dibuja en un espacio delimitado (en su configuraci¨®n signficante), que en su capacidad de remisi¨®n a lo real (su significado) por mediaci¨®n de una organizaci¨®n fonol¨®gica interna, mental, constitutiva de su espejo imaginario.
Lo curioso es que tal nuevo r¨¦gimen del saber no se ha instaurado con el advenimiento de la escritura como t¨¦cnica de soporte, sino, al contrario, con el ocaso de su imperio como tal, con su rebasamiento e inmaterializaci¨®n. Brevemente: lo que la generalizaci¨®n de la escritura como soporte preferente de circulaci¨®n de los saberes -en las sociedades occidentales modernas, digamos- consagr¨® fue, parad¨®jicamente, una vez m¨¢s, el imperio del logos, de la palabra. Fueron, en efecto, las escrituras las, que se aplicaron a testimoniar la principalidad del Verbo. Y ha sido s¨®lo el anuncio prof¨¦tico de su muerte -c¨¦lebre y celebrada "muerte de Dios", que, por fin, se enuncia tambi¨¦n como "muerte de la gram¨¢tica"-, el anuncio, decimos, de la muerte del verbo que ha coincidido con el rebasamiento de la escritura como soporte prioritario, el que ha sentado la posibilidad del posicionamiento (a)c¨¦ntrico de la escritura como nueva unidad del saber, como espacio irrebasable e irreversible de todo conocimiento. Era pr¨®xima de la desmaterializaci¨®n de los soportes y canales en que se produce, circula y almacena el saber: era inaugural, al mismo tiempo, de un cierto grafocentrismo, en que el modelo regulador del texto no ser¨¢ ya m¨¢s la palabra, como unidad de imago mundi, sino la lengua-m¨¢quina, el puro signo registrable, transportable, almacenable, repetible e identificable. Clausura de un saber analogista en favor de un modelo digitalizador del sentido, de la apertura de un espacio no euclidiano de la representaci¨®n, del pensamiento. Emergencia, entonces, de un modelo no fonol¨®gico, analfab¨¦tico, por el que tal vez la escritura habr¨¢ de recobrar una versatilidad perdida, una ductilidad renunciada por mor de la imitaci¨®n del dibujo sonoro, del trazo verbal del pensamiento. Se abre en ello un margen de optimismo, en el que algunos de los te¨®ricos del pensamiento posmoderno -reconociendo en esa verificaci¨®n una realizaci¨®n pervertida (d¨ªgase activa, positiva) del nihilismo- han cre¨ªdo adivinar la posibilidad de un refinarse del pensamiento hacia la diferencia, m¨¢s all¨¢ de la estrecha y limitada matrizaci¨®n de la representaci¨®n verbal, l¨®gica. Podr¨ªan ser trazados algunos paralelismos. Entre cada estadio o modo de saber y la modalidad t¨¦cnica del soporte sobre el que se organizaba su producci¨®n, almacenamiento y circulaci¨®n -sobre todo, circulaci¨®n: no olvidemos que el saber es una cualidad de alcance intersubjetivo, aplicado b¨¢sicamente a aquello que optimiza los rangos de comunicaci¨®n e intercambio con los otros sujetos y otros objetos del mundo. Hay as¨ª un paralelismo entre el saber mitologista y el soporte oral, entre los saberes religiosos y filos¨®ficos (escol¨¢sticos) y el soporte manuscrito, entre los saberes cient¨ªfico-modernos y la escritura impresa, y entre, finalmente, el saber en su condici¨®n actual, exc¨¦ntrico ya al logos, y su soporte telem¨¢tico, inmaterial.
Como hay tambi¨¦n paralelismos entre esos mismos estadios del saber y las modalidades de adhesi¨®n que requieren de sus usuarios. En el caso de los mitos, la credulidad absoluta y acr¨ªtica. En el de los saberes escol¨¢sticos, la c¨¦lebre fe como gu¨ªa de la raz¨®n. En el de los grandes relatos que constituyen la forma moderna del saber, un soi disant esp¨ªritu cr¨ªtico, por el que se requer¨ªa la adhesi¨®n en ¨²ltima instancia incondicional de todo sujeto l¨²cido, ilustrado -merced a la eficacia difusora del soporte impreso, potencialmente toda la humanidad- e ilusionado tanto con la pretensi¨®n de plena legitimidad como con la promesa de pleria emancipaci¨®n. Para terminar en esa modalidad hiperlaxa de adhesi¨®n que los nuevos discursos apenas aspiran a obtener de los sujetos que los emplea -y m¨¢s por seducci¨®n que por la cl¨¢sica persuasi¨®n fundada en una oferta de validez absoluta en el enunciado de lo verdadero, lo bello y lo bueno, bajo la garant¨ªa legitimista de un metarrelato fundacional.
Hay una especia de ley flu¨ªdica de lo social que hace inexorable la generalizaci¨®n de esa nueva condici¨®n de los saberes, y que radica en la arquitectura del lazo intersubjetivo que posibilita el soporte telem¨¢tico -la aplicaci¨®n combinada de Ias nuevas tecnolog¨ªas de informaci¨®n y telecomunicaci¨®n-. Sobre tal nuevo soporte, en efecto, los nuevos reg¨ªmenes de circulaci¨®n del saber le otorgan a ¨¦ste otro rango, otro estatuto. Y no solamente social o epist¨¦mico (otra ecutaci¨®n saber/poder, otra noci¨®n de verdad): incluso ¨¦ntico, que se refiere a la propia densidad de lo real. Puesto que lo real mismo se constituye por obra y construeci¨®n de simuladro de autoconciencia -esa red que resulta del entrecruce de los distintos discursos-, que circula como su propio espejo (aunque precedi¨¦ndola) en la esfera de los medios de comunicaci¨®n. A la velocidad a que los nuevos soportes permiten la circulaci¨®n de la informaci¨®n -a?¨¢dase la dispersi¨®n de los campos del saber, la enorme proliferaci¨®n de perspectivas, la alta tolerancia tanto en c¨¢lidad como en cantidad del medio- es impensable que el usuario vuelva a acercarse a los discursos de (supuesto) saber reclamando garant¨ªas de universalidad, de validez absoluta. Incluso que vuelva a preocuparse de exigir, como fe de legitimidad, la apoyatura de metarrelatos fundantes. Se conformar¨¢, para sentirse justificado en su empleo, con que le rinda una eficiencia, aunque sea puntual.
El ¨²nico expediente de legitimidad que puede ya exigirse a un discurso que se pretenda sabio es, definitivamente, la credibilidad que le otorgue su usuario (as¨ª sea provisionalmente). Y, a su vez, la performatividad es la ¨²nica cualidad del discurso que puede asegurar un lazo sensato, relacional, como modo de adhesi¨®n del sujeto.
Dicho esto, ser¨ªa rid¨ªculo referir apocal¨ªpticamente esta condici¨®n actual del saber a un modelo puramente instrumental de los discursos, como si ella s¨®lo pudiera favorecer el inter¨¦s cognoscitivo tecnol¨®gico, o incluso la pura organizaci¨®n de consensos. Queda en pie una tarea para el discurso cr¨ªtico, una labor para el radical productor de discursos (el investigador, el intelectual, que antes se dec¨ªa): aportar su capacidad para definir aumentos de complejidad en los modos de discurso que organizan los saberes y lo social, induciendo disensi¨®n respecto a los modelos estabilizados, al statu quo. De ello sigue dependiendo el que la estructura de lo real, rendida a la imagen que de s¨ª ofrece ¨¢ trav¨¦s del espejo organizativo de los medios de comunicaci¨®n, se mantenga abierta, en devenir, atenta a la diferencia que irriga su potencial de evoluci¨®n.
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